JAMES
Juro que he intentado encontrar una manera para mitigar el impacto de lo que mis impulsivas decisiones han ocasionado, pero mientras observo a Antonella comenzar a empacar sus cosas en las cajas, soy incapaz.
Ha pasado un día desde nuestra salida al bar. Mañana por la noche terminarán de imprimirse los artículos de la revista, y pasado mañana, estarán siendo distribuidas por todo Millán.
Vine aquí con el propósito de decirle la verdad, de decirle que no soy Massimo Santori, que no soy un maestro de danza, que en realidad soy un reportero que quiso conseguir una increíble historia que la involucrara. Pero no puedo, no puedo decirle...ni siquiera me atrevo a mencionar el tema.
Soy un maldito cobarde, y ella no lo merece. La miro, está sonriente, demasiado emocionada por volver a su antiguo departamento, que no me atrevo a decirle la verdad.
—Bella dice que es una decisión impulsiva —pronuncia mientras guarda algunos libros en el interior de la caja.
—Bueno, la tomaste en la madrugada —me rio un poco —yo también creería que es una decisión impulsiva.
Detiene sus movimientos para girarse hacia mí, tiene una ceja arqueada y me observa con un dejo de indignación.
—No me veas así, considéralo.
—Lo he considerado mucho, creo que quiero volver a tener mi espacio —se encoje de hombros —tenía mi vida independiente antes de todo el desastre, quiero retomarla. Además, el departamento no puede quedar abandonado.
—Podrías rentarlo —sugiero.
—No, le tengo suficiente aprecio como para permitir que alguien más ocupe, prefiero volver y habitarlo hasta que decida cambiarme a otro sitio.
Retoma su tarea de guardar los libros en las cajas, para haber tomado la decisión en la madrugada, lleva avanzado una gran parte. Hay más cajas vacías a nuestro alrededor que pronto serán llenadas con el resto de cosas de Antonella. No son demasiadas, algunos libros, colchas, documentos y las cosas que utiliza para trabajar y el par de maletas con ropa.
—Mi tío dijo que envió a la agencia de limpieza hace un par de días para mantener el departamento en buenas condiciones, creo que antes de enviar las cosas, debería ir a echar un vistazo.
—¿Quieres que te lleve? —Anto vuelve a mirarme.
—¿No estás demasiado ocupado con tu propia mudanza? —cuestiona —no quiero quitarte tiempo.
No, porque ni siquiera existe la maldita mudanza.
—Tengo todo arreglado, no te preocupes —me encojo de hombros cerrando la caja que tengo a mis pies —¿qué dices?
—De acuerdo, supongo que así conoces el sitio al que podrás visitarme cuando vuelvas —intento sonreír, pero no lo consigo muy bien. Se da cuenta de eso porque ladea la cabeza, mirándome con comprensión.
—No me mires así —pido porque esto solo lo hace más intolerable.
Maldita sea, ¿por qué tuve que hacer esto? ¿En qué momento pensé que era una buena idea?
—Mudarse no siempre es malo —se encoje de hombros —a veces tener nuevos comienzos es en realidad lo que necesitamos. ¿No lo crees?
—Tal vez —concedo —pero no creo que este sea el caso.
Su entrecejo se arruga, me mira como si no entendiera que es lo que trato de decir y comienzo a desesperarme. Mi método de decir más mentiras para salirme de una no está funcionando en lo absoluto.
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De una boda y otros desastres. (SL #3)
RomanceAntonella Lombardi sabe con seguridad tres cosas. Uno, es la principal heredera del imperio de su difunto padre. Dos, todos esperan que sea capaz de continuar con el imperio de los Lombardi, incluido su tío, quien la ha criado desde los dieciséis...