Pandora
—¿Estás llorando? —Aparté la vista del monitor para dirigir la atención a mi madre, quien me sonreía con lágrimas en los ojos.
—Es hermoso —admití.
La doctora retiró el ultrasonido de su vientre y limpió los restos de gel. Mamá se incorporó, bajando el largo vestido.
—El bebé está en perfectas condiciones —informó.
—Muchas gracias, doctora.
—De nada Clara. Veremos a este pequeñito pronto. Seguro saca los ojos azules de su hermana.
—Lo dudo. Fue un milagro que Anita naciera con ellos. Es un gen muy selectivo en la familia, solo su tío Federico y la bisabuela Elisa los han tenido.
—Realmente es una tonalidad de azul muy rara de ver por aquí. Incluso para la línea fundadora, todos nacieron con los ojos negros. Celia es el mejor ejemplo.
Fruncí el ceño al recordarla; sus ojos eran tan negros que albergaban la misma oscuridad.
—Serán igual que los míos —confirmé—. Incluso más bellos.
La doctora sonrió mientras anotaba las indicaciones.
—Discúlpela. Ana, desde el accidente, juega a las predicciones.
—No se preocupe, todos estamos feliz de su recuperación —Le entrego el papel—. Siga las indicaciones al pie de la letra. La espero en la próxima consulta.
Nos dirigimos al estacionamiento después de despedirnos de la doctora. Mi padre nos había dejado su auto, tenía un caso urgente en el despacho que pudo rechazar con los gastos médicos acumulándose. Ocupé el asiento del piloto y manejé a casa.
—¿Volverás a salir? —preguntó mi madre una vez adentro. Acomodé los cojines detrás de su espalda y puse un banco bajo sus cansados pies.
—Iré con Julia y Alex al Caronte en la tarde. Quedamos para cenar.
—¿Te recogerán aquí?
—No, iré en la bici. Necesito pedalear un poco.
—Ana, no es seguro que andes sola. La policía aún busca al culpable.
—Estaré bien. Mis amigos me esperarán en el pueblo, no te preocupes.
—No lo sé, Ana. Sé que después de tu experiencia experimentas todo con exceso de adrenalina y quieres afrontar la vida por el lado positivo, pero debes ir con calma, hija.
—Cada día es una oportunidad, ¿por qué no habría de aprovecharla? —Tomé su mano—. Tú debes saberlo mejor que nadie.
—Lo sé, y es por eso que te aconsejo. Ir al máximo te priva de disfrutar los pequeños detalles que la vida también tiene para ofrecer. Frena esa bici y disfruta del paisaje que te rodea.
Frenar no me serviría de nada cuando mi bicicleta ya iba cuesta abajo, sin frenos.
—Lo podemos hablar con la psicóloga, si lo prefieres —añadió.
—No es necesario ir a consulta.
—Prometiste asistir a la primera sección —gruñó.
¿Lo había hecho? Maldije a la morfina por haberme hecho susceptible a la sugestión.
—Vale, una. ¿Tenemos un trato?
—Trato —murmuró sin muchas ganas.
—Voy a prepararme algo y cambiarme de ropa. ¿Qué quieres comer?
—No tengo apetito. Quizás más tarde.
—Un jugo, apuntado. Tienes que alimentarte.
Fui a la cocina en busca de un snack para calmar los rugidos de mi estómago hambriento. Preparé una bandeja con frutas picadas y un jugo para mi madre, a pesar de sus protestas.
—Gracias, cariño —Agarró un trozo de fruta y se la llevó a la boca. Apartó la bandeja a un lado, asqueada.
—Esperaré a que papá llegue para irme, estaré arriba por si necesitas algo más.
—¿Respondiste la carta de la universidad?
—No, lo haré mañana —mentí.
Subí las escaleras a toda velocidad, evadiendo el tema. La carta llegó en la mañana. Un recordatorio del sueño que nunca podría ser.
Elegí unos pantalones cortos de mezclilla del vestidor y una camisa azul marino, lo combiné con unos tenis blancos. Quería mezclarme con el ambiente del Caronte y el uniforme marinero de Julia. Alex prometió usar una prenda del mismo color.
Cuando mi padre regresó, fui al garaje y entre los dos lavamos y pusimos en marcha la bicicleta.
—Ten cuidado y regresa temprano a casa —sermoneó, dándome un beso en la frente—. Si los chicos no pueden acompañarte, llámame y te iré a buscar.
—Gracias, papá.
Me impulsé con el pie y dirigí el manubrio al camino, la pendiente haría el resto. Sentir el aire fresco en el rostro y la vibración de las ruedas sobre el suelo me provocó sensaciones que creí haber olvidado.
—¡Viva! —grité.
Atravesé la hilera de árboles inhalando el petricor provocado por las recientes lluvias. Los techos de las casas cercanas a la nuestra quedaron ocultos tras las copas de los árboles a medida que me acercaba al pueblo.
—Ana, ten cuidado.
Disminuí la velocidad para escuchar mejor. La voz llegó entrecortada y distante.
—¿Qué sucede, Alba?
—Ana...
—No te puedo escuchar bien, estoy muy lejos del lago... —Algo se enredó en la rueda delantera de la bicicleta y caí contra el pavimento.
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Del otro lado del lago(EN FÍSICO)
Spiritual💙Novela Finalista de los Wattys 2023💙 Sinopsis: Ana se siente atraída por el lago que hay cerca de su nueva casa que, según cuenta la leyenda, es el hogar de un espíritu que concede deseos a cambio de monedas. Ella no cree en leyendas ni en histor...