Antonella.
La vergüenza me invade mientras escucho a Bella decir lo que ocurrió el día anterior.
—Dime que solo quieres molestarme —me quejo —por favor.
—Noup —recalca la última letra —te desmayaste justo en sus brazos.
Echo la cabeza hacia atrás al mismo tiempo que dejo salir un sonido lastimero de mi garganta. Mi espalda choca contra el colchón y escondo el rostro detrás de mis palmas.
—Y tuviste suerte de que el tío Ángelo no se diera cuenta que robaste su botella de vodka y casi la acabaste —reprende —¿en donde tienes la cabeza? ¿Ponerte ebria te parece una buena idea?
—Por favor, no quieras tomar el puesto de hermana mayor —objeto con fastidio —en mi defensa, fue un momento complicado. Necesitaba dejar de pensar, fue todo.
Bella me observa, evidentemente no convencida de mis palabras. Lo cierto es que no la culpo, cuando tu hermana mayor no suele beber y de pronto decide embriagarse, el cuento de "fue solo un momento", en realidad es poco creíble.
Pero suficiente tiene con el hecho de que desperté a todos en la madrugada con mis gritos luego de haber hablado con Leo, no quiero sumar un punto más a su lista de preocupaciones. Aunque claro, desmayarme en los brazos de su maestro de danza creo que tuvo el efecto contrario.
—Debería disculparme —sugiero en un suspiro —no quiero que la imagen que tenga de mí sea la de una mujer ebria que se desmayó en sus brazos.
Mi hermana ríe, se incorpora de la cama y sacude la cabeza. Sus bonitos ojos grises me escudriñan, como si quisieran descubrir algo más.
—Hoy viene a las cuatro —dice con una leve sonrisa —puedo tolerar que me retrases diez minutos, no más.
—Entonces tal vez espere hasta que tu clase termine —me incorporo también de la cama —ahora, ¿no tienes algo importante que hacer?
Bella resopla, la voz de Lía, nuestra hermana menor llamándola para que ambas miren el maratón de barbie, hace eco en toda la casa.
Observo a mi hermana salir no sin antes lanzarme una mirada de advertencia que fácilmente se traduce como: no robes más alcohol.
Solo cuando se ha marchado, puedo dejar de mostrarme bien. Tomo una inhalación y luego suelto el aire de a poco, tallo mis sienes debido al dolor que se ha instalado en la zona y que no parece que vaya a desaparecer pronto.
Observo mi celular, tengo varios mensajes de mis amigas preguntando como me encuentro y un dejo de culpabilidad me atraviesa, no he respondido sus mensajes ni sus llamadas, y realmente no pretendía hacerlo pronto, pero tal vez debo comenzar por algo.
Contestar mensajes parece un buen inicio.
Me limito a dar breves respuestas, dejándoles saber que sigo con vida, pero también dejando claro que mis ganas de mantener conversaciones son nulas. WhatsApp es la única aplicación que abro, decido no explorar mis otras redes sociales porque no deseo encontrarme con los mismos titulares que me han estado ocasionando pesadillas.
No tengo ánimos de salir de la habitación, pero sé que no hacerlo, significará una intervención de mis tíos y hermanos que no estoy dispuesta a tolerar, así que me armo con mi mejor disfraz, y salgo.
Los trillizos, hijos de mi tío Ángelo, son los primeros en saludarme. A sus siete años, Carina, Mateo y Tadeo son como tres remolinos andantes. No sé en realidad como es que el tío Ángelo puede manejarlos.
ESTÁS LEYENDO
De una boda y otros desastres. (SL #3)
RomanceAntonella Lombardi sabe con seguridad tres cosas. Uno, es la principal heredera del imperio de su difunto padre. Dos, todos esperan que sea capaz de continuar con el imperio de los Lombardi, incluido su tío, quien la ha criado desde los dieciséis...