CARTA 7

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Llevaba años queriendo formar una familia, pero la mujer que tenía por esposa durante más de 20 años no me dio hijos, pero si una vida llena de alegrías, al menos hasta que ella falleció, hace ya más de 8 años de su partida.


Como decía, siempre quise tener hijos, criarlos, verlos crecer, enseñarles las cosas lindas que nos da la vida, pero a cambio la soledad me mataba poco a poco, más aún cuando por mi edad avanzada me pensionaron de mi trabajo en la fábrica, estas cosas en conjunto me llevaron a descubrir un talento oculto, me dedique a hacer pequeños trabajos de carpintería, no me fue mal.

Pero un día, mientras trabajaba en una puerta, una idea cruzo mi mente. Hacer una marioneta, que en presencia me consolará como compañía, así es como luego de 5 arduas horas de trabajo, quedo listo, era una marioneta espectacular. Acomode mi marioneta en una estantería donde podía verlo a todas horas, pasaba mis días hablándole, contándole mi vida, mis dolencias... lo sé, es algo desconcertante haber llegado a esto, pero ya nadie quiere ser amigo de un anciano.


Los días transcurrieron sin mayor relevancia, hasta que un día de la nada un ruido en medio de la noche me despertó; me asomé y para mi sorpresa mi marioneta estaba viva, hablaba y se movía casi que de forma natural, esto era irreal por un momento fui feliz ya no iba a estar más solo, solamente corrí abrazarlo.

Durante varios días aquella marioneta y yo no dejamos de hablar él me contaba que no sabía cómo es que cobro vida supusimos qué fue mi amor hacia él lo que lo hizo tomar vida o tal vez fue mi deseo de querer estar con alguien, lo cierto es que después de un año yo era más viejo, tenía más enfermedades, en pocas palabras estaba desahuciado ¿Qué haría con un muñeco vivo cuando yo muriera? Todo el mundo se espantaría, dirían que yo soy un loco, un brujo, que hice un pacto con el diablo.


Así que tome la decisión más difícil de mi vida, con lágrimas en mis ojos y el corazón dolido acabé con su vida, mientras me pedía que no le hiciera daño, recuerdo verlo luchar con todas sus fuerzas, yo lloraba mientras lo desarmaba con un serrucho. Cuando ya dejó de hablar supe que había muerto, lloré Cómo nunca lo había hecho.

¿Cómo era posible que lo que había anhelado tanto ahora me había encargado de destrozarlo? No podía soportarlo así que fui a un psicólogo le quería contar a alguien de mi dolor, de mi desgracia; le conté la historia, pero como era de esperarse me tomo como un loco.


Y aquí estoy interno en un hospital psiquiátrico, ya no sé cuánto tiempo llevo aquí perdí la noción del tiempo luego de los 3 primeros meses, pero cada noche el espíritu o lo que sea que era en verdad aquella marioneta viene a atormentarme diciendo y asegurando que mi muerte va a ser incluso más dolorosa que la que yo le di a él.

CONFESIONES ANONIMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora