Prólogo. Delirios de grandeza

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La gente ama, pero muchas veces sin darse cuenta, ama a personas equivocadas y se enteran hasta que es demasiado tarde para hacer algo al respecto.

Algo como huir.

Porque huir es un acto de cobardía y el amor no es cobarde, pero salvarse es un acto de amor puro que no encuentras en otro lado más que en ti mismo.

Y tal vez ese deba ser el único amor que algunas personas deben tener, y el que por alguna razón, más les cuesta encontrar.

[...]

Los gemidos suenan ahogados creando una canción que suena vieja y desgastada, los jadeos dan un toque morbido al asunto porque rozan lo bestial y en conjunto con sonidos húmedos y la cama rechinando crean la sinfonía perfecta para destruir a una persona completa en un instante aterrador.

Todos se congelaron, unos por inercia, otros por sorpresa, Izuku por dolor y angustia pura acumulada en su corazón.

Los amigos de Izuku voltearon la cara hacia otro lado, luciendo demasiado apenados de actuar de otra manera, sin querer decir nada en voz alta pero gritando todo con simples muecas, los amigos de Katsuki por otro lado pusieron sus rostros simplemente neutros. Rostros ensayados para poner en entrevistas problemáticas o al hablar de temas sensibles.

Izuku se dirigió a su recamara, aquella que compartía con su esposo desde que se mudaron juntos hace 4 años, no siente que su mundo se pueda mantener en pie por mucho tiempo pero sabe que debe ver la traición en persona para poder recoger la dignidad que ya no le queda y depositarla en una maleta para escapar de aquella casa.

3 de esos años, según recuerda, estuvieron felizmente casados.

Voltea al pasado, cuando sosteniendo las manos contrarias, recito sus votos, ya no puede recordar exactamente como fue que los dijo, la sensacion de felicidad que le causaba mirar al recuerdo en sus memorias ha desaparecido y la ansiedad se mueve hacia el fondo de su estómago, generando un ajugero negro que absorve de manera teatral todo rastro de felicidad de su cuerpo. Es trágico.

Nunca ha muerto.

¿Así se sentirá morir?

Siempre había mantenido sus votos, no recuerda de qué iban en ese momento eso es algo seguro, pero recuerda su lealtad absoluta. Recuerda la mirada roja que atravesaba su cuerpo y alma mientras los recitaba. Recuerda cómo, con aquella voz ronca y tan perfecta, su alfa procedió a recitar los suyos, aquellos que ahora rompía como basura.

Que montón de mentiras.

Izuku no recuerda cuales fueron las mentiras, pero no le importa mucho porque lo que está descubriendo no deja duda a nada. Ni siquiera tuvo que pensarlo mucho, el aroma de regaliz y camelias inundaba el lugar, mesclándose con la madera y ceniza. Izuku tenía ganas de vomitar, el olor era nauseabundo y aun no llegaba del todo al cuarto, aún había una puerta de caoba manteniéndolo en un mundo de estupidez e ignorancia.

Quiere quedarse en ese mundo pero siempre ha sido una persona con principios y no puede fallarse, no de esta manera.

Ese día, era su cumpleaños número 26. Se supone que tendrían una fiesta, no se lo recordó a Kacchan porque esperaba que su esposo lo recordará. Ahora se da cuenta de que su esposo tenía otras cosas en que pensar. Se odia por no haberse dado cuenta antes.

Debió sospechar, había tantas señales, debió dejar de aferrarse a una ilusión podrida que comenzó a alimentar años atrás. Cuando un alfa te trata como que no le importas no hay dobles intenciones, genuinamente no le importas, eso le había dicho su madre. Pero el hizo excusa tras excusa para Katsuki porque estaba cegado de amor.

Delirios de un todo [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora