VIII

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La reina Didyme había muerto.

Había sido una noticia que Eryn no esperaba. Una de sus salvadoras había perdido la vida en el mismo castillo, el rumor se esparció con rapidez, nadie sabía quién la había asesinado.

Los vampiros hablaban, y aquellos rumores finalmente llegaron a sus oídos. Todo fue dos semanas después luego del nacimiento de sus hijos.

Sí, hijos.

Fue una sorpresa para Eryn, había escuchado de pocas mujeres que tenían dos hijos, jamás pensó que ella sería una de ellas. La mayor era Hela, una niña rubia, sus ojos azules y feroces le dieron el nombre, su hija sería una gran guerrera, encargada de deshacerse de la gente sin honor, con su encanto los enviaría al Hellheim sin piedad.

Ragnar nació unos minutos después, con el cabello castaño de Félix, sin embargo vio la fuerza en sus ojos marrones, vio la determinación, había escuchado del vikingo llamado Ragnar, aquel rey y sanguinario que lideró filas de hombres y mujeres, aquel vikingo rebelde que surcó los mares y se ganó el respeto de las personas hasta el día de su muerte.

Eran sus hijos... y crecían algo rápido, Dorcas había descubierto que la razón era porque la sangre no corría en ellos, eran 100 por ciento vampiros, y no sabían hasta que edad llegarían, hasta el momento se veían de diez años, y habían reconocido a Dorcas y a Killian como sus protegidos.

Ahora eran una familia.

Habían decidido irse de la cabaña, cuando notaran que Eryn ya no se encontraba embarazada y estaban en compañía de dos niños que un crecimiento anormal, alertaría a todos, y aquello llamaría la atención de los Vulturis.

Tome mi mano, cariño. ―Dorcas se dirigió a un hiperactivo Ragnar, quién obedeció al instante a su protegida.

Amor, ¿No quiere que la lleve en mis brazos? ―Killian miró a Hela, cuyos se fruncieron en una mueca de disgusto.

𝙶𝚘𝚛𝚖𝚜𝚜𝚘𝚗² | 𝚃. 𝙳𝚎𝚗𝚊𝚕𝚒/𝙶𝚊𝚛𝚛𝚎𝚝𝚝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora