𝔈𝔫 𝔢𝔩 𝔮𝔲𝔢 𝔰𝔢 𝔫𝔞𝔯𝔯𝔞 𝔢𝔩 𝔤𝔯𝔞𝔫 𝔟𝔞𝔦𝔩𝔢 [𝔭𝔞𝔯𝔱𝔢 1].
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La única razón por la que Eret, hija de Eret, aún tenía la lengua pegada a su cuerpo era porque le habían prohibido —de una manera tremendamente injusta además— a Hylla llevar ningún tipo de arma encima. Eso de que como reina podía hacer lo que quisiera y que ella mandaba sobre el resto de los habitantes de Arendelle era de las mentiras más crueles y desagradables que se había creído hasta ese entonces, una mentira que jamás le perdonaría a su marido.
Sisea con molestia cuando Jackie tira de otro de sus mechones hacia arriba, intenta removerse, pero ninguna de las mujeres europeas le permiten hacer movimiento alguno, se tiene que mantener quieta para que ellas sigan preparando su cabello. Unos cortos mechones descendían sobre su frente como un delicado flequillo, habían dejado unos pocos mechones más largos enmarcando su rostro para que disimulara las cicatrices que decoraban su pecoso rostro, pero el resto de su castaña melena que durante todo el tiempo que llevaba viviendo en Arendelle había crecido más uniformemente estaba atada en un complejo tocado que significaba tirar mil veces de su cabello a pesar de lo mucho que renegara. La trenzas que conformaban el extraño peinado eran sujetadas por unos ganchos de plata con forma de preciosos azafranes que brillaban preciosamente entre sus hebras castañas. Nuevamente, Hylla admitía que su imagen era digna de aquel pretencioso y elegante baile que se había preparado para ella, pero eso no quitaba su disgusto en lo absoluto.
—Creo que le falta más flores —vuelve a comentar Eret, con una cruel sonrisa que le viaja de oreja a oreja.
Hylla la apuñalaría ahí mismo. —Cuando estas tres sádicas me suelten te vas a llevar una hostia, Eret, que resonará hasta Berk —la reina intenta inclinarse hacia la antigua cazadora de dragones para verse un poco más amenazante, pero todo lo que consigue es que Ofelia la tome de los hombros con molestia y la regrese de manera brusca a su lugar. Hylla se pone roja de la furia cuando Eret suelta otra estridente carcajada—. Yo es que te mato, pesada de las narices.
—¡Venga! ¡Pero si esto es divertidísimo! —se defendió entre risas, ignorando la sed de sangre —su sangre en específico, claramente— que se veía perfectamente en la verde mirada furiosa de su jefa—. De acuerdo, de acuerdo —finalmente acepta comportarse cuando Samantha también se mete para ayudar aunque sea levemente a su reina—, ya os dejo trabajar a vuestra manera, pero yo solo digo que buscar su mejor apariencia mientras le hacéis sufrir es lo más lógico a hacer, que desaprovechéis la oportunidad me parece una soberana tontería.
Hylla quiere volver a gritarle algo, lo que sea, realmente escupir algo más de su cansancio y rabia contra Eret le vendría de maravilla, pero se escuchan unos leves toques antes de que una de las miles de mucamas del palacio, una que se bastante joven y que inclina muchísimo la cabeza para no mirar a los ojos a la reina, se adentrase luego de recibir la invitación de la reina. Que no lleve nada encima —como manteles, cubertería, copas o cualquier otra cosa que se pudiera llegar a necesitar para el baile— le parece rarísimo a Hylla, porque sabe perfectamente que en estos precisos momentos no hay absolutamente nadie que tenga unos segundos para respirar en el palacio, ni tan siquiera Ezra, quien en estos momentos debería estar atendiendo a la familia real de DunBroch, los primeros invitados en llegar, se puede permitir estar en calma.
Que la respiración de la mucama sea jadeante tiene mucho más sentido que cualquier otra cosa, en verdad.
—Su majestad —a Hylla le irrita bastante, al punto que incluso suelta un pesado suspiro enojado, cuando se da cuenta que aquella muchacha ni tan siquiera se iba a dignar a mirarla en ningún momento—, me han enviado a avisarle que sus gentes han llegado finalmente al palacio, y que su madre ha movido algunas cosas para estar presente para vuestro gran...
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𝕰𝖑 𝕵𝖚𝖊𝖌𝖔 𝖉𝖊𝖑 𝕽𝖊𝖞. [HiccElsa]
FanfictionLuego de su muerte, la memoria de Estoico se enfrenta a las consecuencias de sus errores: el abandono de un niño que le necesitaba, el nulo reforzamiento de una alianza que mantenía a su pueblo a salvo, la falta de respeto a las promesas que dedicó...