LONELY [kookmin]

veinticuatro

Jeongguk solía creer en la magia, hace mucho tiempo.

Cuando aún luchaba por no caerse de su bicicleta; cuando a escondidas metía dulces por debajo del mantel para llevárselos a la boca. Antes, cuando su madre lo regañaba por mancharse la ropa de tierra. Esos tiempos donde todavía le tenía un poco de miedo a la oscuridad, sin embargo, nunca lo dijo en voz alta por vergüenza.

Pensaba que la magia existía cuando tenía siete años y estaba convencido de que las cosas podían desaparecer en el aire. Tenía fe en la magia cuando tenía diez años y encontraba dinero por la calle.

Confió en la magia cuando tenía doce años y tuvo su primera novia. Ella trató de besarlo y él se apartó, susurrando un secreto al aire frío y conteniendo la respiración.

Y ella se lo había prometido. Le había prometido con ojos sinceros que no se lo diría a nadie; permitiría que Jeongguk siguiera siendo Jeongguk por el resto del año escolar. Le había prometido que no le quitaría eso, nunca.

Él esperaba que ella fuera la encarnación de la magia, con su largo cabello negro y sus ojos benévolos. Sentía que la magia brotaba en forma de pequeñas chispas, las cuales se convertían en fuegos artificiales e iluminaban completamente su vida, manteniéndolo a salvo y seguro. Creía que la magia estaba en los buenos, en los de buen corazón, los comprensivos, en las flores que cultivaba en su jardín porque su madre le decía que era un buen pasatiempo.

No obstante, una semana después, ese "rumor" se levantó como un viento bajo sus piernas. Y se hizo lo suficientemente fuerte como para arrastrar a toda su familia a un camión, sus cómics a cajas, su vida a otra ciudad.

Las flores de su jardín murieron, y su creencia en la magia también.