Parte 13 En el autobús y castigada en la pet shop

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[Decidí juntar en este capítulo dos partes, espero que no haya quedado demasiado largo. Besos]

No sé qué le pasó a Claudia ese domingo, pero estuvo muy extraña conmigo; a veces muy protectora, a veces muy linda, a veces distante. Cuando íbamos en su carro (por supuesto, yo aún amarrada) hizo que le platicara los detalles de cómo había estado lo del festejo de Omar. Al llegar a su casa me dijo que no me emocionara, que no estaba Pablo (ni su papá). En su cuarto, me quitó la sudadera y sin desamarrarme, acostadas las dos en su cama, hizo que le platicara otra vez el asunto del elevador, con todos los detalles, y también quiso saber exactamente lo que cada amigo de Omar quiso hacer conmigo, todo esto mientras yo apoyaba mi cabeza en su hombro.

—¿Qué voy a hacer contigo, mi perrita? —dijo en un momento, pensativa, y aunque no parecía ser una pregunta que esperara respuesta, le dije atreviéndome a sonreírle:

—¿Liberarme de esto y que todo vuelva a ser como antes?

—Jajaja, Silly, qué linda eres, pero no, me encanta tenerte bajo mi control y esto va a continuar lo disfrutes o no. Siempre he sabido que soy muy dominante, sabes que soy mandona y que me gusta que me atiendan... no te he contado, pero siempre me he imaginado teniendo mi propia empresa con un montón de empleados todos bajo mi control, como mi papá... contigo me estoy dando un gusto muy especial... y aunque seguiremos sin importar si tú quieres, me gustaría que también lo disfrutaras.... ¿lo estás disfrutando, perrita?

Traté de encontrar las palabras para responderle, valoré entre ser sincera del todo o responder lo que me convenía. ¿Pero qué deseaba yo realmente, qué me convenía? Apenas pude decirle "No sé, Claudia, siento que esto me rebasa".

--Está bien, Silly, no me respondas...

Yo esperaba que continuara, pero se hizo un silencio; su mano derecha pasó de acariciar mi cabello a recorrer la cuerda que aprisionaba la parte superior de mis senos, y luego sus dedos se pasearon por mi piel, entre la cuerda superior y la inferior jugueteando un rato con mi pezón completamente sensible, y en eso dijo:

—Bueno, tenemos que quitarte estas cuerdas, Silly, ¿o quieres quedarte con ellas todo el día?

—No, Claudia, ya me duele todo, por favor me las quitas, ¿sí?

Haciéndome a un lado se incorporó y tomó las tijeras de su escritorio y rápidamente cortó las cuerdas, y después de encontrar las llaves de las esposas, las retiró de mis muñecas.

—Bueno, Silvia, si quieres ve al baño y retírate el plug. Tengo cosas que hacer, es hora de que te vayas a tu casa. La ropa y tus tenis que llevabas el viernes están ahí en el ropero. Vístete mientras te pido un Uber —dijo mientras salía de su cuarto--. Oí cómo bajaba las escaleras de su casa hacia la sala. "Bueno, al menos me salvé de más castigos y humillaciones", me dije después de ir al baño y arreglarme viendo las marcas que las cuerdas habían dejado en mi pecho, brazos y caderas. Cuando tomaba mi bolsa, Claudia me gritó desde abajo que el taxi ya había llegado.

De camino a mi casa pensé que había sido muy extraña la manera de deshacerse de mí por parte de Claudia, nunca nos habíamos despedido de esa manera. Pero ya no pude pensar mucho más, había demasiadas cosas que procesar. Cuando llegué a casa saludé rápidamente a mis papás, me dirigí a mi cuarto y dormí por horas.

Al anochecer me extrañó que Claudia no me hubiera mandado, como acostumbraba, instrucciones de cómo tenía que ir vestida y arreglada a la facultad el día siguiente. El lunes temprano decidí vestirme de manera casual, nada especial. Lo único que delataba mi condición sumisa eran las dos cadenas-pulseras y el collar de perra que no podía quitarme porque tenían candaditos.

Me convertí en su perraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora