Capítulo 18

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Andrade

—¡Hola, soy Wendy! ¿En qué puedo ayudarlas? —saludó con entusiasmo la bibliotecaria. Al parecer, no era el lugar más visitado de los Álamos.

—Tenemos un proyecto universitario de leyendas y mitos locales —explicó Julia—. Necesitamos toda la información posible.

La joven anotó nuestro pedido en la agenda sin dejar de sonreír. Traía el cabello rubio recogido en una coleta y aretes de argolla. Vestía una falda ajustada y una blusa tejida que la hacía lucir aún más delgada.

—Van a tener que esperar un poco, el contenido es amplio.

—Esperaremos —asentí.

Ocupamos la última mesa, la más amplia del lugar.

—Ahora que estamos a solas, ¿qué sucede entre Alexander y tú? —interrogó Julia.

Suspire.

—No importa ahora.

Desgaste los bordes del vestido estampado, ansiosa.

—¿Por qué no? Sabes que he notado desde hace un tiempo la forma en que se miran. Aposté incluso por quién deja caer la máscara primero.

Julia había elegido una blusa de mangas largas amarilla a juego con saya negra y boina. Envidiaba su estilo. Pensé en hacerle algún elogio para desviar el tema.

—No quiero hablar sobre ello, esto es más importante.

—Ana, siempre antepones los problemas de los demás a los tuyos. No te has permitido vivir desde que enfermó Clara, y no es justo.

—Julia...

—Sabes que tengo razón.

—Es más complicado de lo que parece —gruñí.

—Siempre es complicado, amiga. Algún día uno de los dos se cansará de jugar y continuará su camino. Entonces, te arrepentirás de no haber vivido el momento.

Concentre la atención en las losas de ónix bajo mis pies, pensativa. Confesar mis sentimientos terminaría lastimando a Alex. Prefería llevarme la ilusión de un amor imposible a cargar con el corazón roto por la eternidad.

—Lamento la demora, chicas —interrumpió Wendy. Colocó los libros agrupados en pilas sobre la mesa—. Es todo lo que he podido encontrar.

—Muchas gracias.

—Siéntanse libre de revisar cuanto quieran, no hay muchos clientes por estos días.

Se despidió con un leve movimiento de manos, dándonos privacidad.

—¿Deberíamos llamar a tu amigo? Tal vez tenga más información, no creo que estos libros polvorientos nos ayuden.

Ajusté los lentes. La mayoría de los títulos los había leído en la visita anterior, solo dos parecían ser nuevos. Los aparté.

—Está de viaje —mentí—. Comienza por estos, tal vez tengamos suerte. Voy a echar un vistazo por los estantes.

Julia me observó con el ceño fruncido, sabía que escondía algo.

—Ten cuidado —dijo antes de enfocarse en la lectura.

Recorrí el largo pasillo en busca del señor Andrade. Nadie conocía la biblioteca como él.

—Necesito tu ayuda —susurré.

Fingí leer los lomos de algunos libros, deteniéndome en algunas reseñas que me causaron interés mientras esperaba.

Del otro lado del lago(EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora