ℂ𝕒𝕡𝕚𝕥𝕦𝕝𝕠 𝕏𝕍𝕀𝕀

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𝔈𝔫 𝔢𝔩 𝔮𝔲𝔢 ℌ𝔶𝔩𝔩𝔞 ℌ𝔞𝔡𝔡𝔬𝔠𝔨 𝔦𝔫𝔱𝔢𝔫𝔱𝔞 𝔠𝔬𝔪𝔭𝔯𝔢𝔫𝔡𝔢𝔯 𝔰𝔲𝔰 𝔠𝔬𝔪𝔭𝔩𝔦𝔠𝔞𝔡𝔬𝔰 𝔰𝔢𝔫𝔱𝔦𝔪𝔦𝔢𝔫𝔱𝔬𝔰

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Por el cansancio de aquel complejo viaje tan madrugador y pesado, cuando llegaron a su habitación del palacio Hylla sencillamente aceptó rendida la propuesta de que su marido le ayudase a desvestirse para ponerse una ropa más cómoda para lo que quedase del día, a pesar de que había pedido casi de inmediato que la dejaran hacerse bolita en la cama hasta que realmente alguien la necesitara para alguna emergencia grave al final había tenido que aceptar el hecho de que sencillamente tenía que seguir con su día, aunque logro convencer a Ezra de dejarla de dormir unas cuantas horas más, todas las que necesitase para recomponerse además de que él mismo se aseguraría de que nadie molestara su sueño. Estaba sentada en el borde de la cama, sintiendo como los fríos dedos de Ezra desplazaban lentamente su vestido hasta abajo, deshacía el nudo de su corsé para quitarlo y la dejó completamente desnuda en a penas unos segundos. El rey le preguntó si también quería quitarse la prótesis y la reina a penas asintió, sencillamente estaba agotada.

No supo en qué momento acabó recostada sobre la cama, sin nada para cubrirla, con su marido arrodillado delante de ella luego de haberle quitado la pierna de metal, demasiado cerca de su intimidad completamente expuesta. Solo consigue algo de conciencia cuando cuando las frías manos de su esposo comienzan a deslizarse lentamente por sus muslos, hacen amago de tocar su entrepierna, pero finalmente solo siguen subiendo, acariciando su vientre, deteniéndose justo antes de llegar a sus pechos. Hylla, con la respiración alterada y las mejillas enrojecidas, logra mirarlo a la cara. Ezra también está alterado, con los labios bien apretados e intentando regular su respiración. Su mirada está fija en su cuerpo, pero en cuando siente los ojos de Hylla sobre él decide finalmente conectar miradas.

–Querida –la llama con una voz grave y ronca que hace que se retuerza–, ¿me permites tocarte y besarte? –le pregunta con tranquilidad, con un tono que muestra a la perfección que está más que dispuesto de aceptar un no como respuesta. Quiere creer que no es así, pero Hylla sabe a la perfección de que, aunque no lo ha dicho así, Ezra está pidiendo tocar y besar todo su cuerpo. 

Aprieta con fuerza los labios, no puede dejar de temblar, no puede contener su alocado palpitar, no puede evitar mirar fijamente aquella fría mirada llena de deseo y con algo de cariño. Quiere que la toque, eso tiene que admitirlo, quiere sentir sus caricias y besos, odia tener ese fuerte deseo, pero la está asfixiando la simple idea de negarse. Pero quiere límites, quiere mantener algo de su dignidad, por lo que traga duramente saliva y le dice.

–No te desnudes tú, en lo absoluto –aquella es su forma de dejarle en claro que no piensa permitir que utilicé su miembro de ninguna forma con ella. Ezra entiende de inmediato y, con una solemnidad que Hylla no se esperaba, asiente sin problema alguno.

Son sus pechos los que primero reciben atención, el de la izquierda recibe la húmeda y hambrienta boca de Ezra mientras que el derecho está siendo levemente pellizcado por la fría mano del rey. Intenta morder su labio para frenarlo, pero no puede contener el gemido que se forma por los toques de su marido, no puede contenerse de arañar las sábanas, a penas puede sobreponerse sobre sus ganas de arañarle la espalda, a penas puede detenerse antes de ceder a su propia mente nublada por la toxina de sus besos y caricias para abrir sus piernas. Ezra es de alguna forma brusco y cuidadoso, es una combinación que Hylla no puede describir de mejor forma que no fuera peligrosamente placentera. Sus dientes tiraban con algo de fuerza, succionaba sin importarle absolutamente nada más, pero las caricias de sus fríos dedos eran tan suaves y comprensivas que por unos segundos Hylla realmente creyó que Ezra la amaba de la forma más sincera del mundo.

𝕰𝖑 𝕵𝖚𝖊𝖌𝖔 𝖉𝖊𝖑 𝕽𝖊𝖞. [HiccElsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora