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— Satoru.

El primero en hablar fue el azabache, después de haber pasado cerca de un minuto completo en que ambos permanecían mudos, mirándose fijamente.

Los pies de Satoru estaban sobre el tapete, una de sus manos sujetaba la bolsa de plástico con golosinas y la otra su teléfono. Estaba confundido, su mente comenzó a trabajar a mil por hora e intentó enlazar los cabos sueltos, ¿dónde estaban sus estudiantes y por qué Getou estaba en casa?

Al cabo de un rato dedujo el enigma, no era una mera coincidencia.

"Estos mocosos metiches".

— ¿Qué hay, Suguru? — prefirió hablar, intentando dejar de lado el incómodo ambiente que estaba tan tenso como si le estuviesen apuntando al cuello con un cuchillo.

— ¿Qué haces aquí?

Después de escucharse a sí mismo Suguru se sintió mal, aquello había sonado demasiado tajante y no era lo más correcto. Maldición, es que se supone que no vería a su mejor amigo por días, ¿qué hacía en su casa?

No está preparado para el remezón emocional que se viene.

— Yo tengo la misma pregunta, ¿no que salías tarde hoy? — Satoru recordó la conversación con sus malpensados alumnos.

Era obvio, todo había sido obra de ellos, los conocía tan bien como para saber que habían planeado todo con pinzas para que terminara siendo un éxito.

Oh, y ahora que lo recordaba no cumplió con su parte del trato, con mayor razón afirmaba que sus estudiantes estaban metidos en esto.

Ya podía escuchar a Fushiguro, Kugisaki e Itadori burlarse cruelmente de él.

— ¿De qué hablas? Los jueves salgo temprano. — Suguru seguía con su cara vuelta un poema, reflejaba tantas expresiones distintas, pero definitivamente destacaba el desconcierto. Sí, estaba preso por el pánico y al mismo tiempo no estaba comprendiendo absolutamente nada.

— No lo sabía... — Gojo calló unos segundos, bajando la mirada.

Se sentía un idiota, por supuesto que no salía tarde los jueves, eso era el viernes.

Fijó su concentración en las adorables pantuflas de Suguru, las que tenían un gatito negro estampado.

— Lindas pantuflas.

Getou quiso que la tierra se lo tragara y jamás volviera a escupirlo.

Un sonrojo (que a los ojos de Satoru lucía adorable) apareció en su rostro, realmente estaba con el peor atuendo del mundo, en la peor situación de la vida y con el peor narcisista, egocéntrico y guapo del universo mirándolo con burla.

"Tan bonito" pensó el de cabellos blancos, sonriendo inconscientemente.

— Eres un idiota. — Suguru intentó relajarse y pensar en cosas bonitas. Tenía muchas ganas de esquivarlo, no obstante, no podía llegar y cerrarle la puerta en la cara con la excusa de "mis hijas me contaron todo, no quiero enfrentarte porque temo que me odies". Bueno, de poder podía, pero para qué empeorar las cosas.

— Uno guapo, por cierto. — Satoru sacó la lengua y acto seguido carcajeó. — Bueno, ¿es imprudente si te pregunto si me dejarías pasar?

Gojo tiene demasiada fe, al parecer.

No, más que eso, hoy anda con ganas de morir.

"Maldición, será imbécil" Suguru apretó los dientes como gesto de furia, no tenía más remedio que aceptar. Sabía que si le decía que no quería hablar Satoru insistiría para después comprenderlo parcialmente y respetar su postura, pero algo en su corazón le gritaba que abriera su interior, se relajara y estuviese dispuesto a lo que pasara.

❝Bad Habit❞ 「SatoSugu」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora