Capítulo 20

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Herencia

Sorbí un poco del chocolate caliente en mi mano mientras me acomodaba en el centro de los coloridos cojines que mi amiga lanzó al suelo. Estiré las piernas, aliviando el dolor punzante en la rodilla, único vestigio del accidente. En mi piel apenas quedaban rastros de hematomas y arañazos. Lo había comprobado minutos antes cuando desprendí las vendas, oculta en el baño. Decidí mantenerlas en su lugar y evitar más sospechas.

Tensé los labios. Mi mente reproducía en cámara lenta las escenas, buscando cualquier detalle que revelé la identidad de mi asesino. ¿Quién era él? ¿Y por qué está obsesionado con hacerme daño?

—Te queda mejor que a mí —señaló Julia, sacándome del hilo de mis pensamientos. Sonriendo, señaló la bata lila de algodón al notar mi confusión.

—Sabes que no es cierto —bufé. Si lo era, la prenda cubría mi piel como un guante, resaltando las curvas.

Julia me guiñó un ojo antes de ocupar uno de los cojines a mi lado. Usaba una bata negra de encaje de su colección de lencería fina. Consideré comprarme una igual en rojo, era el color favorito de...

Coloqué la taza a un lado en un sonoro suspiro.

—¿Empezamos?

—¿Estás segura de que quieres hacer esto? Podemos ver una película, hacernos trenzas o seguir bebiendo chocolate caliente. Suena mejor.

-Alba ansía libertad.

—Lleva cien años allá abajo, seguro que puede esperar otros más.

—¿En serio? Julia, necesitamos hacerlo. El tiempo se agota.

—¿Para quién? —preguntó con el ceño fruncido.

—Voy por más chocolate, hoy estás imposible.

Le di la espalda mientras fingía rellenar la taza.

—¿Crees que Alex se tardará? —murmuré tras unos minutos, desviando el tema.

—Dudo que el chico quiera alejarse de ti una noche, eres tan propensa al peligro que podrías hasta ser impactada por un meteorito. Volviste de entre los muertos, todo es posible.

—Comencemos.

—Sí, es lo mejor. Temo que te indigestes con el chocolate si sigues evadiendo la verdad.

Frené en seco.

—A veces Julia, eres...

—Sincera —dijo, encogiéndose de hombros.

Le levanté el dedo medio en un gesto obsceno. Ella sonrió, formando un corazón con sus manos.

Alex nos había traído el libro junto a los restos de la bicicleta. Tuvo que marcharse temprano, cubriría a su padre en la florería.

Julia extendió una manta entre los cojines. Con cuidado, deposité el libro y giré la lamparita de noche en nuestra dirección.

El libro no tenía un buen estado de conservación;, las hojas estaban amarillentas y polvorientas. Separé la primera hoja con suavidad, temiendo quebrarla.

—¿Puedes leer algo de esto? —preguntó Julia, acercándose más. Asentí—. Es una suerte que tus gafas hayan sobrevivido a la caída.

—Creo que identificando las palabras principales entiendo las otras. Está ordenado por los apellidos de las familias, los Vera deben estar al final.

—¿Cuál era el apellido de Mario?

—No lo sé —Estornudé al intentar sacudir un poco el polvo—. Esta va a ser una larga noche.

—Empecemos por la familia de Alba.

Avance hasta llegar al registro de los Vera. Toda la familia tenía una inscripción, excepto Elisa; su registro estaba junto al de la familia Hayes.

—Los Vera fueron muy cuidadosos de posicionar a Elisa —dijo Julia, pensativa.

Volví a las páginas de los Vera.

—Los nombres de los empleados aparecen tachados —observé.

Julia agarró la hoja en alto.

—Conozco un método para revelar la tachadura. Dame unos minutos.

Apoyé la espalda sobre los cojines. ¿Qué estaban escondiendo?

—Berg —gritó Julia.

—¿Berg? —pregunté confusa.

—No estoy segura, pero creo que es lo que dice. Observa—. Me enseñó la línea de la B apenas visible. La G era una línea que apenas se distinguía. La E y R se mostraban con claridad—. Su apellido es Berg.

Hojeé rápidamente el registro hasta llegar al inicio de los apellidos con letra B. Ambas soltamos el aliento al ver el resto de la hoja faltante. No había nada. Ni fotos, ni nombre, ni historia.

—Tiene que haber algo más —protesté, volviendo a repasar cada uno de los apellidos.

"Piensa Ana, piensa"

—Busca en las otras familias. Tal vez tienen algún registro.

Negué. Los Berg habían sido hundidos en las profundidades del lago, junto a Alba.

—¡No puede ser! —grité enojada. Andrade no me podía haber engañado de esta forma.

—Respira, Ana—. Me colocó una mano sobre el hombro—. Volvamos al punto de partida, Elisa.

Julia contempló la imagen en blanco y negro con la cabeza ladeada.

—Lo cierto es que se parece mucho a ti.

Sonreí.

—La abuela Carmen solía compararme con ella a menudo. Heredé mucho de sus rasgos.

—Por suerte ella no heredó ninguno de los Hayes. —Señaló la fotografía—. Juraría que... ¡Ana! —gritó alterada.

—¿Qué sucede?

—¿Sabes quién es la madre de Elisa?

—No, solo sabemos que descendemos de la línea principal. Los nombres fuera de la línea nunca se mencionan, creo que... —Julia bajó mi cabeza tan bruscamente que mi cuello crujió.

—Lee —ordenó.

Leí los datos de Elisa otra vez: fecha de nacimiento, padre, madre...

El aire se me escapó de los pulmones al leer el nombre de mi tatarabuela: Alba Celestina Vera.

***🦋***

N/A: Ya estamos en los últimos capítulos de esta historia. Espero que la estén disfrutando. 💙

Del otro lado del lago(EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora