Una joven oficial de policía deberá entrar al mundo del boxeo clandestino en los suburbios lugares de Londres, haciéndose pasar por la ayudante del mejor boxeador de la ciudad; Gato.
Nadie sabe su nombre. Nadie sabe donde vive. Nadie sabe nada de...
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«Dolía ver cuanto sufrimiento había pasado él, y realmente quise rehacer mi vida con ese hombre que me hacía sentir una mujer y no un trozo de basura como otros hombres me habían hecho sentir a lo largo de mi vida»
Afrodita.
AFRODITA.
Tomé de la mano a mi hija, la cual tenía una sonrisa de oreja a oreja tras salir del médico, ya que nos había dado buenas noticias sobre la enfermedad de ella y es que la quimio estaba dando resultado.
Si, a pesar de que después de la sección de quimio de hoy que recibió mi pequeña y que estaba completamente cansada y mal por ello, esa noticia nos había sentado muy bien. Tanto fue así que podía ver a mi hija pletórica y parecía, incluso, que los efectos secundarios de la quimio no parecían hacer tanto efecto como otras veces. Al menos, no mucho, debido a la felicidad de las buenas noticias.
Se estaba curando, y aunque todavía quedaban cosas que hacer, sabía que mi hija podía curarse, como tantas y tantas veces pedí a gritos a quien pudiese escucharme y, sobre todo, que le diese fuerzas.
Fue ahí cuando al salir del hospital vimos a un hombre rubio, atractivo y de pie, apoyado en un coche clásico, esperándonos con paciencia.
Llevaba puesta ropa básica y parecía sorprenderme al verlo con camiseta, ya que normalmente no solía llevar casi nunca. Por no hablar de ese tatuaje que tenía en todo su brazo de una serpiente y que ese día se veía con claridad.
Paola, la cual parecía mucho más feliz que en otras ocasiones, me observó sonriente y dijo;
—Mamá, es Bruce —habló con entusiasmo.
Mi pequeña, sin que yo pudiera reaccionar a tiempo, me soltó de la mano y se fue corriendo hacia Serpiente, el cual la esperaba con los brazos abiertos.
Ella y Serpiente siempre habían tenido buena relación desde el poco tiempo que se conocían. Fue de casualidad, cuando iba a llevar a mi hija al médico. Era uno de esos días en los que ambas estábamos nerviosas y, antes de entrar, nos encontramos con Bruce y consiguió hacer sonreír a mi hija y a mi estar un poco más tranquila, aunque no se me quitase del todo.
Se llevaba tan bien que al verlo a él y a ella lo bien que se llevaban, y las sonrisas, me hizo sentir algo en el pecho que deseó poder ver esa imagen más continuamente.
Serpiente la levantó con sumo cuidado para mirarla mejor a los ojos, sonriente.
—Las veo contentas —dijo él, mirándome a mí y analizando mi mirada para ver si yo también me encontraba bien.
Me acerqué a ellos y acariciando la cabeza de mi pequeña con dulzura, respondí;