Disaster | Minsung

Capítulo 8

La ligera luz del día se hacia presente a través de la ventana, el sonido de autos y personas moviendose en el exterior cada vez se hacía más notorio para Jisung, quien frotaba sus ojos en un intento por acostumbrarse a la claridad de la mañana, se estiró con pereza encima del colchón, enrollandose entre las sábanas y ocultando su rostro en la almohada, sintiendose demasiado cansado como para ponerle inicio a su día.

Un aroma peculiar llegó a sus fosas nosales, un conocido perfume varonil que logró sacarlo de su ensoñación y haciendole caer en cuenta del lugar donde se encontraba, el lugar donde había pasado la noche.
El lado vacío de la cama lo hizo sentir desorientado momentaneamente pero entendió todo tras escuchar el sonido de los platos ser movidos en la cocina.
Como por acto de reflejo se observó a si mismo en el largo espejo que cubría la puerta del armario, notando al instante como su cabello estaba algo desordenado, seguía aún sin camiseta y unas no tan notorias marcas rojizas adornaban sus clavículas y parte de su pecho.

Si su plan durante la madrugada había sido fingir por la mañana que nada había sucedido ahora sabía que estaba jodido.
Aún podía sentir el ligero ardor en sus labios por las mordidas que había recibido, ese era su recordatorio constante.
Se cubrió el rostro sintiéndose repentinamente avergonzado por sus acciones y sin saber como le dirigiría la palabra a Minho sin pensar en lo sucedido hace unas horas.
Estuvo mal, sabía que estuvo mal, quería hacerse creer a si mismo que lo que había hecho estaba mal, y ese era el verdadero problema, que incluso si era así en realidad no se arrepentía. Sabía que si la vida lo volvía a colocar en aquella situación pues no dudaría en volverlo a hacer.

Habían sido unos cuantos besos y un par de caricias pero para él, fue el momento más íntimo que había experimentado en demasiado tiempo, probablemente en toda su vida.

Minho no deseaba desvestirlo inmediatamente como la mayoría de chicos solían hacer cuando él accedía a acompañarlos a casa.
Minho estaba ahí admirando los pocos centímetros de su piel expuesta, dejando caricias y besos que provocaban miles de reacciones en Jisung, mientras que el pelinaranja se deleitaba con cada una de ellas.
Apreciaba cada pequeño suspiro que escapaba de sus labios, se sentía fascinado por lo sensible que era su piel ante las ligeras mordidas que dejaba en la unión de su cuello y su hombro, marcandolo como suyo incluso si no lo era. Como si deseara hacerle saber al mundo que había tenido el honor de conocer a Han Jisung de una manera que nadie había podido. Lo notaba en su sonrisa de suficiencia, sabía que por ese momento el rubio había bajado todas sus defensas y se había entregado a él. Le había otorgado el poder.
Y finalmente, cuando Jisung se preparó mentalmente pensando que Minho tomaría lo que quería sin más, este solo lo rodeó en un abrazo haciendole saber que estaba bien llegar ahí, que por ahora no necesitaba más, y demonios, Jisung no debería emocionarse tanto por esos actos tan básicos de respeto, sin embargo ahí estaba, ahogando un grito en la almohada gris que reposaba en la cabecera de la cama.

Esa era su maldita tortura.

Lee Minho era mil veces diferente a cada chico y chica que hubiese conocido en su vida y se regañaba a si mismo por sentir miedo a pesar de saberlo. Esperando inconscientemente que le brinde aquel trágico final y así Jisung terminaría nuevamente con aquel sentimiento de soledad, preguntándose cada noche sobre qué habia hecho mal.
Jisung no deseaba sentirse insuficiente para alguien, no otra vez.

La puerta de la habitación fue abierta con lentitud dejando ver primero a una cabellera naranja y unos ojos negros observandolo con timidez.

Tierno.

Se agradeció mentalmente el haberse puesto de nuevo la camiseta negra antes de que el chico ingrese.

—Veo que no tendré que esforzarme en despertarte.