Insane.

2.5K 259 169
                                    

Steve había metido sus manos por debajo de la campera de cuero de Eddie, justo en la zona de sus hombros, logrando deslizar la misma por estos, pasando por sus brazos para sentir la textura bajo sus dedos, hasta que la antes nombrada terminará en el suelo. Eddie no había puesto objeción a esto, es más, había aflojado sus músculos para que la tarea se volviera una más sencilla. Efectivamente lo fue.

Por su parte, sus manos viajaban por el torso de su chico, apretando el mismo sin descaro alguno, tocando y descubriendo cada rincón de su pecho y espalda. Se quedó un rato recorriendo la longitud de esta última, marcando y apretando con la yema de sus digitos, arrastrando sus uñas por la tela de aquella zona. Con esto se hizo a la idea de lo fuerte y fornido que era. Sí, se notaban los años de natación, guardavidas y bla, bla, bla que el menor había mencionado alguna vez. Lo cierto era que esa vez, cuando Harrington enumeraba sus logros deportivos, también se había perdido en su espalda, pero tocarla se sentía mil veces mejor.

Steve avanzó sobre sus pasos, tratando de tomar el control de la situación, logrando que el rizado retrocediera hasta el sillón, no sin antes tropezar con la campera anteriormente arrojada al suelo. Lograron reincorporar sus pasos, entre pequeñas risas y manos traviesas que apretaban nucas y caderas de forma brusca, jugando hambrientas a descubrirse. Eddie lo siguió a ciegas, concentrando su boca en morder y lamer la mandíbula del castaño, llevándose gran parte de su loción en sus labios. Poco le importó; los sonidos que escapaban de la garganta que atacaba eran razón suficiente como para soportar el amargo sabor sin rechistar.

Pronto el rizado fue empujado hacia atrás, cayendo de manera brusca, pero amortiguado por los brazos de Steve, a lo que él creía era el sillón de la sala de estar. Agradeció esa mano en su espalda baja que lo ayudó a recostarse mejor sobre los almohadones; lo último que quería era un dolor de cintura, pero sus pensamientos fueron dispersos cuando la mano de Steve tomó uno de sus muslos y lo tiró hacia él. Una cercanía brusca, de golpe, como si hubiera sido arrancado de un momento a otro de sus pensamientos. Satisfactorio. Todo en Eddie tembló. Sus piernas habían quedado encimadas sobre los muslos del menor, justo a cada lado de su cadera, dejándolo totalmente expuesto y abierto a él. Esto lo había puesto un poco nervioso, pero sin embargo, se dejó llevar por la situación, cerrando sus puños en el cabello del menor cuando su boca capturó la suya nuevamente.

Un labio fue mordido, arrancando un gemido con una mezcla de placer y dolor. El sabor metálico de la sangre se hizo presente a mitad del beso, pero ellos siguieron escalando sin reparar mucho en ello. Steve juraba que el ambiente se había puesto húmedo. Nunca pensó lo mucho que podía gustarle Eddie, hasta que lo observó elevando sus caderas, buscando más cercanía con él. Tratando de sentirlo a piel, deseando que la ropa desapareciera. Ahogó un sonido de sólo sentirlo y pensarlo, apretando las propias en respuesta, en busca de más intimidad. Munson suspiró. Las manos de Steve viajaron desde los muslos contrarios, marcando y sujetando el trayecto por la subida hacia sus caderas, logrando que los jadeos se hicieran más presentes. La música había pasado a un plano casi inaudible para ellos. Las manos ajenas en su nuca lo aprisionaban, manteniéndolo ocupado en un beso que había logrado humedecer su ropa interior. No podía creer que el rizado tuviera la capacidad de calentarlo sólo besándolo, pero su entrepierna ardía como la mierda, y la lengua de Eddie acariciando la suya, desesperada, bruta, causaba que mantener la cordura no fuera tarea fácil. El sabor de esa mezcla de madera, caramelo y cigarrillo se hacía tan presente para él. Creía descubrir un sabor nuevo en cada movimiento, algo que lo atrapaba y lo invitaba a explorar más. Steve quería sentir más de eso.

Sus manos subieron lentamente la remera del mayor, arrastrando la tela por su piel, sintiendo cada cicatriz aún marcada en aquella zona abdominal tan sensible para el ajeno. Había pequeños surcos sensibles al tacto. Steve murió de ganas de besar aquella zona, curar cada herida con besos y lamidas. Eddie se removió bajo su tacto, gruñendo tenso.

Don't ya, big boy? [Steddie] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora