Villanela

213 21 2
                                    

Disclaimer: Los personajes y la historia no me pertenecen. Los personajes son de Rumiko Takahashi y la historia es de TouchofPixieDust, yo únicamente traduzco.

-x-

Trabajo n.º 7:

Escriba una villanela. Debe tener una extensión de diecinueve versos con el siguiente esquema rítmico: aba, aba, aba, aba, aba, abaa. Tenga en cuenta que el primer y el tercer verso se repiten en orden alterno a lo largo de su poema. Los dos versos también estarán juntos para los últimos dos versos. Escoja el tema que quiera.

Inuyasha se palpó la frente antes de colocar la palma de nuevo sobre la de Kagome. Bajó las orejas mientras le tomaba la temperatura. Estaba ardiendo. Sabía que debería haberles hecho acampar para pasar la noche fuera en lugar de entrar en aquella aldea. Había esperado encontrar un sitio cerca del agua para que Kagome pudiera bañarse. Pero cada sitio que parecía adecuado tenía una horda de demonios al acecho. O estaba demasiado cerca del apestoso hedor a lobos. Cuando Miroku sugirió la aldea, pareció la solución perfecta, excepto por el hecho de que algún aldeano había estornudado sus enfermedades encima de Kagome y la había puesto enferma.

Así que... en realidad no era culpa suya que estuviese enferma. Era de Miroku.

Más tarde se le ocurriría un castigo adecuado para el monje, pero por el momento, Inuyasha tenía cosas más importantes de las que ocuparse. Kagome. Suspiró pesadamente mientras envolvía el traje de la rata de fuego alrededor de los hombros de la miko. Debería haberle dejado irse a casa cuando lo pidió ayer.

—Creo que Kagome está enferma —dijo Shippo mientras miraba su rostro sonrojado por la fiebre.

—Oh, ¿y qué fue lo que te hizo darte cuenta, idiota?

—¡No soy idiota, idiota!

—Estúúúúpido.

—¡Yo no soy el idiota que dejó que Kagome se pusiese enferma!

Inuyasha estaba levantando el puño para darle al zorrito varios coscorrones cuando oyó la voz de Kagome. Puede que hubiera sido baja y débil, pero no cabía duda de la amenaza en el tono.

—Inuyasha... —Se preparó para el «siéntate» que era seguro que estaba al llegar—. Pórtate bien —dijo.

Luego se acurrucó contra la calidez de su costado. Toda idea de pegarle al zorrito en la cabeza se desvaneció. Cielos, se desvanecieron todos los pensamientos sobre todo. Movió lentamente su brazo derecho, atrayéndola más hacia él. Era consciente de que había cuatro pares de ojos siguiendo cada movimiento suyo y esperaba que sus mejillas no estuvieran tan rojas como pensaba que probablemente lo estarían. Se rascó la cabeza con la mano izquierda, intentando aparentar desinterés.

—Kagome debería dormir un poco —dijo Sango mientras acariciaba la cabeza de Kirara—. Hay una aldea cerca...

—Nada de aldeas —dijo Inuyasha con la mandíbula apretada—. Los estúpidos humanos esparcen sus estúpidas enfermedades por todas partes. Kagome no va a volver a poner un pie en uno de esos agujeros llenos de enfermedades.

—Bueno, Inuyasha...

—¡Nunca más, Miroku!

El monje se atrevió a reírse, haciendo que Inuyasha gruñese de frustración.

—No puedes decirlo en serio, Inuyasha. ¿Esperas que la señorita Kagome duerma en el suelo o en un árbol durante el resto de su vida?

Inuyasha gruñó en respuesta antes de coger a Kagome en brazos y caminar hasta el otro lado del campamento. La dejó en el suelo y empezó a rebuscar en su mochila. Sacó su saco de dormir y se lo extendió, asegurándose de encontrar algo que hiciera de almohada. A continuación, encontró su kit se primeros auxilios y sacó el paquetito que contenía aspirinas. Lo sacudió y puso dos pastillas en su palma. Luego miró a Kagome, preguntándose si tal vez debería darle un poco más. Había veces en las que les daba tres a Sango o a Miroku, pero Shippo solo recibía una pastilla. Demasiado podía ser peligroso, pero sí que parecía sentirse destrozada. Al final, le dio dos enteras y la mitad de otra.

Escritura creativaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora