Uno

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Quería seguir durmiendo, claro que quería hacerlo. Durmiendo no sientes, durmiendo no recuerdas. Sin embargo era hora de despertar sino quería llegar tarde al trabajo que le ayudaba a sobrevivir mientras hallaba la manera de cumplir su sueño, un sueño que paradójicamente no iba a alcanzar durmiendo.

Se quitó la suave sabana de encima y se estiró un poco mientras se sentaba en su cama para preguntarse, como todos los días, si de verdad valía la pena ir a su trabajo.

— Si no voy pueden despedirme — se dijo así misma analizando los pros y los contra de la situación — y si me despiden no tendré dinero, si no tengo dinero no podré comer y entonces moriré— y aunque el tema de la comida la tenía sin cuidado, hizo un gesto pensando que no era una mala opción —pero si muero nadie publicará mis libros aun no terminados— susurró antes de suspirar y por fin levantarse de la cama, excusas.

El piso de madera estaba frío, sus pies se dieron cuenta de eso; y aun así los arrastró por el hasta llegar al baño que conectaba con su habitación y mirarse a sí misma al espejo.

—Wow, tus ojeras son más grandes hoy — se habló así misma mirándose en el espejo, como si su reflejo fuera otra persona —y tu cabello es un desastre —rió cual demente, sin embargo le faltaba mucho para llegar a serlo— supongo que no es nada que una ducha y un maquillaje, que no pienso ponerme, no puedan arreglar— dicho y hecho, después de verse en el espejo dirigió su cansado cuerpo a la ducha y simplemente dejó que el agua corriese por su cabello y cuerpo, esperando que esta vez sí se ahogara en el proceso.

Tenía tan pocas ganas de ir a trabajar ese día; nunca quería ir, ni siquiera antes del divorcio. Sabía que ya no era necesario usar su anillo de casada, pero era tan bonito y costoso que siempre lo llevaba puesto, además era su arma secreta para deshacerse de los compañeros pervertidos mal pagados de su trabajo. Cualquiera pensaría que le recordaría con nostalgia su vida de casada, al contrario, le recordaba el porque no se casaría de nuevo.

Al salir de la ducha, secar su cuerpo y colocarse algún atuendo elegante que la diferenciara en su trabajo, al fin salió de su habitación para bajar las escaleras y poder desayunar, por llamarlo así.

—Muy bien...— empezó dirigiéndose al refrigerador y dándose cuenta de que estaba casi vacío —Lechita—dijo tomando el frasco con ambas manos y seguido a eso cerrar la puerta del refrigerador con uno de sus pies. Colocó el frasco de leche en la barra de la cocina, sacó la caja de cereal de una de las puertas de los altos gabinetes de la pared, combinaría ambos y calentaría un poco de café negro que sobró del día anterior, y ese sería su delicioso desayuno— Genia —se alabó a sí misma al terminar de acomodarlo en la mesa.

Sana amaba su cereal, era su inicio del día; no podía hacer nada sin su cereal o su café diario y eso deja claro que no se alimentaba para nada bien.

Leía las noticias a través de su celular y fruncía el ceño al darse cuenta que una era peor que la otra.

—En mis libros no pasan estas cosas —dijo después de tragar su último bocado de cereal— en mis libros todo es menos realista y más perfecto—suspiró al darse cuenta de que eso nadie lo sabría por ahora. Sus libros son su tesoro — en mis libros todo es feliz —susurró.

Dejó los platos en el lavavajillas y después de cepillar sus dientes era hora de ir a trabajar, debía estar al menos un poco feliz ya que era día de paga. Al menos tenía un buen trabajo, eso nunca lo negaría, sin embargo no era lo que quería para su vida, no era lo que alguna vez soñó, pero al menos allí nadie lo sabía.

—Señora Sana— saludó el portero del estacionamiento. Sana sólo evitó poner sus ojos en blanco —¿Cómo está?

—Señorita —corrigió antes que nada— sabes que me divorcié hace mucho.

𝐏𝐚𝐩𝐞𝐫 𝐇𝐞𝐚𝐫𝐭𝐬 - 𝐒𝐚𝐭𝐳𝐮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora