JAMES
Antonella tolera mi presencia, pero aún no confía en mí. Sé que lo intenta, sé que su amabilidad en realidad debería de ser gritos y en vez de miradas suaves debería recibir cuchillas, lo intenta, y eso solo consigue apachurrar mi corazón más de lo que debería.
Sin embargo, me prometí a mí mismo que no importa lo que sucediera, haría hasta mi último esfuerzo para conseguir tener un poco de lo que Antonella me daba antes de mi maldita mentira.
—Deberías tratar de conseguir un empleo —Ross me lanza una mirada curiosa.
—Y tú deberías estar ahora en California —le recuerdo.
Rueda los ojos, le da un sorbo a la tasa de café y vuelve su atención al televisor.
—Solo quieres echarme, lo sé —reprocha con fingido dramatismo. —Pero tengo planes de estar por al menos un par de semanas más, es una temporada de mierda, no tengo ni un solo proyecto en puerta.
—Tal vez si no estuvieses demasiado concentrada en el cabrón de Bianchi, pudieras concentrarte en encontrar un buen papel.
Ross resopla con evidente molestia. Ha mantenido su contacto con Leo, parece ser que su "mentira" se ha transformado en algo más. Y realmente no me importaría con quien mi amiga decide salir, pero no puedo dejar pasar que la persona a la que ha elegido, es el mismo que dejó a Antonella plantada, el mismo que le rompió el corazón.
Una vocecita en mi interior dice que en realidad no tengo porque juzgar, yo la lastimé igual, pero no puedo evitar pensar que, de todos los hombres que Ross pudo escoger, lo eligió a él.
—Yo no me meto en tu vida privada —reprocha —deberías mantenerte al margen de la mía.
Me callo, continúo con mi labor de prepararme una necesaria taza de café cargado. Ha pasado cerca de una semana desde el encuentro que tuve con Leo Bianchi en la mansión Lombardi, una semana en donde he tratado de convencerme que puedo arreglar las cosas, pero lo cierto es que no he encontrado una manera para reparar el daño.
Ante el mundo del periodismo, Cara y Enzo se encargaron de decir que mi despido fue por haber retenido información que "por mi contrato", le pertenecía a la Ciao Mondo. Claramente no tuvieron problema en dejar mi nombre en el artículo para librarse de cualquier responsabilidad si los Lombardi decidían emprender acciones legales por difamación.
—¿Desde cuándo nuestra amistad se convirtió en esto? —volteo cuando Ross habla —¿A caso ya no podremos hablar sin discutir?
Tomo una inhalación, me permito llenar mis pulmones de oxígeno mientras giro hacia ella. Mantiene la cabeza ladeada, observándome casi con súplica.
—Solo no entiendo como es que puedes estar con Leo —admito.
—Sí, entiendo que es complicado para ti entenderlo, para cualquier persona en realidad, pero...—sacude levemente la cabeza —no creo que tenga caso explicarlo, lo detestas, nada de lo que diga va a poder cambiar eso.
—Tienes razón —concedo —no me invites a tu boda.
—No creo que Leo quiera invitarte.
—Cuidado, tal vez no llega —pese a que mi tono sale rudo, Ross se ríe. Lo hace en serio con sus hombros sacudiéndose con fuerza. Su risa me contagia y pronto la molestia entre nosotros se va.
—Eres imposible, James —dice incorporándose. Deja la taza ahora vacía en la barra de la cocina y se acomoda el abrigo —tengo que irme, necesito acudir a un par de castings para proyectos locales, deséame suerte.
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De una boda y otros desastres. (SL #3)
RomanceAntonella Lombardi sabe con seguridad tres cosas. Uno, es la principal heredera del imperio de su difunto padre. Dos, todos esperan que sea capaz de continuar con el imperio de los Lombardi, incluido su tío, quien la ha criado desde los dieciséis...