𝔈𝔫 𝔢𝔩 𝔮𝔲𝔢 𝔩𝔬𝔰 𝔡𝔯𝔞𝔤𝔬𝔫𝔢𝔰 𝔡𝔦𝔣𝔦𝔢𝔯𝔢𝔫 𝔠𝔬𝔫 𝔩𝔞𝔰 ó𝔯𝔡𝔢𝔫𝔢𝔰 𝔡𝔢 𝔰𝔲𝔰 𝔧𝔦𝔫𝔢𝔱𝔢𝔰 [𝔭𝔯𝔦𝔪𝔢𝔯𝔞 𝔭𝔞𝔯𝔱𝔢].
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Luego de que todos se fueran, cuando Ezra estaba a punto de salir siguiendo la misma ruta que los otros, Hylla lo detiene sosteniendo con fuerza su muñeca izquierda, clavando levemente sus cortas uñas, aguantándose todos los insultos y gritos que quería soltar de golpe, provocándole al soberano de esas tierras un leve respingo por la sorpresa. El rey se da media vuelta y cuestiona a su mujer con una mirada.
–¿Por qué me defendiste cuando Catriel se quiso burlar de la muerte de mi padre? –cuestionó como si él acabara de hacer algo indiscutiblemente terrible contra ella. Ezra se mostraba abiertamente confundido y algo molesto por el tono que usaba Hylla para reclamarle.
–Porque eres mi esposa –contestó con simpleza, dudando no por su respuesta sino por el simple hecho de ser cuestionado–, mi deber es defenderte de cualquier manera, creía que te lo había dejado muy en claro durante los juramentos de la boda.
Hylla frunce el ceño, incapaz de creerle ni una sola palabra.
–Hipócrita –escupe con rabia, Ezra alza una ceja.
–¿Perdona? –es todo lo que logra pronunciar, confundido por todo el veneno que tenía el tono de Hylla.
–Tú mismo te has burlado de la muerte de mi padre y del hecho que hubiera aceptado esta unión ridícula –le recuerda mientras le pica con el dedo índice en el pecho, tirándolo constantemente un poco para atrás, irritando levemente a su marido por mucho que su expresión no delatase molestia alguna–. ¿Y ahora quieres hacerte el bueno defendiéndome en público? ¿A qué narices estás jugando, Ezra? ¿Qué es lo que quieres? ¿Quieres que el resto del mundo te vea como el fantástico esposo que no eres? Si vas a ser un maldito idiota ten las agallas para serlo en todos lados.
Para molestia de la vikinga, el cristiano suelta un buen par de carcajadas mientras ella parece estar a punto de echar humo por las orejas. Es entonces, mientras se sigue riendo aunque bajando el volumen, que el rey de Arendelle comienza a caminar hacia delante, obligándola a dar torpes pasos hacia atrás, intentando mirar de reojo para no caerse a la vez que intentaba mantener la dura mirada sobre él, gruñendo cada vez que él parece estar a punto de pisarla, pues no intentó en lo absoluto adecuarse a su ritmo.
En algún momento su cadera choca contra la madera de la larga mesa y, antes de que ella pudiese detenerse, las manos frías de Erza sujetaron firmemente la parte trasera de sus muslos para así alzarla sobre la mesa y dejarla allí tendida. El rey se recuesta sobre el cuerpo de su esposa, entre sus piernas, apretando sus muñecas con una sola mano sobre su cabeza mientras ella reniega por la cercanía.
–Parece que no comprendéis mi amabilidad, mi señora –dice sonriente.
–¡Suéltame, imbécil! –ordena mientras patalea con fuerza.
Ezra solo se acerca más. –Te lo pondré de esta manera, querida –comienza mientras pasa su mano libre por todo su cuerpo–, no me gusta compartir mis juguetes, mucho menos mis favoritos... solo yo puedo cuidarte –murmura dándole un beso en la mejilla derecha–, solo yo puedo tocarte –continúa, ahora besando su otra mejilla, cuando vuelve a mirarlo a los ojos, todo lo que ve es una mirada llena de lujuria y crueldad. De repente, siente sus dedos helados apretando sus piernas debajo de la falda–. Solo yo puedo lastimarte, solo yo puedo destrozarte o arreglarte. Eres mi muñeca... eres mi posesión... y como ya te lo he dicho... odio compartir.
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𝕰𝖑 𝕵𝖚𝖊𝖌𝖔 𝖉𝖊𝖑 𝕽𝖊𝖞. [HiccElsa]
ФанфикшнLuego de su muerte, la memoria de Estoico se enfrenta a las consecuencias de sus errores: el abandono de un niño que le necesitaba, el nulo reforzamiento de una alianza que mantenía a su pueblo a salvo, la falta de respeto a las promesas que dedicó...
![𝕰𝖑 𝕵𝖚𝖊𝖌𝖔 𝖉𝖊𝖑 𝕽𝖊𝖞. [HiccElsa]](https://img.wattpad.com/cover/314755654-64-k129942.jpg)