Día 30: Coming Home

392 33 55
                                    


DIA 30

COMING HOME

( o Regresando a casa)

.

.

Continuación inmediata del día 29: Found.

Félix y Adrien Agreste tienen una conversación tardía y esclarecedora.

Marinette, en cambio, sigue esperando por el futuro.

Y el futuro llegará, tarde o temprano, para poder tener un final feliz...pero...¿existen los finales felices? ¿En serio?

- Lime. Letras en cursiva: pensamientos.-

________________________________________________________________________

ULTIMO CAPITULO

_________________________________________________________________________

.

.

No, ella no podía quejarse, no. O sí, tal vez sí.

Por las mañanas, al abrir los ojos, Marinette lo encontraba a su lado, somnoliento o dormido. Y ella, traviesa, le introducía un dedo en el oído o en la nariz. Él entonces, despertaba desesperado, y en castigo, la besaba aplastándola con su cuerpo. Ella se quejaba de falta de aire, y él reía, haciéndose a un lado. Algunas mañanas, también, él le hacía cosquillas, o le ensuciaba el pelo largo y negro con su saliva, volviéndolo pringoso. Ella se enfadaba por su revancha y le negaba el siguiente beso moviendo la cara, haciendo puchero, pero él le cogía el mentón y la atraía hacia sí.

Y nuevamente a empezar.

Y Félix nuevamente le daba un beso al despertar, nuevamente sus manos le quitaban el pijama, o la ropa interior. Se sentía el hombre más poderoso del mundo, cada vez que la oía gemir entre sus brazos. Se sentía un dios, y un demonio, ambos luchando por ganar su cuerpo. Se sentía hombre y se sentía niño, ante la suavidad de su voz y el tacto de sus caricias. Se sentía domado, y domador.

Oh, ella era una buena jinete, y él se dejaba montar.

Algunas veces ella le decía un susurro en voz bajita, estremeciéndole la piel. Otras tantas veces, ella se ponía de rodillas ante él, murmurando letanías de amor, mientras introducía un trozo de él en su cuerpo, y él otra vez, gemía, temblaba y cedía. Y él otra vez, repetía lo que él siempre decía:

- Lo que tú quieras, cielo, lo que tú quieras.-

Entonces, suavemente, él se anclaba a su cuerpo, la sujetaba de las caderas y le mecía el alma, de delante a atrás, de arriba a abajo, lento muy lento.

Amor y pasión.

Reconciliación y confianza.

Ella, una amante sincera.

Él, un esposo devoto.

No, ella no podía quejarse, no. O sí, quizá sí.

Marinette Dupain-Cheng, o madame Graham, no podía quejarse. Sin embargo, ella miraba a través de los cristales de su mansión, o paseaba por el inmenso jardín, o por el invernadero. Movía sus pies, y columpiaba sus brazos, esperando.

Pero el Félix del futuro, el Último Guardián, seguía sin venir.

El tiempo pasaba, inexorable, y las mañanas continuaron igual: un beso, cosquillas, un dedo en el oído, y ahora, meses después, él ya no la podía aplastar con su cuerpo sino que debía ponerla de lado, porque el vientre de ella ya estaba hinchado y maduro, tenía los pechos a reventar y las piernas, gordas como botijos.

Felix y Marinette. Felinettenovember 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora