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Tomé la mano de mi madre, dándole ánimos. Ella apoyó la cabeza en la almohada, nerviosa. La doctora entraría en unos momentos y todos esperábamos ansiosos los resultados.
—Félix, ¿puedes sentarte? —demandó—. Comienzas a marearme.
Mi padre frenó en seco. Había estado caminando de un lado a otro de la habitación desde que llegamos.
—Lo siento, cariño.
Dio dos grandes zancadas hasta que estuvo a nuestro lado. La puerta se abrió minutos después y no pude evitar tensarme.
—¿Todo está bien? —preguntó mi madre con voz temblorosa. Mi padre y yo guardamos silencio, no teníamos las fuerzas para preguntar.
La doctora posó la vista en cada uno antes de curvar sus labios en una sonrisa. Solté el aire acumulado.
—No hay rastro de su enfermedad. Tanto usted como el bebé están y estarán bien —afirmó. Las palabras se convirtieron en magia para mis oídos.
En el momento en que la doctora salió a atender al siguiente paciente, nos abrazamos. Ninguno dijo nada, no era necesario.
Condujimos a casa cantando a toda voz la canción que se reproducía en la radio. Habíamos ganado la batalla. Tomamos una foto en el trayecto, quería conservar un recuerdo de este momento por siempre. Hoy, la vida me había enseñado otra lección, porque fuese cual fuese el resultado, nos amábamos. Y no había destino en el mundo que pudiera borrar ese sentimiento.
—¡De ahora en adelante, solo buenas noticias! —exclamó mi padre. Tomé su mano y la junté con la mía. Odiaba arruinarle los breves minutos de felicidad, pero había llegado el momento de prepararlos para mi despedida.
—Sé quién es mi asesino.
***
Me removí inquieta en la silla. La luz de la lámpara apuntaba a mi rostro, encandilándome. En una de las esquinas tenían una cámara monitoreando cada uno de mis movimientos.
Mi padre me sostuvo la mano por debajo de la mesa, enchufándome fuerza.
Un oficial, de nombre García por la placa, se sentó frente a mí. Colocó las manos sobre la fría mesa gris de metal esbozando una mueca de disgusto.
—¿Está segura de esto, Ana? —preguntó. Su voz era grave y áspera—. Está acusando a un prestigioso médico de nuestra comunidad, nuestro próximo líder.
—Estoy segura.
—¿Tiene alguna prueba?
Negué. Era mi palabra contra la de él.
—Pida los resultados del laboratorio, allí encontrará las pruebas.
García se volvió hacia mi abogado.
—Félix, entiende la gravedad de la acusación.
—La entendemos.
—Puede hablarlo con su hija, ella ha pasado por muchos eventos desafortunados. Seguro está confusa respecto a lo que recuerda. —Abrí la boca para protestar, pero mi padre me detuvo.
—Mi cliente está en perfecto estado mental, así que mantendremos la denuncia.
El oficial soltó un largo suspiro.
—El señor Nicolás Lewis es un ciudadano ejemplar, no podemos ir en su contra sin pruebas sólidas.
—Ustedes son la ley.
—Lo entrevistaremos —concluyó García—. Es lo único que podemos hacer por ahora.
—Esperaremos hasta entonces. Gracias.
Me hizo una señal para que lo siguiera fuera de la sala de interrogatorios.
—Alex vendrá a buscarte, yo hablaré con un detective.
Asentí. La noche comenzaba a caer y necesitaba un descanso, la entrevista me había agotado. Alex llegó en un pequeño auto rojo que me resultó familiar.
—¿Has arreglado mi auto? —pregunté emocionada.
—Esta preciosidad no merece quedarse tirada en el garaje.
—Oh, Alex. ¡Eres el mejor! —grité, subiéndome en el asiento del piloto. Además de hacerlo andar, lo habían lavado y pintado de rojo cereza.
—¿Te ha gustado?
—Dios, lo adoro.
Jalé el cuello de su camisa para darle un beso. El soltó un poco el cinturón para poder sostener mi cara con ambas manos.
—¿Estás bien?
Le di un último beso antes de volver a mi sitio.
—Todavía no puedo creer que sea Lewis —murmuré—. Confié en él.
—Todos lo hicimos.
Alex disminuyó la velocidad.
—¿Quieres manejar?
—Hoy no, aún me tiemblan las manos.
—Entonces te llevo a casa. Julia está con Clara.
—¿Te quedarás a dormir?
Alex me miró con el rabillo del ojo.
—Debemos hablar con tus padres.
Sonreí.
—Ya lo he hecho. Les he contado una parte.
Sus mejillas se pusieron rojas.
—No son tan anticuados. Aunque probablemente te cuelguen de la ventana —bromeé. Alex soltó una carcajada sin apartar la vista del camino.
—No era de eso de lo que hablaba —añadí—. Les conté parte de nuestra conversación en el lago.
—¿Cómo reaccionaron?
—Aún están procesándolo.
Alex detuvo el auto en el estacionamiento de la casa.
—Ana, ¿qué pasará al finalizar los diez días?
Apoyé la cabeza en su hombro. Las rosas en el jardín volvían a abrirse, llenándolo de color una vez más.
—Todos estaremos en paz.
***🦋***
N/A: Por fin se revela quién ha estado detrás de los ataques a Ana. ¿Quiénes acertaron?
Gracias por leer y ser parte de esta historia🦋💙
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Del otro lado del lago(EN FÍSICO)
Spiritual💙Novela Finalista de los Wattys 2023💙 Sinopsis: Ana se siente atraída por el lago que hay cerca de su nueva casa que, según cuenta la leyenda, es el hogar de un espíritu que concede deseos a cambio de monedas. Ella no cree en leyendas ni en histor...