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Suguru

El sonido de la alarma retumbó por toda la habitación, bastando un par de segundos para que fuese apagada. Había sido una noche calurosa, el Sol comenzaba a pegar cada vez más fuerte a medida que los días pasaban y aquello le irritaba de sobremanera a Suguru.

Llevaba cerca de treinta minutos despierto, intentando retomar su descanso y soportando la tentadora idea de tomar su celular, ver la hora y torturarse al saber que ya estaba por sonar la insoportable melodía que abría una nueva y larga jornada. ¿Valía la pena sacrificar su salud mental y buen descanso por un trabajo en el que estaban pagándole casi el doble? Sí maldición, por supuesto, más aún cuando sus pequeñas estaban más exigentes que nunca y pedían el triple.

Se mantuvo un par de minutos con la mirada en el techo de la habitación, repasando mentalmente lo que debía hacer hoy: ir al trabajo, entregar en secretaría académica el borrador del examen que preparó para sus alumnos, corregir el control de lectura del lunes pasado, hablar con los padres de los estudiantes que estaban faltando a clases, hacer las compras del mes, cocinar el almuerzo de mañana y preparar la cena. De solo pensarlo quiso volver a cerrar los ojos y dormir una eternidad, o que por lo menos funcionara en automático y volviese a estar lúcido cuando todas las tareas pendientes estuviesen completas.

Probablemente se quedaría dormido si seguía acostado entre las sábanas, y no quería un sermón de su jefe por lo que repitió mentalmente las típicas frases positivas que solía leer en grupos de Facebook de señoras y se levantó, estirando su cuerpo con cuidado y comenzando por atar su cabello en una alta cola.

Su rutina matutina consistía en primero darse un buen baño, escoger sus prendas después de mucho meditarlas, peinar su cabello, secarlo y amarrarlo en un rodete para que no le molestara. Acto seguido bajaba a la cocina, preparaba el desayuno, arreglaba los lonches de sus hijas y comía con ellas.

Creyó que el tiempo había pasado demasiado rápido cuando bajó las escaleras y se encontró a sus dos amados retoños, Nanako y Mimiko preparando la comida.

— Buenos días, papá, ¿descansaste bien?

— Buenos días, pudo haber sido una mejor noche. ¿Qué hay de ustedes?, ¿no se supone que yo soy el que prepara el desayuno? — se acercó a las dos menores y revolvió sus cabellos con cariño, asomándose para ver qué estaban cocinando.

— Bien, quisimos darte un empujoncito. Hemos notado que estás más cansado de lo habitual. — Mimiko colocó en fila las tazas, para después acomodar los últimos detalles que faltaban en la mesa.

— Siempre te descuidas, deberías tener más cuidado, ¿qué será de nosotras si te mueres por agotamiento? — la joven de cabello rubio frunció el ceño y golpeó con suavidad el hombro de Suguru.

— Siempre eres tan dramática, Nanako. No me pasará nada, solo serán cinco meses más de explotación laboral.

Cuando la mesa y la comida estuvo lista los tres se sentaron, comiendo sin apuros y conversando amenamente. Debido a los horarios y la distancia Suguru había perdido la comunicación con todos sus cercanos, hasta con sus hijas no le daba el tiempo para poder charlar, preguntarles sobre la escuela y sus vidas personales. Al menos en el tiempo del desayuno y la cena podían ponerse al día.

— ¿Cómo van las cosas en la escuela?, ¿me han extrañado?

— Los exámenes están muy complicados, pero los maestros están teniendo bastante paciencia. Todos te extrañan, sobre todo Itadori-Kun, no deja de preguntar por ti cada vez que nos ve.

❝Bad Habit❞ 「SatoSugu」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora