𝔈𝔫 𝔢𝔩 𝔮𝔲𝔢 𝔰𝔢 𝔫𝔞𝔯𝔯𝔞 𝔩𝔞 𝔟𝔬𝔡𝔞 𝔢𝔫𝔱𝔯𝔢 𝔢𝔩 𝔯𝔢𝔶 𝔈𝔷𝔯𝔞 𝔡𝔢 𝔄𝔯𝔢𝔫𝔡𝔢𝔩𝔩𝔢 𝔶 𝔩𝔞 𝔧𝔢𝔣𝔞 ℌ𝔶𝔩𝔩𝔞 𝔡𝔢 𝔅𝔢𝔯𝔨.
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El día había llegado finalmente y Aster Hofferson no podía sentirse más deprimido por ver como la mujer que amaba se casaba con otro hombre y accedía a regir en un reino desconocido. Podría soportarlo si ella lo quisiera de verdad, si ella hubiera sido la que le pidiera cancelar todo para estar con la persona con la que en verdad quería estar. Si Hylla estuviera enamorada sería diferente, podía asumirlo, podía sonreírle con tranquilidad y desearle todo lo mejor del mundo, pedir a los dioses por su bienestar y tranquilidad en el nuevo compromiso en el que se adentraba... pero no era así, los dioses habían demostrado una vez más, después de tantos años sin señal alguna, que odiaban a la mujer que él amaba y lo hacían de la manera más cruel posible. Hylla, la chica que llevaba amando media década, la jefa de su tribu y la mujer que le enseñó una nueva manera de ver su mundo y su vida, ella, el amor de toda su vida se casaba con un hombre que no la quería, se casaba con un hombre que no quería, obligada por las firmas sin valor de tres sujetos muertos, encarcelada para siempre para mantener a los suyos a salvo, lejos de la guerra que no los había tocado en tantísimo tiempo. Aster contemplaba todo aquel trágico acontecimiento con las manos amarradas, forzado a solo observar, dejado a su suerte para ahogarse en un océano de impotencia y rabia aguantada. Se sentía tan destrozado, viendo como la mujer que amaba se había hundido de hombros y aguantaba todo aquello con una expresión melancólica en el rostro, decidiendo no pelear una guerra que ella ya juraba perdida cuando él aún quería alzarse en armas.
Fue peor cuando el resto de los jinetes de Berk también suspiraron rendidos y, a pesar de las quejas de la servidumbre del palacio, habían entrado en la habitación donde arreglaban a Hylla para hablar con ella amenamente, fingiendo que no estaban a punto de casarla con un completo lunático que la veía como un simple objeto, fingiendo que ahí afuera la esperaba un idiota que jamás la querría de la manera correcta, un hombre que la veía como una simple obligación.
Valka consiguió echar a todas las mujeres cristianas de la habitación tan solo desenfundando su hacha, había sido algo digno de sinceras carcajadas, las cuales se apagaron rápidamente cuando nuevamente eran conscientes de qué era lo que estaba sucediendo ese día.
Aster fue el primero que se acercó a Hylla. Le acarició el rostro mientras la contemplaba embelesado por unos largos segundos, hasta que Hylla le retiró la mano y huyó de su fija mirada para atender al resto de los presentes, pero Aster siguió observándola maravillado. Le tocaba mucho la moral y los cojones admitirlo, pero Hylla estaba preciosa aquel día, los cristianos habían sabido resaltar su belleza perfectamente. Le habían cubierto el cuerpo con un vestido azul que acentuaba de manera extremista su cintura donde varias cintas reafirmaban aquella estrechez antinatural, cintas similares se habían colocado en sus codos haciendo que tan solo los antebrazos de la próxima reina de Arendelle parecieran no ser apretados por las telas de encaje que le daban una pinta muy deseable a su piel pecosa, la falda era larga tanto que Hylla la tenía amarrada con cintillas de cuero hasta la hora de la boda, para evitar que le pisaran la tela, sin embargo, a diferencia de todos los vestidos que habían visto desde su llegada, el volumen de la falda era moderado, siguiendo tan solo las bases que imponían las finas caderas de Hylla, los jinetes se quedaron muy sorprendidos cuando ella comentó que aquel detalle le costó largas discusiones, que la gente de aquel reino habían insistido con un pomposo vestido que le quedaba ridículo, al final el rey se había puesto de su parte, con una condición que en ese momento ella no quiso detallar, por lo que ellos no insistieron. Todo el vestido tenía pequeñas decoraciones de azafranes hechas con delicados hilos de diferentes colores que combinaban a la perfección con el tono azul rey principal. Su rostro estaba levemente maquillado, tan solo le habían puesto unas pocas capas de polvos blancos, habían enrojecido sus labios lo mejor posible y habían añadido sombras a sus párpados, logrando así que su mirada verde se acentuase, a Aster le rompió el corazón ver como sus bellos ojos no brillaban con ilusión. Habían cortado su rebelde cabello de manera uniforme, aquello molestó a los vikingos, sobre todo porque se habían desecho de todas las trenzas diminutas del cabello de su jefa y en su lugar la habían peinado con un ajustado moño bajo que tan solo le dejaba un mechón en el rostro, un tocado sencillo pues, según las explicaciones que ahora Hylla repetía, así sería más sencillo colocarle la corona de reina.
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𝕰𝖑 𝕵𝖚𝖊𝖌𝖔 𝖉𝖊𝖑 𝕽𝖊𝖞. [HiccElsa]
FanficLuego de su muerte, la memoria de Estoico se enfrenta a las consecuencias de sus errores: el abandono de un niño que le necesitaba, el nulo reforzamiento de una alianza que mantenía a su pueblo a salvo, la falta de respeto a las promesas que dedicó...