Eryn Gormsson, una leyenda para los amantes de la historia, una heroína para aquellos que les encantaba la guerra y un orgullo para las mujeres guerreras.
Solo iría a Forks para ser testigo de los Cullen, pero terminó encontrando a dos compañeros, s...
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El claro estaba cubierto de nieve.
Los testigos se encontraban esperando la llegada de los Vulturis, todos nerviosos por lo que se venía.
Garrett rodeaba su cintura, y abrazaba a Hela por los hombros. Eryn sostenía la mano de Tanya, dándole su apoyo, recordándole que se encontraba para ella.
Ragnar se encontraba a un lado de Tanya, con la intención de cubrir a la compañera de su madre con su cuerpo.
―Quiero arrancar sus malditas cabezas. ―gruñó Alessia desde su lugar, siendo escuchada por los demás. ―Me sentiría bien si me dejan al imbécil de Caius, no lo toquen, es mío.
―No te apresures, brujilda. ―la tranquilizó Emmett. ―Veremos que sucede.
Ragnar comenzó a dar saltitos en su lugar, parecía estar preparándose para la llegada de los Vulturis. Tanya sostuvo la mano de su hijastro buscando tranquilizar cualquier miedo o estrés que estaba sintiendo.
―Ahí vienen. ―el susurro de Genevieve Rousseau llegó a los oídos de todos. Los testigos se enderezaron.
Eryn sabía que los Vulturis era un gran clan, pero el paso de los años había aumentado su numero. Casi se le va el aire al ver que eran el doble de ellos. Caminaban a la lejanía, con un paso ridículamente lento, las capas negras cubrían sus cabezas, por lo que era imposible ver los rostros de los vampiros quiénes ya hacían acto de presencia en el claro nevado.
―Ya vienen los casacas rojas, ya vienen los casacas rojas. ―canturreó Garrett, intentando aligerar el ambiente en el aire.
Cuando los Vulturis estuvieron más cerca, Eryn fue capaz de distinguir a los tres reyes principales.
―Aro está buscando a Alice. ―susurró Edward.
―¿Por qué será? ―bufó Hela.
Entonces los aullidos de los quileutes comenzaron a resonar por el claro.
