«La cordura fue un solo pequeño precio a pagar a cambio de su supervivencia»
Todos los personajes menos los que no se mencionan en el libro son propiedad de Suzanne Collins
No se permiten copias ni adaptaciones
Ladyofthefire011
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El fuego de la hoguera danza bajo las estrellas, mi mirada está fija en Helena, quien traza formas con las cenizas de manera inconsciente. Me acerco poco a poco, ha pasado menos de una semana desde el baño de sangre, hemos quedado reducidos a seis tributos; Helena, Thadeus, Ariel, el chico del 8, la chica del 9 y yo. La advertencia de que la alianza debe romperse ya me invade el cerebro día y noche. Pero por una vez, mientras veo a la rubia que en más de un momento se a colado en mis pensamientos, permito que se aleje. Sin darme cuenta he avanzado hasta ella y me he sentado a su lado, gira la cabeza, dedicándome una sonrisa suave. -Siento lo de Aaron- la madrugada anterior aprendimos por las malas el efecto sorpresa de la Arena; se reduce, cada día que pasa se vuelve un poco más pequeña. Y todo lo que pilla el campo de fuerza vuela por los aires, Aaron fue la prueba de ello. Ella hace un gesto para restarle importancia: -No tuvimos mucha relación, hablamos varias veces en la escuela y poco más. El peso es más fuerte porque por lo menos era de casa. Asiento, realmente no me afectó, una muerte más siempre me beneficia. -Sabes que esto está a punto de llegar a su fin, ¿verdad? -Trato de no pensar en ello- me dice, mirándome Se ve jodidamente preciosa con la Luna bañándole el pelo y haciendo todavía más impresionantes sus ojos zafiro. Su piel blanca como la nieve está manchada de cicatrices color escarlata y unas pequeñas ojeras debajo de sus ojos. Aun así su belleza es incomparable. Ella levanta una mano fina y elegante, y con cuidado me coloca un mechón azabache detrás de la oreja. Cuando va a retirarla se la tomo con delicadeza, nuestros ojos se encuentran; azul y caoba se fusionan en una lucha contra la razón. Trazo lentamente el contorno de su palma hasta su hombro, paso las yemas de los dedos por su cuello. Helena cierra los ojos mientras contorneo su oreja y le acaricio la mejilla, estamos tan cerca que siento su respiración mezclarse con la mía, justo cuando nuestros labios van a tocarse me aparto de golpe, al mismo tiempo que el suelo retumba bajo nuestros pies. Nos ponemos apresuradamente en pie, Thadeus y Ariel salen corriendo del interior de la Cornocupia, ambos con el pelo despeinado. El suelo retumba otra vez y los grandes troncos de los árboles se tambalean de manera peligrosa. -¡Está volviendo a reducirse!- exclama Helena por encima del estruendo -¡Pero todavía no es la hora!- le grita en respuesta Ariel Pienso en el poco número de tributos y en las ganas de espectáculo de la gente del Capitolio -Quieren que se acabe ya- digo, comprendiendo - El gran enfrentamiento final Antes de que los demás puedan terminar de asimilar lo que conllevan mis palabras divisamos dos figuras que corren tratando de ponerse a salvo de los árboles que se tambalean en el bosque. Los profesionales nos miramos, probablemente esta sea la última batalla que pelearemos todos juntos, cuando termine solo uno estará en pie. Aprieto con fuerza las dagas en mis manos, observo a Helena, que se hecha el carcaj al hombro después de colocar una flecha en su letal arco de oro. Ella no me mira, los cuatro hachamos a correr en dirección a los dos tributos. Ellos corren todavía más rápido cuando nos ven, distingo al pequeño de doce años del ocho y a la peli negra del 9 -El enano es mío- grito en dirección de los demás, mientras voy detrás de él Veo su rostro enmarcado en pánico cuando ve que es mi objetivo. Se mete en el bosque, maldigo porque si entro puedo correr la misma suerte que Aaron, pero es mi única opción para demostrar a los del Capitolio de lo que soy capaz. Lo sigo corriendo más rápido, oigo pisadas lejos de mi; mis aliados han entrado también en el bosque. Me detengo para situarme, ando despacio buscando al niño. Lo diviso detrás de un árbol, en un espacio ligeramente más despejado, me acerco por detrás lentamente y con precaución. De cerca es todavía más delgado y esquelético, me sorprende que haya durado tanto, piso una rama a propósito. Él se da la vuelta sobresaltado, cuando me mira el terror pinta todas sus fracciones, se queda paralizado, temblando e indefenso. Le dedico una sonrisa siniestra, todavía nos separan unos metros. -Bueno, bueno... mira a quien tenemos aquí No habla, su boca se mueve pero no sale ningún sonido de ella, retrocede un paso -Veo que te gustó lo que hice en el entrenamiento- le digo haciendo referencia a cuando ataqué al maniquí con su número de distrito pintado El niño retrocede varios pasos más, yo me adelanto uno, el viento nos alborota el pelo y hace que se le erice la piel. El suelo tiembla bajo nuestros pies; debo darme prisa. -¿Quieres que te enseñe a hacerlo?- le pregunto con una sonrisa ladeada y una voz suave como un látigo de terciopelo El tributo niega frenéticamente y retrocede de manera apresurada; no le sirve para nada, salto sobre él como una fiera, agarrándole los brazos por detrás de manera que deja escapar un gemido de dolor. -Por favor... por favor- balbucea ridículamente con las lágrimas bañando sus mejillas Le hago un puchero en burla y le acaricio el cuello con la daga que acabo de coger del cinturón. -Despídete de mamá y papá, pequeño- le digo rebanándole en cuello Lo tiró al suelo, trata de respirar cuando el cañón suena. Miró por última vez el cadaver, parece todavía más débil; el pequeño cuerpo bañado en sangre. Echo a correr buscando a los demás, el terremoto a parado de momento, significa que en algún lado de este bosque algún tributo está dando un buen espectáculo. Paro de golpe, siguiendo de reojo un destello rojizo unos árboles más allá, me apresuro en ir a esa dirección. Observo lo que he encontrado, Ariel está apoyada en el tronco de un árbol con los ojos cerrados y de su mano izquierda mana un río de sangre. Como una leona en guardia abre sus ojos verde mar, mirando a su alrededor hasta que me encuentra; con las manos color escarlata y las dagas empuñadas. Se pone en pie de inmediato, ya no nos vemos como antes; aliadas, repartiéndonos las víctimas, no. Ahora somos enemigas, ambas luchando por la gloria que la otra también desea poseer. Saca su espada del cinturón, los movimientos con su mano izquierda son algo más lentos gracias a la profunda herida en ella, pero eso no hace que yo la subestime y que ella no me mande una mirada desafiante, sonrío sabiendo que me va a dar guerra. Yo avanzo primera lanzándole una estocada al hombro que ella para con su espada, su hoja resuena contra las mías a medida que la pelea se intensifica. Se notan sus años de entrenamiento, más sus músculos están tensos bajo la ropa desgastada por el tiempo de descuido en la Arena. Me ataca con fuerza y logra hacerme un rasguño profundo en la mejilla, le gruño como un animal y lanzo una estocada tras otra, cada una con más fuerza y más difícil de detener que la anterior. Hasta el punto que su espalda choca contra un árbol y me detiene a duras penas, sosteniendo la espada con ambas manos, y una mueca de dolor cruzando su rostro. Aprovecho ese momento de debilidad y golpeo con la empuñadura de mi daga su mano herida, la espada cae al suelo con un golpe mudo cuando ella la suelta para agarrarse la mano. Trata de recuperar el arma pero yo la pateo lejos de su alcance. La tengo atrapada; nunca se a desenvuelto bien en la lucha sin armas, ella lo sabe, reconoce que la batalla está perdida. Pero la admiro porque incluso entonces; herida, sin armas, acorralada y con clara desventaja, no deja de pelear. Me da un puñetazo en el labio, noto el sabor metálico de la sangre en la lengua. Río como una psicopata, y le escupo en el ojo, Ariel trata de golpearme otra vez pero en esta ocasión yo le agarro la mano sana y la retuerzo hasta que suena un ¡crack! y la pesquera gruñe de dolor. La tiro al suelo y apoyo la rodilla en su mano izquierda, haciéndola revolverse y gemir por el dolor. Tomo un puñal y se lo clavo en esta mano, para luego acallar sus gritos noqueándola con el codo. Espero unos segundos hasta que oigo el familiar cañonazo, indicando que el juego a acabado para la tributo del distrito 4.