Capítulo 6

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Verdad

Tomé las monedas y las lancé al lago, el impacto creó ondas en la superficie del agua. Permanecieron suspendidas un tiempo antes de hundirse, como si la deidad las hubiese rechazado en un primer momento.

Había ido por ellas al salir de la biblioteca. Una casa solitaria me recibió, mis padres no habían regresado. Guardé el libro en un cajón y regresé apresurada al lago en busca de respuestas.

—Aquí tienes tus monedas, te las devuelvo. Pero por favor, perdóname —supliqué.

Nada de lo que me sucedía tenía sentido. Tenía que encontrar una respuesta, cualquier respuesta.

—Lo siento —me disculpé—. Las tomé sin querer. No quería ofenderte.

Un viento cálido me rodeó, llevándome hacia el borde del muelle.

—Recuerda... —dijo la voz proveniente del lago.

—¿Qué tengo que recordar? ¿Es por mi deseo? —La bilis me subió a la garganta—. ¿Lo deshará? —La imagen de mi madre palideciendo por la enfermedad vino a mi mente. Retrocedí un paso. Haría lo que fuese por ella, incluso más —. Si es así, yo...

—No —interrumpió la voz— Recuerda.

—Por favor, ayúdame a recordar. No entiendo a qué se refiere.

—Lo siento —dijo en un susurro apenas audible.

Me arrodillé sobre la dura madera, con las manos y la cabeza apoyadas en el suelo como signo de reverencia. Haría todo lo que estuviera a mi alcance para evitar que se cumpliera la profecía. 

—Perdóname —supliqué.

Sentí un tirón en la tela de mi vestido. Una niña con el cabello trenzado en una corona alrededor de la cabeza y la cara salpicada de pecas me sonreía.

—Señorita, ¿nos podría ayudar con el bote? —pidió.

Otro niño, un poco más bajo, se le unió. Hacía señas con la mano hacia el atracadero. Llevaba en la cabeza una gorra roja y negra con el logo del equipo de fútbol infantil. Mi padre y yo no nos perdíamos un partido de las ligas mayores en el "Hayes", el único estadio en la localidad. Reconocería la araña con el balón de fútbol entre sus patas en cualquier lugar. 

Fruncí el ceño. ¿Por qué solo había desaparecido una parte del pueblo? ¿Dónde estaban los demás? Miré detenidamente la piel de los niños, no eran traslúcidas ni tenían algo fuera de lo normal. 

—Lo siento. Estoy un poco ocupada —corté tajante. Mi conversación con la deidad aún no había terminado, todavía tenía muchas dudas por resolver.

—Porfa señorita —suplicó el niño haciendo ojitos—. No hay nadie más —señalo a la colina—, todo el pueblo está en el velorio de la joven que falleció.

Eso me detuvo.

—¿Todo el pueblo? ¿Están aquí? —un destello de esperanza brilló en mis ojos.

—Están en el altar de la colina, realizando una ofrenda —contestó la niña.

El ritual funerario en Los Álamos duraba tres días. Acomodé mis gafas, misterio resuelto. No había coincido con nadie porque en el momento en que los visitaba, estaban rindiendo respeto a la familia de la difunta. La joven debió de ser muy importante o una figura pública para movilizar a todo un pueblo en su despedida.

—¿Quién falleció? —pregunté intrigada.

—No sé —el niño se encogió de hombros —. No la conocía, ¿y tú?

Del otro lado del lago(EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora