x. liliandil

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𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐈𝐄𝐙
𝐋𝐈𝐋𝐈𝐀𝐍𝐃𝐈𝐋

𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐈𝐄𝐙𝐋𝐈𝐋𝐈𝐀𝐍𝐃𝐈𝐋

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     Y así lo hicieron. O al menos Caspian, Edmund, Lucy y Reagan, siempre que el resto siguiera en la mesa, disfrutando del festín que tenían delante.

La estrella los guió a través de un bosque, dejando una suave luz azul detrás de ella mientras caminaba. No tardaron en llegar a un balcón y vieron aparecer ante ellos una isla aterradora. Era lo que Coriakin había llamado la 'isla oscura'.

—Coriakin dijo que romperíamos el hechizo poniendo las siete espadas sobre la mesa de Aslan—,recordó Caspian.

—Dice la verdad—.

—Pero sólo encontramos seis—,les recordó Edmund,—¿sabes dónde está la séptima?—.

El humor de Liliandil había cambiado por completo en ese momento. La encantadora sonrisa que la caracterizaba había desaparecido y presentaba un semblante preocupado, como si algo la persiguiera. Los narnianos no tardaron mucho en entenderlo: la séptima espada estaba en la isla oscura.

Los cuatro gobernantes se miraron entre sí, sin saber qué decir o hacer. La isla empezó a brillar en verde, haciendo que Reagan casi se ahogara con el aire. Edmund le puso una mano en el hombro mientras Liliandil seguía hablándoles. No debían perder tiempo y dirigirse inmediatamente a la isla.

—¿Nos volveremos a encontrar?—le preguntó Caspian, esperanzado, a lo que Liliandil se limitó a sonreír y despedirse antes de desaparecer en una brillante bola de luz azul en el cielo.

Volvieron a la mesa de Aslan, Caspian y Lucy delante de Reagan y Edmund, que caminaban de la mano sin decir una palabra. Tenían la mente puesta en el gran peligro que les esperaba en dicha isla, sin saber si alguien moriría ahí dentro o si conseguirían la espada con éxito y volverían al castillo, donde podrían vivir felices para siempre.

Llegaron sin problemas a la mesa de Aslan una vez más, donde la tripulación seguía comiendo, aunque la comida no había disminuido de alguna manera. Todos volvieron al barco, mientras Caspian informaba al capitán sobre lo que les había dicho Liliandil y sobre lo que tenían que hacer a continuación. El viaje no fue demasiado largo, pero parecía que iban a propósito más despacio, temerosos de la isla y de lo que pudiera depararles.

Por muy ocupada que estuviera la mente de todos, Edmund encontró tiempo para tirar de Reagan a un lado y tomar sus dos manos, mirándola directamente a los ojos.

—Sé que no serviría de nada decirte que te quedes en el barco—,comenzó suavemente, haciendo sonreír a Reagan,—así que sólo quiero que te quedes a mi lado en todo momento. No podría perdonarme si te pasara algo—.

—No me pasará nada, Edmund—,le susurró ella, sin creer lo que decía,—he mejorado con la espada, ¿recuerdas?—.

Ambos rieron levemente y Edmund besó suavemente los labios de Reagan, seguro de que volvería a besarlos pronto. Aun así, intentó disfrutar del beso todo lo que pudo, por si acaso. No tenían planes de separarse pronto pero Caspian los interrumpió pasando a su lado y cantando una canción infantil sobre ellos besándose bajo un árbol.

Sonriendo en los labios del otro, ambos rompieron el beso antes de soltar una carcajada y caminaron (aún de la mano) hacia el timón, donde estaban el capitán, Caspian y Lucy.

—¿Qué puede haber ahí dentro?—,preguntó un minotauro con las manos (o las patas) sobre el timón.

—Nuestras peores pesadillas—,afirmó Edmund.

—Qué manera de ser positivo, Ed—,replicó la princesa tratando de quitarle peso a la conversación, aunque un nudo comenzó a formarse en su garganta, quebrando un poco su voz.

—Pura maldad—,concluyó el capitán y ordenó que los arqueros se prepararan, por si acaso ocurría algo ahora que se acercaban a tierra.

Los hermanos Pevensie, Caspian y Reagan entraron en sus respectivas habitaciones para prepararse para descender. En la habitación, las chicas encontraron a Gael sentado en la cama, sonriéndoles mientras se miraban en el espejo. Lucy y Reagan comenzaron a ponerse el cinturón, ante la atención de la pequeña.

—Cuando sea mayor—,interrumpió el silencio haciendo que ambos se giraran para mirarla,—quiero ser como ustedes—.

Sonrieron y Lucy contestó:—cuando crezcas, debes ser igual que tú—.Las tres se sentaron y se abrazaron, sin murmurar una simple palabra pero con el mismo pensamiento rondando sus mentes.

En la otra habitación, Caspian y Edmund se estaban poniendo la armadura, en completo silencio hasta que Caspian lo rompió.

—Tú y Reagan, ¿eh?—

—No es que no lo supieras—,respondió Edmund, tratando de ocultar el rubor que había aparecido en su rostro.

—Sí lo sabía, pero burlarse de ti y ver cómo te sonrojas... nunca pasa de moda—,se rió.—¿Qué piensas hacer cuando todo esto termine?—.

—¿Qué quieres decir?—

—Bueno... sabes que no puedes quedarte aquí para siempre, al igual que Susan y Peter no pudieron. Y si vuelves a tu mundo, hay dos opciones posibles: o Reagan se queda aquí y crece mucho más rápido que tú, o vuelve también a tu mundo pero vuelve a ser una niña.—

Edmund no había pensado en eso, y escuchar esas palabras le hizo soltar la espada sin querer. Bueno, siempre podían pedirle a Aslan que les arreglara eso, ¿no? ¿O no? De hecho, ¿volverían a ver a Aslan? Caspian pudo ver la tristeza que se había apoderado del muchacho, así que cambió completamente de tema tan rápido como pudo.

—Dejaste tu espada—,señaló. Ahora no tenía espada para luchar en caso de que la necesitaran.

—No era mía para guardarla—.

—Usa esto—,le ofreció Caspian tomando la espada más poderosa y famosa de Narnia y entregándosela al muchacho,—Peter querría que la tuvieras—.

Sonriendo el uno al otro, Edmund tomó la espada con la que había soñado tantas veces. Conocía cada detalle del brazo como la palma de su mano. La sacó de su vaina y leyó las palabras que tenía grabadas, su mente volvió a los viejos tiempos.

Los dos reyes salieron de la habitación, chocando con las chicas en el proceso.

Los dos reyes salieron de la habitación, chocando con las chicas en el proceso

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𝐒𝐀𝐈𝐋𝐎𝐑 | ᵉᵈᵐᵘⁿᵈ ᵖᵉᵛᵉⁿˢⁱᵉ ⁽ˡᵃˢ ᶜʳᵒⁿⁱᶜᵃˢ ᵈᵉ ⁿᵃʳⁿⁱᵃ⁾ ² ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora