Capítulo 10: "Algo sabe mamá"

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Sabine miraba a su hija revólver la tasa de café como si fuese lo último que haría en su vida.
El café que estaba preparando su hija poco se parecía a un café de verdad, pero esta poco se había percatado de lo que hacía, ya que se hallaba encerrada en su mente batallando con quien sabe que cosa.

La mujer suspiró. A pesar de los años, su hija no cambiaba. Solía ahogarse en un vaso de agua cuando todo se complicaba. Era cabeza dura, pero muy sensible y eso le había traído varías complicaciones desde que era niña.

Sintió que era hora de ponerle fin al sufrimiento de esa pobre taza, que sonaba sin parar a causa de los fuertes golpes de la cuchara que su hija producía.

—Marinette...— le llamó, aunque su hija ni se mosqueó. —Hija...— finalmente la mencionada levantó la vista, encontrándose con los ojos de su madre quienes la observaban con preocupación.

—¿Que pasa?

—¿Estas bien?

—Claro. Estoy haciendo café— intentó desviar el tema, ya que su madre solía descifrarla con mucha facilidad.

—Cariño, con todo respeto...eso tiene pinta a cemento para rebosar una pared que café— la azabache dirigió su vista a la tasa y se sorprendió ante tal asquerosidad que estaba preparando.

—Creo que me pase de azúcar— rio nerviosamente.

Sabine se acercó a su hija, sentándose a su lado mientras tomaba su mano con delicadeza.

—Te conozco, Marinette— le dijo. —, se cuando algo te ocurre. Tu padre podrá creerse las mentiras que le dices pero yo no. Anda cuéntame— hizo una pausa levantando la cabeza. —, ¿que pasa?

La azabache suspiró rindiéndose, su madre era difícil de esquivar.

—Hice algo muy malo, mamá.

—¿Renunciaste a tu trabajo?

—No.

—¿Mataste a alguien?

Frunció el ceño ante tal pregunta.

—No.

—¿Chocaste el auto de tu padre?— Marinette negó. Cuando llegó a Paris se encontró con la noticia de que Tom se había comprado un auto, el cual estos días, se lo había prestado para ir y venir.

—¡Ya se!— los ojos de Sabine se iluminaron. —¿Estas embarazada?

—¡Mamá, por favor, no!— exclamó rápidamente.
—Todavía ni si quiera cumplo veinticinco. No puedo tener hijos ahora, aún soy muy joven.

—Yo te tuve a los veintidós— le recordó.
—Además, ¡a tu padre y a mi nos haría tanta ilusión!, ¡siempre hemos querido un nieto tuyo!

—Se van a quedar con las ganas— sonó más como queja. —Porque al paso que voy...

—¿Entonces que es eso tan malo que has hecho?

Soltó todo el aire por su boca.
No sabía como iba a tomárselo ella, no era una noticia muy agradable respecto a su persona.

—Bien...mmm...¿Como empezar?— comenzó a mover su pierna de arriba a bajo nerviosamente.
—¿Recuerdas a Adrien?

—¿El chico por el que has estado obsesionada toda tu secundaria?, ¿el que has tenido todo tu cuarto repleto de sus fotos y el cual no dejabas de hablar de él?—Marinette se sonrojó levemente. —Si, creo que si. Algo me acuerdo de él— bromeó con una sonrisa.

—Gracias por recordármelo, mamá— se avergonzó. —Bueno...el otro día fui a lo de Alya, y lo vi. Estuvimos hablando y...

"Nos besamos como locos contra el sofá de mi amiga"

No. No podía decirle eso a su madre.

—Y, bueno...luego terminamos besándonos— soltó de una vez con los ojos cerrados.

Esperó la reacción de su madre, la cual aún parecía procesar la información.

—¡Pero eso es fantástico!— se emocionó.
—, ¡has estado enamorada de él desde los trece!, además de que recuerdo que era un chico excelente. Después de todo lo qué pasó con su padre, pobrecito...— se lamentó.

—Lo se...el es excelente, y encantador y atractivo...— divagó un poco. —Pero el problema es que...está apunto de casarse, mamá.

Toda la alegría de su madre se esfumó.

—Oh...

—¿Soy una persona horrible verdad?— comenzó. —, traicioné a una persona que fue mi amiga en su momento. Le he robado el novio a otra mujer, ¡Soy un desastre!

—Oye, oye— le intentó tranquilizar tomando sus hombros. —Lo que hiciste estuvo mal, en eso tienes razón. Pero tampoco es tan grave, Marinette.

—Ellos iban a casarse, eran felices hasta que yo llegué.

—Marinette, un hombre que busca amor en otra mujer no es feliz— impuso firme.
—Por su puesto que eso no es excusa para traicionar a su novia, pero Adrien tendrá que hablar con su prometida y explicarle todo.

—Lo se, es lo que yo haría en su situación— admitió. —Pero el solo hecho de pensar que pueden llegar a romper su compromiso por mi culpa...me mata.

Su made se acercó más, abrazándola, depositando un beso en su cabeza.

—Tal vez sea lo mejor para Adrien— suspiró. —Siempre supe que ustedes dos terminarían juntos otra vez. No importa cuando tiempo pasara.

La peliazul se apartó de ella observándola con sorpresa.

—¿Como sabes?...

—¿Que como se que han estado juntos antes?— terminó por ella con una sonrisa.
—Hija, ya te lo dije, te conozco desde que naciste. Has estado enamorada de él por mucho tiempo, y el también. Se que en estos seis años viste a otros chicos...hasta tuviste novio, pero en el fondo muy bien sabía que aún no olvidabas a Adrien. Y que nunca lo ibas a hacer.

Los ojos de la azabache comenzaron a aguarse.

—Mamá...

—Cariño...cometí un error hace seis años al no decirte que ese chico era el amor de tu vida— habló con firmeza. —Pero ahora te lo digo. Ese chico es el amor de tu vida, no dejes que se vaya.

—¿Pero que es lo que supones, mamá?— inquirió a la defensiva. —¿Que se lo robe a Kagami?— soltó con ironía.

—No, claro que no. Pero si el termina su compromiso por su cuenta, no le cierres la puerta.— le aconsejó. —Date una oportunidad, hija, ya lo perdiste una vez, no lo pierdas de nuevo.

Por un segundo, las palabras de su madre casi que habían intentado convencerla.
Sin embargo, limpió sus lágrimas poniéndose firme.

—Puede que tengas razón. El es el amor de mi vida, es la única persona que voy a amar en toda mi vida. Nadie podrá ocupar su lugar nunca— admitió con la voz entre cortada. —Pero que el y yo estemos juntos es un error. Volveré a Nueva York y seguiré con mi vida. Si el quiere romper con Kagami es su problema. Debo volver y quedarme en Nueva York como siempre debió haber sido.

La mujer soltó un bufido.

—Mira que eres cabeza dura...

Después de soñar tantos añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora