11. Dayana

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Esa mañana desperté sola, Alexander se había ido

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Esa mañana desperté sola, Alexander se había ido. Me levanté con las pocas ganas que tenía y me vi en su espejo. Ahí, con los ojos y labios hinchados por dormirme llorando, con una remera de Gryffindor el doble de grande que yo y un pantalón demasiado corto para ser permitido en Hogwarts, me di cuenta que estaba siendo una tonta.

A Fred jamás le había dado indicios de estar interesada en él, pero él tampoco a mi. Y los momentos que pasamos compensan esas palabras, pero aún así, incluso bailando en las prácticas, hablando por horas durante las madrugadas, él se decidió por Angelina, su otra mejor amiga. Aunque entre mejores amigos no se comen la boca como animales.

Salí de la habitación y bajé las escaleras hacia la Sala Común, debía pasar el salón para ir por las escaleras hacia los cuartos de mujeres. Pero claro, era tarde ya, algunos alumnos estaban dispersados por la Sala Común, otros durmiendo su siesta en los sillones, rodeados de amigos que intentaban hacer una fila de objetos sobre la cabeza de la persona dormida.

Justo cuando bajé el último escalón, quise hacerme pequeña con la cantidad de miradas que cayeron en mi. Caminé rápidamente dos metros a la derecha, donde se encontraba la escalera hacia los cuartos. Murmullos se escuchaban mientras yo me perdía de su vista por las escaleras. Abrí la puerta de mi cuarto, cansada, y para mi suerte, mi compañera no estaba. Me encontraba sola.

Me metí al cuarto de baño sin pensarlo dos veces y en cuanto el agua caliente tocó mi cuerpo, pude relajarme. No sé cuánto tiempo estuve ahí dentro, tal vez, ¿dos horas? No lo sé.

—¡Maldición, Eleonor! —farfullé viéndome en el espejo— Tienes 15 malditos años, contrólate —me dije a mi misma.

Al terminar con mis autocastigos, decidí escaparme e ir al lago. Sentí el peso de unos ojos sobre mí, pero cuando me giré, no había nadie. Le quité importancia y me senté en la orilla, despejando mi mente.

Habia decidido llevar mi cuaderno, por si me apetecía dibujar o escribir lo que sea. Y eso hice, estuve un largo tiempo dibujando el lago y las sirenas que subían a las superficie hasta que volví a sentir una presencia detrás mia.

No tuve tiempo a fijarme cuando sentí —porque no vi— una mano en mi hombro y una persona hablar.

—¡Qué bonito dibujas!

—¡AAAH! —grité del susto y me moví tan rápido que caí de bruces al agua.

El cuaderno voló, para mi suerte, hacia el otro lado y cayó sobre un tronco.

Una cabeza pelinegra fue lo que vi cuando me levanté. Y sí, solo la cabeza, y flotando.

—¿Te gusta? ¡Me la compré hace dos días! —exclamó sacando su capa de invisibilidad de su cuerpo.

—Yo también me alegro de verte, Dayana —sonreí negando con la cabeza.

Dayana era una Slytherin un año más pequeña, mi dulce y preciada mejor amiga.

Dos almas | Fred WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora