𝐓𝐫𝐞𝐬

1K 154 14
                                    

—¿Cómo que no la puedes despedir?— preguntó indignada luego de escuchar la negación rotunda de su padre.

—Nunca lo haré —respondió luego de tragar de su puré de papa. Estaban en un restaurante lujoso de la ciudad por la noche —y menos si al hacerlo se va con el imbécil de Connor Carter— dijo aquel nombre con todo el desprecio posible.

—¿Y qué importa? Ella es una abogada común y corriente. Tiene un doctorado ¿Y qué?— Preguntó como si no fuera nada relevante— yo también podría tener uno y ocupar su lugar. Además soy tu hija.

—¿Comprendes la magnitud de la tontería que estás diciendo? —Preguntó molesto por la inmadurez de su hija—Minatozaki Sana es simplemente Minatozaki Sana. Connor Carter se la ha intentado llevar miles de veces, pero ella se mantiene fiel a mi firma y no la voy a despedir por tu estúpido capricho de ser mejor que ella—sentenció— ¿Te quedó claro?

—No —respondió en voz baja jugando levemente con el tenedor en su comida. Su padre suspiró, no le gustaba ser tan duro con ella.

— ¿Por qué no le das una oportunidad a Sana?— preguntó en una pequeña sonrisa.

—Es ella quien no me la quiere dar a mí— suspiró un poco bajo.

— La conozco, y ella es un poco dura al principio por diversidad de cosas— respondió sin querer dar muchas explicaciones— pero solo tienes que conocerla un poco. Sana es una buena chica.

—No lo dudo —respondió recordando lo poco que pudo leer de aquel escrito de Sana—supongo que también es muy talentosa.

—Lo es, conócela —dijo Yi Cheng sonriendo— a pesar de estar divorciada y hacernos creer que no tiene ganas de vivir, estoy seguro de que te sorprenderías mucho— Tzuyu sólo se encogió de hombros ante las palabras de su padre, tal vez sí había sido un poco ruda con Sana y debía tratar de conocerla mejor.

Sana estaba en el pequeño estudio que improvisó en una de las habitaciones de su casa pensando en lo miserable que era su vida, o al menos para ella ya no había razones para pensar lo contrario.

—Está llamando al número del talento no descubierto—respondió al descolgar su celular— ¿Qué requiere de mí?

—¡Cariño mío! —Escuchó esa voz hablar en alto —¿Cómo estás?

— ¿Requiere mis servicios como abogada?— preguntó tratándolo cómo a cualquier persona que llamaba a su número privado laboral.

—Requiero tus servicios como mujer— respondió galantemente y Sana rió un poco.

—No tengo tiempo— suspiró rascando un poco su cabeza— ¿Qué quieres? ¿Y por qué llamas a mi número privado?

—Escuché que te divorciaste— respondió. Sana puso sus ojos en blanco.

—Me divorcié de ti— respondió confundida— ¿Estás ebrio?—preguntó aunque ya supiera la respuesta.

—Puede— respondió en una risa—Vuelve conmigo, amor. Te extraño mucho... —Sana suspiró.

—No gracias, pero gracias— respondió en una risa irónica antes de cortar la llamada— al parecer no soy la única con una miserable vida —susurró mirándo su celular, aunque eso ya lo sabía.

Esa noche dormiría en la cómoda silla donde acostumbraba sentarse a escribir, el primer regalo de Mark como su esposo.

Sana llegaba a su habitual día de trabajo con un vaso de cartón lleno de café en una de sus manos y su bolso y folders en la otra. Lo que menos se esperaba encontrar al llegar era a la hija del señor Yi Cheng sentada en su silla, de nuevo, con una cara que derrochaba arrogancia.

𝐏𝐚𝐩𝐞𝐫 𝐇𝐞𝐚𝐫𝐭𝐬 - 𝐒𝐚𝐭𝐳𝐮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora