Diecisiete

1.1K 154 11
                                    

Sí a Sana Minatozaki  le hubieran dicho que después de la muerte de su hijo y su desastroso matrimonio, se encontraría acostaba en el césped besando a la hija de su jefe, se habría reído como nunca.   
                   
Si a Tzuyu Chou  le hubieran dicho que después de que su novio de toda la vida la dejara plantada en el altar el día de su boda, se encontraría acostada en el césped besando a la mejor abogada de la firma de su padre, se habría reído como nunca.   
                   
Sin embargo, a veces la vida es quien se ríe de nosotros.   
                   
—Wow — fue lo único que se le ocurrió decir a Tzuyu cuando el beso terminó. Sana mordió su labio mirando los de Tzuyu antes de volver su vista a sus ojos — wow — repitió al verla sonreírle así.   

— Y tú querías que me despidieran — dijo Sana en una risa al verle la expresión que tenía en su rostro. Las mejillas de Tzuyu ardieron un poco más al escucharla — agradezco que no haya pasado — llevó su mano delicadamente a la mejilla de la chica para acariciarla levemente.   
                  
— Yo también — rió Tzuyu — no puedo creer que haya sido tan idiota contigo — susurró avergonzada — ¿Podrías perdonarme? — Sana rió esta vez — ¿No?    
                   
— Yo te perdoné incluso antes, Tzuyu — respondió sinceramente — nunca he estado en realidad molesta contigo — los ojos de Tzuyu no podían apartarse de los suyos, era una sensación muy cómoda — ahora, hablando de eso, no sé si lo sepas pero soy una persona muy... — rió ya que le avergonzaba un poco decirlo — celosa — rodó sus ojos. Tzuyu se dejó llevar por su risa y aquello solo provocó que Sana se sonrojara.   

—Te he visto enojada y créeme que no quiero que eso suceda conmigo — respondió sinceramente — además, no tengo intenciones de estar con otra persona, lo que quiere decir que todas están contigo, y puedo adelantar que son las mejores — asintió muy convencida. Sana sonrió, Tzuyu era una mujer muy sincera, hermosa y agradable, le parecía maravillosa, y la quería solo para ella.   

—De cualquier forma te quiero solo para mí — le dijo lo que pensaba — es lo justo — Tzuyu asintió dándole totalmente la razón.   
                   
—Seré solo tuya, lo prometo — respondió, todas sus intenciones estaban con ella. Sana rió sintiéndose feliz, su lengua entre sus dientes, no recordaba reír así desde que Taehyung estaba con vida — y tú serás mía, y ya sabes — volvió a reír.   
                  
—Oh Tzuyu, yo ya soy tuya — dijo sin poder dejar de sonreír, y vaya que extrañaba hacerlo. La sonrisa de Tzuyu era de genuina felicidad, la había hecho feliz — no quiero arruinar el momento, en realidad no quiero hacerlo — suspiró luego de unos segundos en los que simplemente se miraron — pero tenemos que trabajar en el caso de Dustin.   
                 
—Claro, no hay problema — respondió sin dejar de sonreír — cuando el caso se resuelva podrás estar más tranquila y eso me hará sentir así a mí — Sana sonrió mientras la miraba levantarse y extenderle su mano, la tomó con suavidad sintiendo que no quería volver a soltarla.   
                   
Sana había vivido un momento maravilloso con Tzuyu, se habían dado su primer beso y aun trataba de asimilarlo. Desde la muerte de su hijo se había cerrado a tantas emociones que la hacían sentir viva, incluyendo el amor; y Tzuyu con su llegada le había demostrado que los sentimientos que tanto creía reprimir, solo estaban esperando por quien mereciera provocarlos.   
                   
Tzuyu se sentía tan feliz en ese instante, a pesar de conocer a Sana hace poco tiempo, sentía que la conocía desde hace mucho más. Se habían dado su primer beso y lo que sentía gracias a eso era simplemente incomparable. Sí había logrado que Sana la quisiese, entonces sí merecía una segunda oportunidad en el amor.   
                
El camino a casa fue en completo silencio, pero no era ese tipo de silencio incómodo. Era el tipo de conversación en el que no eran necesarias las palabras. Cada vez que intentaban hablar era inevitable reír, debido a que ninguna de las dos sabía exactamente qué decir. Querían decir tanto con su voz, pero decían aún más con sus ojos.      
               
—Llegamos a casa — dijo Sana al estacionar el auto frente al garaje — no sé qué hacer ahora, sí quieres que abra la puerta del auto o... no lo sé — rió sonrojada mientras apagaba el auto, quería hacer las cosas bien desde el principio.   

𝐏𝐚𝐩𝐞𝐫 𝐇𝐞𝐚𝐫𝐭𝐬 - 𝐒𝐚𝐭𝐳𝐮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora