ℂ𝕒𝕡𝕚𝕥𝕦𝕝𝕠 𝕏𝕀𝕀𝕀

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𝔈𝔫 𝔢𝔩 𝔮𝔲𝔢 𝔰𝔢 𝔫𝔞𝔯𝔯𝔞𝔫 𝔟𝔲𝔢𝔫𝔞𝔰 𝔡𝔢𝔠𝔦𝔰𝔦𝔬𝔫𝔢𝔰 𝔶 𝔠𝔬𝔪𝔭𝔩𝔦𝔠𝔞𝔡𝔬𝔰 𝔰𝔢𝔫𝔱𝔦𝔪𝔦𝔢𝔫𝔱𝔬𝔰.

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Ezra seguía sonriendo como tonto para cuando abrió la puerta de aquella sala de estar, estaba cerrada, eso era indudable, pero la terminó volviendo inútil luego de hacer uso de sus poderes de hielo. Congeló la cerradura, bastó un golpe para destrozarlo por completo, y entró sin importarle cómo de alocados de veía su melena, las arrugas de su traje ni la sonrisilla infantil en su rostro. Tampoco se contuvo cuando finalmente cayó en cuenta de qué era exactamente lo que tenía delante de él. Se encontró con aquella muchacha del pueblo del otro lado del Bosque del Tiempo hecha bolita sobre la alfombra, abrazando como si fueran juguetes dos jarras de madera tumbadas que habían dejado manchas sobre la tela, su cabello estaba completamente despeinado, ella estaba descalza y tenía una sonrisa tonta en la cara. Luego estaba la honorable primogénita de la casa Bjorgman, la destacada señorita Samantha, tan conocida por todo Arendelle por ser un encanto de dama que siempre sabía como comportarse en todo momento sin importar las circunstancias y por lo mucho que empatizaba con las clases más bajas, ella también estaba dormida, pero en su caso tenía parte del torso recostado sobre uno de los elegantes sillones, sentada en el suelo con el vestido lleno de manchas de vino y con una copa aun en mano que había terminado de derramar todo su contenido sobre el sofá de terciopelo. Una mujer robusta y mucho más alta que ninguna que hubiera conocido hasta ese entonces estaba desparramada sobre un antiquísimo y carísimo sofá de cuero, a penas consciente de lo que pasaba a su alrededor, a diferencia de las otras tenía la decencia de no estar manchando nada con el contenido de su ja... y había caído rendida bruscamente soltando su jarra y desparramándolo todo sobre la alfombra... tendría que mandar a cambiarla, eso sin duda, la pregunta era si lo haría con sus fondos personales o con los de su esposa, la causante de todos estos problemas.

Luego estaba algo que jamás había pensado ver ni en esta vida ni en las siguientes. A una de las refinadas y rígidas princesas de las Islas del Sur con las mejillas enrojecidas por el licor, sin importarle lo arrugado que estaba su vestido o lo mucho que se le habían levantado las faldas, riendo tontamente y con toda la libertad del mundo, contando tonterías al lado de la reina de Arendelle, su esposa.

Hubiera sido algo incluso tierno de ver, dos mujeres de alta cuna con demasiada presión sobre ellas tan solo teniendo un momento agradable la una con la otra, pero la conversación que mantenían a cabo entre hipos y carcajadas tontas era sencillamente terrible según el punto de vista de Ezra.

–Espera, espera, espera –repetía entre risas Hylla–, ¿lo viste desnudo? ¿has visto a mi marido desnudo antes que yo?

Con una sonrisa de oreja a oreja, Ofelia asentía una y otra vez.

–No vi... uh... su... ¿cómo decirlo? –intentaba la princesa pasándose su mano libre por el rostro, intentando recordar como demonios se hablaba a pesar de la manera en la que el alcohol le nublaba la cabeza.

–¿Polla?

Ambas mujeres rompen en carcajadas mientras los colores se le suben a Ezra al rostro.

A pesar de las risas, Ofelia niega tanto que parece que eso hace que se maree un poco más de lo que ya está. –Digamos... entrepierna.

–Al menos di pene.

Ofelia vuelve a negar con la cabeza aguantando las carcajadas para poder darle otro sorbo a su copa lleno de vino. –¿Qué te parece falo?

Hylla resopla. –Venga, va, falo. La cosa es que no lo viste –Ezra se siente un tanto espantado al notar la decepción en el tono de su esposa. ¿Por qué diantres quería que otra mujer le hablara de sus partes más privadas y nobles? Aunque, bueno, después de esta conversación ya no podía definirlas así en lo absoluto.

𝕰𝖑 𝕵𝖚𝖊𝖌𝖔 𝖉𝖊𝖑 𝕽𝖊𝖞. [HiccElsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora