8. Alexander

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Fred

01/09 Estación de King's Cross

Ahí fue que la vi, lo suficientemente lejos para que aún no me viera, ese aspecto de rock que llevaba desde que tenía memoria y su mal caracter ahora resaltaban más, estaba seguro que esa semana fuera de la Madriguera no había sido la mejor de todas.

Sus botas negras, su preciada chaqueta de una banda de rock, esos jeans negros y sus preciados anillos le daban ese aura malvado, pero daba risa saber que, conociendo a Eleonor, estaba lejos de ser alguien malvado, parecía una niñita dulce y amable. Incluso a veces me daban ganas de apretujar sus mejillas cuando hacía ese clásico mohín.

Dejé a mi familia atrás para correr hacia ella, George también lo hizo en cuanto la vió. Desde que empezó Hogwarts, siempre hacíamos eso, corríamos a buscarla para reunirla con nosotros y luego íbamos hacia el tren juntos.

Casi frenamos cuando no la vimos solo con el padre, sino que una persona más los acompañaba. Una señora un poco más alta que Eleonor, de pelo rubio y corto, delgada y vestida de ropa sutilmente cara y de colores muy claros, abrazaba, muy elegante, a Eleonor.

—Sí, abuela —esas palabras nos dejó pasmados—, te escribiré —habló con cansancio.

El profesor Lupin carraspeó, incómodo, al notar nuestra presencia:

—Corre, hija, faltan tres minutos para partir y esas dos torres vinieron a buscarte.

Se acercó para darle un abrazo a su hija, junto a un pequeño beso en la frente y, finalmente, se separó.

—¡Ay! —exclamó cuando nos vio—, ¡Mis niñitos! —chilló para saltar a nuestros cuellos.

Lupin negó con la cabeza, pero se alejó junto a lo que parecía ser la abuela de Eleonor.

El pequeño golpe en la cabeza que me di con George nos dejó tontos —más de lo que ya estábamos— pero aún así nos fundimos en un abrazo de tres.

Un pequeño cosquilleo recorrió mi estómago al respirar su dulce olor.

Aunque solo fueron unos segundos de abrazo, porque Eleonor no paró de parlotear sobre lo tarde que era y que debíamos apurarnos, no sin antes correr hacia mis padres y saludarlos.

Hasta que por fin, solo éramos George, Eleonor y yo, yendo hacia nuestro preciado compartimento, donde seguramente Jordan estaba esperando con su asquerosa araña.

Noté que inconscientemente Eleonor tomó mi brazo para caminar, pero al darse cuenta lo soltó, y por un motivo inexplicable eso me molestó más de lo que debería. Bueno, alguna explicación había, pero no iba a aceptarlo tan rápido.

◇◇◇

Fue justo cuando bajé del tren, cuando vi a un chico, que parecía ser de nuestra edad, mirar a un costado mio, más precisamente a Eleonor. Esa sonrisa boba que tenía se borró al ver a dos torres a su lado, claramente George y yo.

—Pst, Eleonor, veo que tienes un admirador secreto.

Gracias, George, te odio.

Pero antes de que ella diga o haga algo, pasé mi brazo sobre sus hombros para guiarla hacia los carruajes, ignorando a ese tonto que se fijaba en mi amiga del alma y a George que comenzó a reírse.

Marcando territorio, imbécil.

¿Y, saben qué? Ese estúpido casualmente también era Gryffindor. Y también casualmente se había sentado bastante cerca de nosotros tres en la mesa del Gran Comedor.

Me alegró saber que intentó cruzar palabras con Eleonor y ella, amablemente, rechazó cada insinuación a una salida juntos.

Jaque mate, perra.

Y quién diría que, nuestro profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, era un loquito enano al que le faltaba media nariz y un ojo, al que sustituyó por uno de vidrio y mágico...

Daba terror igualmente, pero eso jamás lo diría en voz alta.

◇◇◇

Y casi un mes después, estábamos en Hogsmeade. Que lugar de paz era ese, en especial cuando los tres estábamos sentados en uno de los árboles que daba vista a la Casa de los Gritos, solos. Nunca faltaba conversación en esas salidas de la escuela, mientras Lee cumplía los castigos que Mcgonagall vivía dándole, nosotros salíamos a pasear. O como Eleonor decía:

—Salimos a renovar energías y el aire de nuestros pulmones.

Estaba loca.

Bueno, todo momento de paz se esfumó en cuanto ella comenzó a hablar de ese. Ahora tenía nombre, y eso me molestaba.

—Alexander me invitó a una salida aquí, en Hogsmeade —habló mientras intentaba meterse a la boca el puñado completo de caramelos.

—Y le dijiste que no, espero.

Bueno, George, te quiero.

—Uhm... le dije que sí —comenzó, algo tímida—.Tengo que... que encontrarme con él en la tienda de Zonko en diez minutos...

—Pues ve, que no se te haga tarde —dije de mala gana.

—¿Por qué les cae mal? No lo entiendo... él es buen chico conmigo...

Oh, no. Alerta roja, Eleonor triste, alerta roja.

Pero George era el único de los dos que sabía manejar estas situaciones, yo era horrible para hablar cuando alguien estaba mal. En especial Eleonor, había que elegir las palabras adecuadas.

—No, Ellie —comenzó George suavemente, como si le hablara a una niña pequeña—, sabes que bromeamos. Aunque no es broma cuando decimos que si te hace algo lo dejaremos sin dientes.

Uf... sonrió.

—Sí, ese tontito se va a arrepentir si te hace algo que a ti no te gusta —agregué.

—Bueno, pero que no les desagrade, solo somos amigos, ustedes saben que novios... desde lo de Pucey...

—Sí, no te preocupes, ahora corre, niña. Tu cuchurrumín espera —bromee.

Ella nos sonrió para luego levantarse e irse algo dubitativa por el camino hacía las tiendas.

—George, ¿Deberíamos volver a amenazar a Adrián? —me escuché preguntar— Nisiquiera se ha acercado a ella, pero creo que al menos tuvo que haberle pedido perdón...

—No lo sé, le dolió lo que le hizo y aún más romperle, no creo que tenga ganas de que, meses mas tarde, se acerque siquiera a hablarle.

—Cierto, mejor hay que mantenerlo lejos...

Nos quedamos unos momentos en un cómodo silencio, cada uno sumido en sus pensamientos, hasta que George habló:

—Ese Alexander parece tratarla bien...

—Sigue estando en la mira, cualquier hombre que no sea de nuestra confianza es peligroso para ella. Digo, mírala, el inútil de Pucey la rompió en un par de meses.

—Sí... Pero no nos entrometamos mucho, sabemos que ella puede cuidarse sola.

—George, la última vez que dijiste eso se nos escapó el detalle de que Pucey la había engañado.

—Pero solo porque le dimos el mapa a Harry...

Negué con la cabeza.

—No importa, ya no dejaré que alguien más la lastime.

—No dejaremos —corrigió mi gemelo.




Nota de autora

OK PERO LOS PENSAMIENTOS DE FRED 📈

Dos almas | Fred WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora