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Suguru

Ah, qué desastre de noche había pasado.

Han transcurrido veinte minutos desde que despertó y se atreve a decir que ha bostezado más de treinta veces. Después de quedarse con el pensamiento en la mente de que al día siguiente solucionaría todo lo ocurrido pudo quedarse profundamente dormido, sin embargo, se despertaba cada una hora por el dolor de estómago a causa de los nervios y el nudo en la garganta por la tristeza. Finalmente, pudo conciliar el sueño después de muchísimo rato y logró sentirse en paz, lástima que eso ocurrió quince minutos antes de que su desastrosa alarma lo despertara, avisándole que un nuevo día de rutina comenzaba.

Maldición, es que sabe que no puede controlar todo lo que está pensando y que él decide cuánta importancia darle. Sí, es fácil decirlo, pero hacerlo es más difícil de lo que creía.

Por primera vez desde que pisó el baño miró su reflejo en el espejo, queriendo estrangular al Suguru de su mente que estaba creando pensamientos autodestructivos como si de burbujas se tratara, esparciéndolos por los lugares más recónditos de su cerebro y pintando de negro todo a su alrededor. Bolsas oscuras reposaban bajo sus ojos, acentuando más sus ojeras naturales; sus párpados estaban inflamados por haber dormido poco, sus labios secos por mordérselos como manifestación de la ansiedad y para el colmo, su largo cabello estaba muy enredado. Nadie se imagina cuántas veces se dio vuelta entre las sábanas, intentando callar al Getou de su cabeza que solo lo deprimía más.

Lamentablemente tenía que irse al trabajo, la vida no iba parar solo por él y por ahora no podía darles espacio a sus emociones. El día siguiente salía temprano de la escuela, ahí se tomaría su tiempo para fluir los sentimientos que tiene reprimidos en el fondo de su estómago, porque sabía que el Suguru de su interior merecía ser validado y escuchado, pero por hoy no.

Realizó la rutina de todos los días, hoy en especial estaba tan cansado y destrozado que sus movimientos fueron cinco veces más lentos, y él solía ser muy rápido en todo. Aun así, cuando vio la hora en el teléfono se sintió aliviado de todavía tener tiempo para desayunar con sus hijas, terminar de arreglar lo que faltaba y poder llegar a la hora al trabajo.

Bajó las escaleras con pereza, recordando las frases motivacionales que su mejor amiga le mandaba cuando estaba deprimido, pero ni eso podía detener la nube negra que lanzaba chispas, destellos y cuchillos a su alma.

"Recuerda que cada vez que sonríes, ¡se borra una tristeza y se ilumina una esperanza!"... y un carajo.

Sus ojos se abrieron de par en par cuando observó que en su lugar habitual de la mesa había un cuenco contundente de sopa Miso, otro con arroz y un plato hondo con Tamagoyaki humeante y con un exquisito aroma.

— ¿Qué es todo esto? — preguntó, mirando a sus dos hijas con sospecha. Las dos se voltearon y le sonrieron con complicidad.

— Buenos días, se dice. — Mimiko soltó una risa burlesca. — Queríamos subirte un poquito el ánimo por lo de anoche. — se acercó con la tetera en una de sus manos, sirviendo té verde en la taza de Getou.

— Sabemos que no vas a dejar de sentirte mal, pero queremos demostrarte nuestro amor y apoyo llenándote la panza. — Nanako tomó asiento, acomodando las últimas cosas que faltaban para el desayuno y tomando la mano de Suguru.

Ay, se había sacado la lotería con sus hijas.

Eran el tesoro más valioso que había encontrado.

❝Bad Habit❞ 「SatoSugu」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora