ℂ𝕒𝕡𝕚𝕥𝕦𝕝𝕠 𝕀𝕏.

123 11 3
                                        

𝔈𝔫 𝔢𝔩 𝔮𝔲𝔢 𝔰𝔢 𝔫𝔞𝔯𝔯𝔞𝔫 𝔰𝔢𝔫𝔱𝔦𝔪𝔦𝔢𝔫𝔱𝔬𝔰 𝔢 𝔦𝔫𝔱𝔢𝔫𝔱𝔬𝔰 𝔡𝔢 𝔠𝔞𝔩𝔪𝔞.

≫ ──── ≪•◦ ♛ ◦•≫ ──── ≪

El hielo de Ezra cerró por completo la puerta de su alcoba en cuanto Hylla hizo amago de querer salir. La vikinga suspiró pesadamente para luego pasar ambas manos por su cabello hasta su cuello, suelta un gruñido en cuanto escucha sus pasos, pero se sorprende al notar que se alejan. Finalmente se da media vuelta para enfrentarlo, lo encuentra descamisado sentado al borde de la cama, tiene un parde raspones por aquí y por allá que dejaban muy en claro que eso de ser el juguete de varios dragones no era el mejor de los destinos para alguien que tenía su primer encuentro con ese tipo de criaturas.

–Quédate esta noche –le dice mirándola fijamente a los ojos, con un tono que no le deja muy en claro a Hylla si es una orden o una sincera petición–, necesito que te quedes esta noche –la confusión por la suavidad de su tono está rodeando toda su mente, cuando él palmea suavemente el colchón, todo parece tener menos sentido. En nombre de la amabilidad y decencia básica que Ezra está mostrando, ella asiente y comienza a caminar hacia él, un poco como el entramiento del cachorro de cualquier especie, si quieres que el comportamiento se repita, solo tienes que actuar positivamente ante él.

Se sienta justo a su lado, ignorando la pequeña sonrisa que le forma en su pálido rostro.

–Quiero un Gronckle –dice en cuanto sabe que Hylla le está prestando completa atención, una sonrisa algo burlona pero muy confundida se dibuja en los labios a la vikinga.

Alzando una ceja y acomodándose mejor, repite para estar segura. –¿Quieres un Gronckle? –Ezra asiente con firmeza–, ¿por qué? Hay dragones más poderosos, veloces e intimidantes, ¿no era algo así lo que querías?

La mirada de aburrida decepción de Ezra regresa después de tanto tiempo. El rey rueda los ojos mientras se aparta un poco de Hylla, ¿estaba acaso él usando la misma técnica de crianza con ella?

–Eso es lo que quiere Catriel –responde con un resoplido y un movimiento de cabeza despectivo–, quiere que sea el asqueroso monstruo que ellos han temido toda la vida, que lo soy, no lo negaré, pero también quiero ser un rey internacionalmente respetado por aprecio, no siempre por temor. Quiero que la gente sepa que puedo ser bueno mientras sean buenos conmigo –la sonrisa se le extiende–, también me gustaría que tú aprendieras eso, muñequita –murmura mientras acerca una mano para acomodar cuidadosamente un mechón rebelde de Hylla tras su oreja, a ella le llega un escalofrío, pero prefiere ignorarlo–. Lamento mi comportamiento de hace unos días –susurra con delicadeza mientras vuelve a acercarse a ella.

Hylla parpadea.

–¿Ah sí? –suelta impactada, cuando él asiente, Hylla hace una mueca–, ¿te estás disculpando solo para que vuelva a dormir aquí?

–Me estoy disculpando porque estoy harto de revivir la soledad y la rabia de las que juraba que ya había escapado al desposarte, Hylla –responde con simpleza, hundiéndose en hombros–. Mira, no voy a amarte jamás, no vas a amarme jamás porque ese condenado vikingo de rubia melena va a estar en tu corazón toda tu vida, lo entiendo ¿de acuerdo? –comienza a sincerarse de tal manera que Hylla no sabe tan siquiera cómo sentirse–. Por el momento soy consciente de que te deseo, ¿por qué lo hago? Todavía no lo tengo claro. Sé que es refrescante tener a mi lado una mujer que es desaprobada tanto como yo lo soy, es un alivio no tener que fingir incluso en mi alcoba, nuestras peleas me divierten, los momentos en los que puedo tocarte y a ti te gusta...

–A mí no me gusta –corta con las mejillas rojas por la rabia y la vergüenza.

–Nuestra primera noche de casados llegaste al clímax, no oses mentirme –masculla con petulancia y el ceño fruncido–. A lo que quería llegar antes de que, como de costumbre, me interrumpieras, querida mía, es que disfruto más los momentos en los que ambos estamos cómodos... hoy creí que el tiempo con mis mascotas había sido uno de ellos porque, básicamente, yo había estado cómodo y tú no habías renegado –el rey se toma unos minutos para suspirar pesadamente–... pero cuando me enseñabas a lidiar con los dragones... eso fue diferente... se sintió mucho mejor de lo que ningún placer carnal o emocional se había sentido hasta ahora –lo ve apretar los labios y aferrarse a las blancas sábanas, suelta una risilla algo amarga–, estaba volando por los cielos por culpa de esos malditos cuellilargos, pero, demonios, me recordó a cuando mi padre me lanzaba un poco por los aires antes de que toda la mierda del tirano de las nieves comenzara... hoy se sintió tan bien –uno de sus fríos dedos llega a rozarle la mano, ella no tiembla–. Esa linda dragona, la Gronckle... fue, fue como cuando conocí al San bernardo favorito de mi madre y este se me tiro encima para lamerme, quiero volver a experimentar eso, Hylla, quiero tener algo de paz por lo menos dentro de esta alcoba para luego tener que rechinar los dientes y tener ganas de matar a los idiotas que están fuera de ella –el rey extiende su mano derecha hacia ella–, ¿podemos hacerlo?

𝕰𝖑 𝕵𝖚𝖊𝖌𝖔 𝖉𝖊𝖑 𝕽𝖊𝖞. [HiccElsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora