ℂ𝕒𝕡𝕚𝕥𝕦𝕝𝕠 𝕏𝕏𝕀𝕀

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𝔈𝔫 𝔢𝔩 𝔮𝔲𝔢 𝔰𝔢 𝔫𝔞𝔯𝔯𝔞 𝔩𝔞 𝔰𝔢𝔪𝔞𝔫𝔞 𝔞𝔫𝔱𝔢𝔯𝔦𝔬𝔯 𝔞𝔩 𝔤𝔯𝔞𝔫 𝔟𝔞𝔦𝔩𝔢.

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Se sentía como una completa idiota... otra vez. 

No tenía ni idea de cómo había llegado a ocurrir, pero en las tres semanas anteriores al baile que celebraría para conseguir que más muchachas se unieran al resto de sus damas de la cohorte, no había sido capaz de alejar a su marido de sus faldas. Ezra al menos había tenido la decencia de ponerse serio en la última semana para preparar lo más pronto posible un coreografía que la salvara de las inminentes y terribles reprimendas de sus damas de la cohorte actuales, pero las dos primeras semanas consistieron en comenzar simples movimientos de baile con los que ella pudiera aprender lo más mínimo sobre cómo danzar de forma que las gentes del continente aprobasen hasta que un movimiento en particular hiciera que alguno de los dos se olvidara de todo y se lanzara de lleno contra el otro. Las dos primeras semanas consistieron en terminar con sus zonas erógenas al aire libre o directamente sin ropa alguna, con su marido enterrado en ella y con su mente completamente en blanco porque su cuerpo estaba demasiado sumido en el más absoluto placer. Hylla había acabado tumbada y presionada contra todo tipo de lugar o superficie, en todas esas posiciones que su esposo había aprendido a través de años y años de cuestionable experiencia en las artes carnales, conociendo todas esas delicias mundanas que ni tan siquiera se había molestar en considerar algún día experimentar. Durante esas semanas Ezra tocó, besó, acarició y tomó absolutamente todo lo que quiso del cuerpo de su esposa.

Sus fríos dedos se clavan en su cintura y sus adictivos pero venenosos labios dejan un rastro de besos en su espalda mientras ella se aferra como puede a las sábanas de su cama matrimonial, ni tan siquiera preocupándose de si estaba desgarrándolas o no.

No sabe si está llorando porque la brusquedad de su marido y el placer que se ha apoderado de su cuerpo es una combinación demasiado intoxicante para su pobre mente o porque mientras gime el nombre de Ezra se le llega a pasar por la cabeza el recuerdo de que Aster le había vuelto a enviar una de esas tiernas cartas dónde le repetía lo mucho que la amaba, dónde le preguntaba tan tiernamente cómo estaba ahora que faltaba tan poco para volver a verse después de tanto tiempo tan lejos el uno del otro. Muerde con fuerza una de las tantas suaves almohadas en el momento que siente el ritmo de las estocadas de su marido volverse mucho menos controlado, mucho más desesperado.

No podía evitarlo, sencillamente no podía evitar adorar la manera en la que Ezra siempre perdía por completo todo tipo de orgullo y altanería cuando se trataba de ella. Le encantaba cuando rogaba por su atención, por su cariño, por sus caricias, le encantaba cuando se quedaba exhausto y aún así quería continuar porque no podía tener suficiente de ella, le encantaba cuando con esos ojos azules tan intensos le dejaba en claro lo mucho que la necesitaba. Por lo que sentir que ya estaba a su límite, darse cuenta que ya lo habían hecho las veces suficientes como para darse cuenta de esos detalles suyos, todo eso la embriagó de una sensación tan asfixiante como extraña de control y placer que no pudo contener la sonrisa que se le formó en los labios a pesar de seguir soltando lagrimillas.

Le acaricia los mechones blancos como puede en el momento que Ezra se recuesta levemente contra su espalda, ocultando el rostro contra su cuello, rodeándole la cintura con los brazos que habían conseguido un poco más de músculo desde que había comenzando a volar más frecuentemente con su dragona. El sonido que el rey suelta al alcanzar su orgasmo logra que su mujer se remueva encantada, con cierto orgullo abrazando su corazón.

Ezra se recuesta bocarriba a su lado, permitiendo que ella pueda apreciar perfectamente su imagen agotada. Su pecho subiendo y bajando tan apresuradamente, sus mejillas enrojecidas y una de sus manos tirando hacia atrás sus blancos mechones que ella acababa de acariciar y dejar hechos un desastre.

𝕰𝖑 𝕵𝖚𝖊𝖌𝖔 𝖉𝖊𝖑 𝕽𝖊𝖞. [HiccElsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora