Planta B2 (parte 4)

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- ¡No soy un monstruo!

- ¿Quién va a creer en tus palabras? Incluso después de escuchar aquellos testimonios, aún lo niegas... Asesinaste sus corazones, destruiste sus corazones angelicales. Los usaste como juguetes y los abandonaste. Qué cosa tan horrible. Y ahora, ¿Piensas hacer lo mismo con Amane? Sí, es verdad, él es solo un sacrificio para tus ambiciones egoístas.

- No...

Ella quería negarlo tanto, pero su voz no se escuchaba más que como un simple susurro. Ella hizo un trato con él: se prometieron que si ella lo ayudaba a salir, él la ayudaría a encontrar pareja. ¿Y después? ¿Lo abandonaría también?

Todo estaba caliente, muy caliente. Le estaba quemando la garganta el respirar. Sus ganas de llorar se evaporaban entre las ardientes llamas.

- Habla, monstruo, confiesa con tus últimas palabras.

Su visión se volvía borrosa, su mente confusa. Todo estaba negro, todo estaba en calma. Ella estaba sentada en el suelo dentro de una infinita oscuridad. Una sombra blanca se alzaba frente a ella. ¿Quién era? ¿La persona que iba a ayudarla? ¿Quién era? ¿A quién iba ella a ayudar?

- Es una herramienta, solo una herramienta- susurra su voz en su cabeza.

- No es así. Él es... es...

Frunció los labios.

- Una herramienta- Sigue la voz.

- ¡NO! Él es... ¡Alguien mucho más importante que un simple amigo!

Todo su alrededor se fragmentó en cristales pequeños. Abrió ojos. ¿Cuándo fue que los cerró? Volvía a estar en la habitación pequeña de antes, aquella con los cuadros. Sin embargo, estos estaban siendo tachados por él.

- Parece que te libraste de la ilusión. ¿Cómo?- Él se giró a verla.

- Recordé lo que es importante para mí.

Él suspiró. - Parece que fallé en eliminarte.

- ¿Interferirás en nuestro camino?- Ella preguntó amenazante, confiada al saber que Hanako la estaba esperando.

- No. Seguid adelante. Pero te aviso, aquel en el que crees odia las mentiras. Lo entenderás dentro de poco.

Un llamado se escuchó en la lejanía. Era el azabache buscándola. Ella se dispuso a ir a su encuentro, no sin antes exigirle a ese hombre con la mirada.

Él abrió un libro. - Soy Tsuchigomori, un simple bibliotecario. Ahora ve.

Nene salió corriendo por el pasillo, de regreso a la gran habitación llena de libros.

Una vez llegó, encontró la sala bien iluminada por pequeñas lámparas colocadas por todas partes. Había cierto chico de ojos atardecer rascando su cabeza con frustración.

- ¡Hanako-kun!

Él se giró a mirarla, sorprendido y algo frustrado. - ¿Dónde estabas? Chks, no puedo decir que busqué muy bien, todas las puertas están cerradas y este desagradable olor... De cualquier forma, encontré el próximo ascensor, creo que podremos avanzar.

El pelinegro comenzó a caminar entre las estanterías, siendo seguido de una peliblanca entre risas mal suprimidas. La frente roja de Hanako delataba que se había chocado y no pudo evitar imaginarlo.

No tuvieron ninguna conversación hasta que llegaron al nuevo ascensor, solo caminaron en un silencio pesado y distante. Y con todas las dudas y cierta paciencia, entraron una vez más.


- ¿Sabes, Hanako-kun? Conocí a alguien ahí atrás. Dijo que era un bibliotecario...

- No te preocupes por él.

- ¿Lo conoces?

- Puedes decirlo así. Él es el que nos metió a todos en esto, el que me enseñó a "limpiar". - Al ver la cara confusa de Yashiro, rascó su nuca y suspiró. - Tiene un extraño ideal sobre un mundo utópico y pacífico. La única forma que ve de alcanzarlo es deshacerse de esos bastardos que lastiman a otros, "limpiar la basura". Yako y yo trabajábamos en las calles, con los adultos. Sousuke se infiltraba fácilmente en las escuelas y trabajaba desde ahí. Kou... ese desgraciado era el encargado de salvar a los que todavía tenían una posibilidad de pertenecer a la utopía.

- ¿Por qué ayudarías? ¿No es esa utopía su deseo? ¿Por qué te influye?

Su rostro se arrugó en una amarga expresión. Empezaba a arrepentirse de preguntar, pero respondió antes de poder echarse atrás.

- Hice algo muy malo. Dijo que ayudar a construir un mundo perfecto era la única forma que tenía de expiación.

- ¿Los otros maestros de piso...?

- Tendrían sus motivos. Cada uno de nosotros tenemos un deseo que no entregaríamos por nada. Él prometió cumplirlos todos. Y dentro de esta desesperación, ¿En qué otra cosa podríamos creer?

- ¿Es así?

- Pero ya lo tengo claro. Estoy siendo hipócrita. Asesinar para ser perdonado de cometer un asesinato... Era realmente estúpido... Este yo...

- Aún tienes tiempo de cambiar. Tú no necesitas el perdón de nadie, sino que necesitas perdonarte a ti mismo.

Se veía sorprendido. Esos grandes ojos dorados abiertos de par en par. De repente, una suave y genuina sonrisa apareció esbozada en sus labios. - Gracias Yashiro.



La conversación cayó en silencio. El mayor cerró los ojos, descansando lo más posible, mientras que Yashiro no podía dejar de pensar en las palabras de aquel hombre.

"Aquel en el que crees odia las mentiras"

Lo había dicho como si fuera una advertencia. Y si bien era verdad que había mentido, no había forma en que Hanako se diera cuenta.

O eso creía hasta que se abrieron las puertas del ascensor.

Death Bound. Hanako waits for a slaughterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora