Let's play.

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Entonces a Will le gusta Mike. -La noche los golpeaba y encontraba a ambos muchachos totalmente entretenidos en un juego de cartas, enfrentados en el suelo de la habitación del mayor. La música, como siempre, acompañaba el ambiente en un volúmen bajo. Steve comenzaba a tomarle el gusto a aquel sonido ruidoso.

Ajá. -Confirmó el menor, lanzando una carta al medio de ellos.

Y tú... -El rizado gesticuló con su rostro, inflando sus mejillas mientras tomaba valentía para la pregunta. Trataba de parecer interesado en el juego. -¿Le hablaste de mí?

Por un momento, el castaño se quedó quieto, sintiéndose nervioso por aquella pregunta en cuestión. Le daba cierta vergüenza admitir que había mencionado sus sentimientos por él, ya que nunca habían hablado de tales entre ellos. No parecía ser necesario. Las cosas habían fluido naturalmente y ni siquiera se habían tomado el tiempo de cuestionarse qué era lo que sucedía entre ellos, porque cuando cayeron en cuenta, a ninguno de los dos le pareció raro que sus manos estuvieran entrelazadas. En parte eso era algo que le encantaba a Steve sobre esto; todo se había dado de forma muy inocente y casi espontánea. Los ojos de Eddie lo espiaban a través de las cartas, por lo que el menor carraspeó antes de hablar.

Sí, bueno... Puede. -Las cejas de Eddie se alzaron. Steve le lanzó una mirada tímida. -Puede que haya mencionado algo sobre mi confusión con un chico, aunque no di detalles sobre eso.

El mayor dejó la baraja de cartas que traía en la mano, y con ayuda de sus piernas, acortó los centímetros que lo separaban de Steve, acercándose peligrosamente a él sin levantarse del piso. Básicamente arrastró el trasero por él. El castaño lo observó al tenerlo tan cerca, algo divertido y algo abrumado por la sensación. -¿Confusión?

Steve torció los ojos en respuesta. Sabía que iba a reparar en aquella palabra. -¿Tartamudee acaso, Munson?

No, para nada. Es sólo que... -Eddie miró hacía arriba, buscando palabras. -Yo diría que es más como... -Y sus inquietas manos volaron a las piernas de Steve, tomando estas para acariciar sus muslos con todo de ellas. Ni la tela de sus jeans podían amortiguar la sensación de sus anillos recorriendo su piel. -Hechizo, encanto, atracción.

Una risa entre tosca y nerviosa escapó de los labios de Harrington, algo avergonzado por saber que el mayor en parte tenía razón. Estaba totalmente embobado por él. -Cuidado, Munson. No vas a caber por la puerta con ese ego.

Sí, yo creo que sí. -Eddie le sonrió, mostrando todos sus dientes. El castaño aún no se acostumbraba a ver esa sonrisa de tan cerca, por lo que no pudó evitar respirar profunda y ruidosamente al observarla. Eso bastó para que el rizado depositará un beso fugaz en su mejilla, sonrojando la misma de inmediato debido al calor dado.

El menor depositó las cartas que aún traía en la mano en el suelo, y luego acarició el brazo del mayor con la punta de sus digitos, pasando por encima de sus tatuajes. Elevó su mirada, tomándose un segundo para apreciar cada fracción de su rostro, el cual aguardaba en silencio frente a sus ojos. -¿Y ahora qué hacemos?

Eddie se tomó un momento para mirar a su alrededor, pensando en qué otra actividad podían ocupar su tiempo. Un recorrido con la mirada por la habitación fue suficiente para encontrar su caja de D&D a lo lejos; no pudó evitar sonreír con malicia por eso. Bastó que el menor siguiera su mirada con la suya para darse cuenta y comenzar a negarse. Munson reprochó e hizo un puchero en respuesta. -Una partida. Puedo enseñarte.

Steve seguía negándose rotundamente, meneando su cabeza de un lado a otro mientras que sus brazos formaban una equis sobre su pecho. -De ninguna manera. No hay forma que yo acepte jugar eso.

Y como si de arte de magia se tratará, dos horas más tarde se encontraban totalmente hundidos en el final de una corta partida de simulacro que habían comenzado para poner en práctica las habilidades del nuevo jugador. Al castaño se lo notaba notablemente frustrado, acorralado contra la espada y la pared luego de que un Derro mandará a quemar su pueblo por un ejército de elfos enardecidos y hechizados por este mismo villano de la historia. Estaba harto de escuchar como a cada paso que daba, todo parecía salir peor, pero Eddie parecía disfrutar de su sentir. Ya había acabado con sus cosechas, sus animales, gran parte de los aldeanos e incluso lo había herido de forma crítica a él, escaseando su posibilidad de ganar a casi cero. Harrington volvió a tirar el dado, ya de mala manera por su poca suerte. El mismo rebotó repetidas veces antes de mostrar una cara. Falló. Tuvo que prepararse mentalmente para lo que seguía.

Don't ya, big boy? [Steddie] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora