Capítulo 25: Diplodocus

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Alicante. 18 de mayo. 15:25h.

Cuando mi hermana me dijo que tenía depresión me asusté. Inmediatamente después, ocurrieron dos cosas: la abracé muy fuerte intentando arrebatarle con mis propios brazos toda su tristeza y fui directa a casa de mis padres e hice las maletas para instalarme en su piso. No sabía bien qué se hacía y qué no en este tipo de situaciones, pero lo que tenía bastante claro era que no la iba a dejar sola, básicamente porque no lo estaba. Nunca fue mi intención ser invasiva (tampoco es algo que haya caracterizado la relación que teníamos ella y yo, más bien todo lo contrario), por eso, siempre respeté su espacio, aunque viviésemos juntas. Pero, dadas las circunstancias, se cambiaron un poco las tornas: era yo la que ahora ejercía de hermana mayor, la que la cuidaba más allá de un simple qué tal estás, la que le recordaba que debía tomarse la medicación, la que abría las ventanas para que el aire penetrase en la casa y se llevara la mala energía que viajaba alrededor y que consumía sus ganas de vivir. Fue duro, y no hablo del cambio brusco de roles porque nunca me supuso un sacrificio "tirar" de mi hermana. Lo digo por ella, que dejó de ser ella.

Por eso, tuvo que repetirme dos veces aquello.

-¿Estás hablando en serio?

-Hace meses que no bromeo...

Había dejado a Flavio en el portal. Mi intención era subir, darme una ducha rápida y cambiarme para ir a comer con él. No lo hice entrar en casa por lo de siempre, porque mi hermana no quería ver a nadie y sabía que le apetecería menos aún coincidir con alguien que no conocía. Ni siquiera había querido recibir a mis padres durante aquel tiempo, aunque creo que lo que pretendía con ellos era evitar que se encontrasen con una imagen de sí misma tan cambiada. Y es que impactaba: siempre había estado llena de luz y ahora costaba dar con un pequeño destello sobre ella. Había sufrido toda una antítesis y supongo que ser testigo de un transformación tan negativa como esa era algo para lo que mis padres no estaban preparados. Ser la intermediaria entre ambos bandos también tuvo su aquel...

La situación surgió de una forma repentina, sin que pudiera esperarlo. Estaba preparando mi bolso con prisa en el recibidor, a punto de abrir la puerta para marcharme, y ni siquiera la estaba mirando a la cara.

-¿Quieres venir con nosotros? -le pregunté como siempre que tenía algún plan e iba a salir de casa. Tenía tan interiorizada la pregunta que ni siquiera era consciente de lo que podría implicar un sí de su parte, sobre todo, porque nunca me encontraba con esa respuesta. Siempre era no, no, no, no, no.

-¿Adónde vais?

Aquí ya debí sospechar algo... Nunca me preguntaba nada, siempre abría la boca para decir que no y ahí se acababa la conversación. Pero no llegué a sospechar lo que iba a pasar porque... es que era imposible que mi hermana dijera que sí.

-A comer. No sabemos aún a qué sitio. Pero tienes comida en la nevera, ¿vale? Mamá me dio un par de tuppers ayer. Ponte un buen plato, por favor. Cómetelo todo y si necesitas cualquier cosa, llámame. No vamos a ir muy lejos porque...

-Voy con vosotros.

La miré con los ojos como platos, atónita. Me quedé unos segundos callada, observando su rostro que no parecía estar bromeando. Ahí fue cuando le pregunté si estaba hablando en serio y ella me contestó que hacía meses que no bromeaba con nada. Y era verdad porque ya empezaba a echar en falta sus chistes tan malos y patéticos, con eso lo digo todo.

Mientras mi hermana se arreglaba, además de sopesar su respuesta afirmativa y todo lo que ello implicaba, llamé a Flavio y subió a casa. Era la primera vez que entraba y, aunque yo no era la dueña de todo aquello, sí había bastantes detalles que me pertenecían o que, por lo menos, tenían mucho que ver con mi persona. Como la foto que había pegada en la puerta del frigorífico, en la que aparecía yo con tres años y un aspecto bastante zarrapastroso. Según mis padres, me había escondido en la comunión de mi hermana dentro de un pozo de poca profundidad durante alrededor de una hora. Yo insisto en que tuvo que haber una explicación racional para que yo hiciera aquello porque tampoco estoy tan chalada...

Atardecer en nuestra ciudadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora