El caso de Draken y Mikey VI

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Capítulo 6.

20 noviembre 2012: "Mujer joven hallada muerta en el jardín de su propia casa. Suicidio".


Para entender mejor ese titular quizá deba explicar la historia tras la placa dorada con el número 028 que está colgada sobre el cabecero de mi cama, realmente "nuestra", Ken-chin me ayudó a comprarla.

Bien, esa historia comienza a principios de noviembre de ese mismo año, hace tanto tiempo ya de esto..., y sin embargo, lo recuerdo como si hubiera sido ayer.

Durante una semana, Emma viajó con Melissa al norte del país, nuestro abuelo vive en un pueblecito al pie de las montañas y, con las primeras nevadas, el paisaje que deja a la vista es realmente bonito. Ken-chin nunca se ha llevado especialmente bien con mi familia, en especial con mi hermano Izana, así que durante esa semana Ken-chin y yo nos hospedamos en un Love Hotel, "el secreto de Afrodita" era su nombre.

A pesar de su nombre con referencias mitológicas a la diosa del amor, el ambiente no era ninguna maravilla, apenas una cama, varias sábanas y unos pocos muebles que cubrían la puerta de acceso al baño. Para mi sorpresa, tenía agua caliente y un exquisito servicio de comidas. La habitación en sí tampoco era muy grande, pero ninguno buscaba el espacio.

Con el paso de los días, el interior de esas cuatro paredes apestaba, literalmente hablando, un adictivo olor a cigarrillos, whisky, sudor y semen que me aturdía los sentidos.

Sin duda ésa fue la mejor semana de toda mi vida.

Y si bien no la mejor, sí la más apasionada pues más que hacer el amor, nos devorábamos el uno al otro sobre esos muelles chirriantes del colchón. Sin embargo, su característico sonido se reduce a la nada en comparación al tono de mi propia voz.

Pero, si esa semana en el hotel fue tan importante y vital para ambos no fue por lo que hicimos una y otra vez (y otra vez, y otra vez, y otra vez...) en la cama, pero maldición, los mordiscos de Ken-chin son dolorosos, más de uno logró hacerme sangrar, durante días llevaba una gigantesca marca roja al cuello, la cual no me avergonzaba en absoluto.

Como iba diciendo, lo importante de esos días fueron las extrañas palabras de Ken-chin.

Durante todos los años que llevábamos juntos (como amantes quiero decir, no como pareja) nunca me llegó a decir qué sentía -a decir verdad, yo tampoco, es un tanto bochornoso hablar de sentimientos cuando ambos somos ya mayorcitos. Y porque lo nuestro sé fue dando de forma natural. Antes de darnos cuenta, nuestra amistad ya no era amistad, más nunca le dimos un nombre concreto a lo nuestro. El caso es que ese día, fue Ken-chin quien lo dijo.

Aún lo recuerdo y me estremezco al hacerlo.

Yo estaba echado boca abajo en la cama bebiendo un poco de whisky, luego deje mi vaso sobre la mesa y me giré hacia su lado, él hizo lo mismo y me atrajo en un abrazo posesivo, respiro mi cuello, provocándome otro escalofrió y beso mi rostro al mismo tiempo que acariciaba todo mi cuerpo. Y aunque nunca nos habíamos atrevido a decir nuestros sentimientos, sus acciones eran suficientes para mí. Y supongo que para él era lo mismo al corresponderle de la misma manera.

— Mikey —y cuando me llamó tuve que reprimir mi suspiro—, ¿debería decir algo dulce ahora?

— Sólo si tú quieres, Ken-chin.

— Umh... —seguía con el rostro oculto en mi cuello, pellizco mi trasero y mi quejido sonó más como un gemido, entonces se soltó un poco para verme a los ojos—. Te garantizo que conmigo no serás feliz, no tanto como lo serías con otro. Sin embargo, no pasaré por alto el hecho de que ambos sentimos lo mismo —su mirada tan intensa hace que me tiemble todo el cuerpo—. Tú me amas y yo te amo, eso también puedo garantizarlo, ¿cierto?

Llevaba toda la razón, como de costumbre.
Ah, ciertamente, estaba tan harto de compartirle con alguien más. De compartirlo con Emma. Pero Ken-chin ahora estaba divorciado oficialmente. No había nada de malo si ahora él y yo estábamos juntos ¿no?

- - -

Para el día 19, aquella bella semana ya había terminado, para mi mala suerte. Esa tarde iba de camino al hotel, pensaba pasar la noche en una sola habitación -en ésa y no otra-, a solas con mis recuerdos. Por aquel entonces aún debía sentar las bases de mi cafetería TOMAN con los nuevos empleados y tenía bastante trabajo entre manos, al menos en un ambiente agradable trabajaría más cómodo.

Mi sorpresa fue ver a Emma de compras por la zona. Intenté evitarla y seguir por mi camino, tomando un sorbo del café que llevaba en la mano -en la otra, mi maletín-, intenté por todos los medios no mirar en su dirección.

— Hola, Mikey —pero, por supuesto, ella no estaba por la labor de dejarme ir, incluso sujetó la manga de mi chaqueta al saludarme—, cuánto tiempo.

— Sí..., supongo —me irrita de sobremanera esa sonrisa que tiene, más que a propósito ha cruzado sus dedos cerca del rostro, enseñándome la alianza en su anular, es repugnante. ¿Por qué sigue usándolo? Ken-chin ya firmo el divorcio.

— Oh, ¿no va siendo hora de buscarte una buena mujer, Mikey? —me ha pillado mirando su anillo—. Ya sabes, antes de que envejezcas. Estoy segura de que un hombre tan próspero como tú encontraría a una buena chica, ah, o a un buen chico, el mundo está un poco loco últimamente, ¿sabes de ese doctor? El que ha dicho que es posible para un hombre quedarse embarazado, ¡es una completa locura!

Hago el esfuerzo de sonreír, pero no lo consigo, así que le doy otro sorbo a mi café.

— ¡Ara, pero mira qué tarde es! —el mismo gesto con sus manos, de nuevo mostrando el dichoso anillo mientras se acomoda el cabello tras la oreja—. Será mejor que me vaya, no me gustaría hacer esperar a mi marido. Odiaría hacerle esperar, ¿sabes?

KISEKI - Drakey/Bajifuyu/MitsuKaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora