IV

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―¡Esto es magnífico! ―exclamó Aro con aquella voz suya. Sus ojos rojos clavados en la rubia brillaban con ambición. ―¡Jamás había visto un don tan maravilloso!

Félix la había arrastrado hasta la sala de tronos. Los reyes habían quedado alucinandos al ver los ojos azules de la antigua guerrera, sus mejillas antes pálidas habían vuelto a su antiguo sonrojo.

Alucinante. ―dijo Marcus con la espalda enderezada.

¿Cómo lo has adivinado? ―exigió Caius con el mismo brillo ambicioso de Aro.

Solo ha sucedido, amos. ―respondió mirando al suelo. ―No sé cómo lo he hecho. Solo surgió de la nada.

¿Crees poder hacerlo con otro vampiro? ―Aro se levantó de su trono, acercándose con una gran sonrisa a la rubia. Félix a su lado alzó las cejas.

No lo sé. ―respondió. ―No sé cómo lo hice, no creo poder hacerlo con alguien más.

Entrena. ―ordenó Caius. ―Esto es un gran logro, puede beneficiar a los Vulturis.

Pero...

¿Sí, querida? ―Aro la miró con una sonrisa falsa cuando Eryn cerró la boca ante la mirada amenazante de Félix sobre ella.

Nada, amo. ―miró sus dedos, jugando con ellos.

Ve a entrenar. ―ordenó Aro, dándole una mirada complice a Félix. ―Félix querido, ¿Podrías comenzar con su entrenamiento?

Por supuesto, amo. ―respondió Félix. ―Sería un gran honor entrenar a mi maravillosa mujer.

Eryn sintió un escalofrío cuando la sonrisa oscura de Félix se posó sobre ella.

¡Maravilloso! ―Aro dio un aplauso al aire. ―Vayan queridos, no querrán hacernos esperar ¿O sí?

Claro que no, amo. ―negó Félix tomando sin delicadeza el brazo de la vikinga. ―Le aseguro que ella podrá tener total control de su don.

𝙶𝚘𝚛𝚖𝚜𝚜𝚘𝚗² | 𝚃. 𝙳𝚎𝚗𝚊𝚕𝚒/𝙶𝚊𝚛𝚛𝚎𝚝𝚝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora