DIA 3
TEASHOP
(o Tetería, como le digo yo.)
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Por fin, Félix y Marinette llevan un tiempo saliendo, pero hay algo que a Félix le parece insoportable de ella...
Aún son jóvenes, pero a punto de terminar el Instituto....
- Llegas tarde, Dupain-Cheng. -
- ¡Lo lamento! Pero justo estaba llegando por ahí y entonces me fijé que...-
Él levantó la mano, hastiado de sus pobres excusas. Veinticinco minutos tarde, ¡veinticinco!. O veintiséis, la verdad era que había dejado de contar a partir del minuto dos. No tenía sentido, era el mismo problema, todas las veces.
Intentó no explotar, intentó respirar. Tratar de entender porqué demonios estaba saliendo con la amiga de Adrien, porqué demonios tenía que esperarla tanto, porqué maldita sea tenía que quedarse en la mesa, esperándola, siempre, sin poder moverse, rogando al destino que la trajera, que ella apareciera, que a ella le importase al menos, llegar temprano por una buena vez, por una puñetera primera vez.
Pero no se pudo controlar, demasiado carácter en un cuerpo tan joven. Estaba tranquilo por fuera, lo sabía, eso lo controlaba bien, pero por dentro era un volcán en erupción, un magma dispuesto a estallar y llevarse todo por delante.
El té ya estaba frío y las pastas y bocaditos, sin tocar. Había pensado que no demoraría mucho, y por eso, decidió ir bebiendo un poco de té. Pero no pudo, ni un sorbo, todo se le atascó en el corazón. En su desesperación por no saberse reconocido ni esperado, ni querido.
Así que se levantó, cerró su libro. Se arregló levemente la corbata sólo para comprobar que todo estaba en orden, que todo estaba bien. No carraspeó ni dijo más.
- Que te vaya bien, Dupain-Cheng.-
Y Félix Graham de Vanily salió a paso marcado y decisivo de esa tetería inglesa a la que la había invitado. Su lugar preferido, su té preferido, su mesa preferida.
Adiós Marinette.
- Félix, ¿Qué está pasando? - le preguntó ella, sorprendida.
Pero él ya estaba lejos, fuera de ahí.
Una vez en la calle, decidió apurar el paso para que no hablar con ella, en caso que ella lo siguiera. Si es que lo que siguiera. Porque ahora, francamente, dudaba del pequeño interés que habían tenido. De esas breves miradas que se lanzaban al encontrarse por casualidad, de esa conexión silenciosa al saludarse, al darse la mano, al sujetar sus libros. Trató de avanzar más de prisa, perderse entre la gente, seguir corriendo como un ladrón que no quiere ser pillado. Él, Félix. El orgulloso Félix, huyendo de una chica guapísima y tardona, y torpe y sincera. Una parte de él quería escucharla reír una vez más, pero otra, sólo quería alejarse y largarse de ahí. Inmediatamente.
Un fuerte tirón detuvo su huida, justo cuando iba a montarse a un taxi para entablar aún más distancia.
- Espera, espera, perdóname, por favor. Hablemos, hablemos, Félix. Esta vez me he pasado, lo juro, ha sido demasiado. Y tienes razón, ¡la tienes!, nadie debe esperar tanto a nadie. Lo lamento, lo lamento. Mírame, por favor. - Marinette hablaba sin fallar, atolondrada, como una locomotora.
Él cerró los ojos, sin apretarlos demasiado, y de otro tirón, se liberó de su agarre. Subió al taxi, y desapareció de su lado.
En la acera, Marinette Dupain-Cheng quedó con la mano extendida, huérfana de él, vacía, hueca.
Fé, Fé.
Un inmenso dolor en su pecho nació producto del desvarío y del desplante. Quiso lanzarse hacia delante, sujetar la puerta del taxi, golpear el capó, salir corriendo detrás de él. Gritarle lo imbécil que era, lo idiota que se estaba portando, tonto, imbécil, idiota, amor, cariño. Pero no pudo hacer nada de eso, volvió sobre sus pasos y apoyó la espalda en cualquier pared de cualquier calle desolada.
- Oh Tikki, ¿Qué voy a hacer?- le susurró a su kwami cuando nadie la veía.
- Todo problema tiene solución, Marinette. Habrá otro momento para conversar, cuando estén más tranquilos, cuando no haya tanta gente viéndoles. A nadie le gusta esperar tantas veces, Marinette. En eso él tiene razón...podría entenderse...como que no le importas.-
Marinette decidió que dejaría de llorar y que esperaría a que la tormenta pasara, sí, después de la tormenta siempre amanece. Siempre sale el sol. Esperar, esperar. Le esperaría, esperaría que él se calmara y juntos conversarían de lo que esa pequeña relación significaba para ambos. Porque algo significaba, de eso estaba segura.
Era principios de noviembre cuando ellos no pudieron tomarse el té.
Fue hasta el principio del siguiente verano que ellos no se volvieron a ver.
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¡28 días de felinette!
Cortito pero sustancioso.
Un fuerte abrazo
Lordthunder1000
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Felix y Marinette. Felinettenovember 2020
Narrativa generaleO una flor dentro de un cactus. O la rosa que florece entre espinas. Esta es la historia de cómo ellos dos se amaron, a través del tiempo y de los problemas. ¡Porque Félix merece su mes! ¡Y Marinette merece un poco de Félix!... 30 dias de felinette...