Amanecer
Había vivido en los cimientos de un engaño. Elisa era la pieza faltante del rompecabezas. Una hija arrebatada de los brazos de su madre y oculta tras un apellido falso. Los Vera jugaron bien su partida al cubrir todo con un manto de mentiras. Por primera vez, no sentí lástima por su horrible final.
Marián tenía razón en sus palabras: nadie puede escapar de su destino.
Apreté los puños con fuerza. Las uñas se clavaron en la piel, perforándola.—¿Estás bien? —preguntó Alex con cautela.
Miré el reflejo de las estrellas en el lago. Dentro de unas horas, el cielo comenzaría a pintarse de tonos rojizos con la salida del sol.
Alex había llegado a mitad de la noche. Yo seguía en vela, incapaz de conciliar el sueño después de descubrir mi verdadera descendencia.
—Necesito unos minutos a solas —pedí.
Asintió, preocupado. No me había preguntado la razón de nuestra huida al lago en plena madrugada.
—Estaré al final del muelle por si me necesitas —dudó unos momentos antes de continuar—. Ana...
—Estaré bien —tomé su mano entre las mías. El contacto envió una ola de calor por mi piel—. Solo necesito unos minutos, por favor.
Esperé a que Alex se alejara lo suficiente para acercarme al borde del muelle.
—Alba —llamé en un susurro.
—¿Ana, estás bien? —escuché su voz melodiosa. Cada parte del lago era una extensión de ella, un mismo ser—. Estaba preocupada por ti, temí...
El aire se concentró en el centro del lago, formando un pequeño remolino. En un abrir y cerrar de ojos su imagen apareció, apenas visible. El tiempo se agotaba para ambas.
—Estoy bien, él... no logro alcanzarme.
Alba enfocó la mirada en Alex y luego centro su atención en mí.
—Es alguien importante para mí —aclaré.
Ella me dedicó una sonrisa triste.
—Entiendo.
—He descubierto algo. Todo.
—Te escucho.
Tragué en seco antes de hablar.
—Elisa, era mi bisabuela.
—¿Elisa, mi hija? —preguntó en un chillido.
—Sí, tu hija.
En sus ojos vislumbré un rayo de esperanza.
—Tienes sus ojos, vi el parecido el primer día que viniste. —Exhaló un suspiro—. Tan azules y profundos como este lago.
Sonreí —: Somos familia, Alba.
—Lo somos —acarició el contorno de mi mejilla. Su toque no fue físico, pero alcanzó mi ser—. Me enteré de mi embarazo un mes después del encierro. Pertenecíamos a clases diferentes y Mario estaba preso. Mi familia no quiso arriesgarse a perder su posición. Hicieron un pacto con el alcaide para evitar un escándalo.
Bajó la cabeza, conteniendo las lágrimas. Me pregunté cuantas veces había llorado en soledad. Cuantas veces el lago las había limpiado y consolado.
—Alonso aceptó ponerle su apellido a cambio de ser suya. Mi rechazo el día de mis quince años lo llevó a obsesionarse. Hizo lo que fuera por tenerme, y lo logró.
—¿Mario la pudo conocer?
Alba asintió con tristeza.
—Él y su hermana fueron exiliados después de mi muerte. Volvieron años después. El pueblo ya no era el mismo y la historia se había olvidado en el tiempo. Nadie le prestó atención a dos forasteros que intentaban darle un nombre a su leyenda.
—Él la visito, recuerdo las historias. Tenía tu collar.
Ella señaló al borde del muelle.
—Venía cada día al caer la noche. Me narraba historias de su viaje, del pueblo y de lo felices que todos estaban al ver sus deseos cumplidos. —Hizo una mueca ante la palabra "deseo". Era injusto que no se le hubiera concedido un deseo después de ayudar a tantos—. Pasaba algunos minutos con ella —continuó—. Oculto bajo un disfraz.
Su imagen parpadeó, como una llama a punto de extinguirse —: Nunca pude responderle. Nunca pude decirle cuánto lo amaba.
—Lo siento, Alba.
—Tu historia no tiene que terminar igual, Ana. —Miró en dirección a Alex—. No dejes que se repita.
Onda tras otra se creó en el agua. "No dejes que se repita", escuché una y otra vez. Cada frase en una voz diferente.
—No dejes que se repita —susurró el viento.
Las voces continuaron hasta volverse solo un recuerdo.
—Detendré la maldición — afirmé, llevándome una mano al pecho. La respuesta siempre había estado frente a mí.
Los ojos de la deidad se iluminaron.
—Lo harás —dijo antes de desaparecer.
Caminé de regreso, deteniéndome en los tablones nuevos. Los pisé con fuerza. Representaban la muerte, pero también la vida; el renacimiento.
—Hola —musitó Alex.
—Gracias por esperarme.
Él miró al cielo encima de nuestras cabezas.
—¿Te gustaría esperar al amanecer? —sugirió—. Sé cuánto te gusta verlo.
—Me encantaría ver el amanecer en tu compañía, Alex. Estoy cansada de contemplarlo sola.
Nos sentamos juntos a los pies del altar, en silencio. Conté cada minuto hasta que el cielo se iluminó por completo.
—Es hermoso —susurré.
—Es hermoso —repitió él—. Me alegro de que lo hayas compartido.
Apoyé la cabeza en su hombro, absorbiendo la sensación de paz. Estiré la mano hasta la suya, tanteando. Abrió su mano, encerrando la mía en un suave apretón.
Alex me observó en una pregunta silenciosa.
—No más secretos —contesté.
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Hola, les comparto esta hermosa ilustración de Ana y Alexander 😍 realizada por fran.art.books. Espero que les guste tanto como a mí 💙
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Del otro lado del lago(EN FÍSICO)
Spiritual💙Novela Finalista de los Wattys 2023💙 Sinopsis: Ana se siente atraída por el lago que hay cerca de su nueva casa que, según cuenta la leyenda, es el hogar de un espíritu que concede deseos a cambio de monedas. Ella no cree en leyendas ni en histor...