4. CLaudia me atrapa

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Era una situación muy extraña, dos chicas jóvenes, una de ellas vestida como de forma muy sexy, con una cofia que la asimilaba con una sirvienta, hambrienta y arrodillada al lado de un joven algo menor que ella misma, esperando a que él se dignara a darle un pedazo de comida... pero no lo hacía. De pronto, como si él se animara, me dijo

—Quieres comer, ¿verdad perrita?

—Sí, señor Pablo.

—Entonces quítate la blusa.

Voltee a mirar a Claudia buscando... no sé, su ayuda, o quizá aprobación. Ella sólo dijo "Qué esperas, hazlo". Entonces, comencé a desabrochar la blusa y poco a poco me la quité, quedando con el bra del conjunto con las pantys (de color azul claro con un entramado o de corazoncitos rosas, el bra es de los que tienen varillas y de media copa). Pero Pablo no me dio nada de comer... en vez de eso dijo. Ahora quítate la falda. Esta vez no voltee a mirar a Claudia, simplemente obedecí. Desabroché la falda, que cayó al suelo, a la altura de mis rodillas. Como pude, sin incorporarme, la saqué de las piernas y la dejé en el suelo encima de la blusa.

Pablo no podía apartar su vista de mí, pensé que en cualquier momento se abalanzaría sobre mí para devorar mi cuerpo, pero curiosamente tuvo un gesto que puedo calificar de cariño, o ternura: acercó su mano derecha a mi rostro y apartó un mechón de cabello que me cubría parte de mi rostro. Al momento de apartarlo acarició mi cabello y se quedó así un momento. Me sentí muy rara, Por supuesto, toda la situación era muy extraña, pero cuando Pablo tuvo ese gesto conmigo fue como derretirme, en ese momento deseé que en efecto me hiciera suya, pero con una mezcla de sensaciones: a la vez quería que me tratara como si me amara, como su novia, pero también que me maltratara y humillara como a una perra. Estaba perdiéndome en estos pensamientos cuando su voz me sacó de la ensoñación:

—¿Y si le ponemos el collar del Pul? —dijo Pablo refiriéndose a "Pul" o "Pulgas", su perro labrador.

—Sí, qué buena idea —lo secundó su hermana—. Ya oíste, tontita, ve al patio y quítale el collar a Pul y nos lo traes.

Ah, ¿cuánto más duraría esto? Resignada, salí al jardín, así en ropa interior y sentí el aire fresco de la intemperie en todo mi cuerpo.... lo bueno es que no había vecinos que me pudieran ver. Ni siquiera tuve que llamar al Pul, él vino corriendo a restregarse contra mí esperando a que le diera caricias como de costumbre. Le dije que esta vez no, que necesitaba su collar y con algo de trabajo se lo quité y regresé al comedor con mis dos atormentadores. En la mesa ya tenían la cadena que usaban para sacar a pasear a su perro.

—Arrodíllate otra vez, perrita y ponte tu collar —no es que Pul tuviera pulgas, incluso lo bañaban con regularidad, pero sin duda el collar estaba sucio y olía a perro. Con evidentes reticencias, me lo traté de poner... —No tontita, más apretado, en el último hoyo.

La obedecí y enseguida me colocaron la larga cadena. Pablo sujetaba el otro extremo. ¡Diablos!, muy a mi pesar noté cómo se me empezaba a empapar mi panty.... en mi entrepierna... Que no lo noten, que no lo noten por favor, pensé.

—A ver perrita, ahora ladra para que ya te dé de comer —dijo Pablo, cosa que hice de inmediato para ya acabar con eso.

—Guau, guau...

—Muy bien perrita... aquí tienes —y acercó a mi boca un trocito de carne que mastiqué y tragué muy rápido, luego me dio un pedazo de lechuga que devoré más rápido aún...

—A este paso no vamos a terminar nunca —dijo Claudia—, a ver pásame tu plato.

Entonces juntó las sobras del plato de Pablo con las sobras de su propio plato y agachándose a mi lado tiró todo en el suelo.

—Ya perrita, come.

—¡Pero Claudia!, ya lo tiraste todo... ya lo tiró todo, señorita —dije verdaderamente abrumada.

—¿Y qué? ¿Cuándo has visto que los perros pongan remilgos?

—Pero yo no soy un perro.

—Tienes razón, no eres un perro pero sí una perra, y vas a comer del suelo. Y para que aprendas a no protestar, te toca un castigo, cuatro cachetadas.

¿Cuatro cachetadas? ¿No será cuatro nalgadas?, pensé, pero apenas lo dijo me tomó del cabello y me dio dos rápidas cachetadas en mis mejillas. No lo esperaba para nada. Sin soltar mi cabello le dijo a su hermano "Ahora tú, dos cachetadas". Pablo me vio con compasión y lujuria y me dio mis otras dos cachetadas, mucho menos pesadas que las que me propinó su hermana. En ese momento se me humedecieron los ojos, no sé si por dolor, coraje o la humillación.

—¿Entonces, perra, comerás o te quedarás sin comer? —dijo Claudia—. Mira, a lo único que accederé es que uses tus manitas, aunque las perras no usen sus manos..., pero al fin, apenas eres una perra en entrenamiento...

Muerta de la vergüenza comencé a comer sentada sobre mis piernas, en el suelo, levantando las sobras que habían dejado los dos hermanos. Pablo me tenía sujeta aún de la cadena y la movía para que sonara. Claudia me hizo limpiar con mis dedos los restos del puré de papa esparcidos en el suelo y chuparme los dedos hasta que quedaron sólo unas manchas imposibles de limpiar.

—Muy bien perrita. Pronto llegará mi papá y no quiero que te vea así, al menos no ahora, quizá después. Dejaré que te vistas y mañana en la fac podremos seguir con tu entrenamiento...

—No Claudia, esto se acabó hoy, no seguirá —dije poniéndome de pie y ya muy en serio, aun con su amenaza de distribuir el video que me hizo antes de que llegara Pablo.

—Ah, pobre tontita —y tomando la cadena que aún sujetaba Pablo, me llevó a la otra esquina del comedor... ¡había ahí otro teléfono, quizá el de Pablo!—. Mira, tontita, aquí hay otra grabación.

Acercó la pantalla a mi rostro y me mostró escenas. Al parecer con ese teléfono comenzaron a grabar toda la escena a partir de que fui a preparar la comida para Pablo. Otra vez, ella estaba fuera de cuadro, pero me veía yo a la perfección y en ciertas escenas en que yo me movía, se veía Pablo. Me veía yo recogiéndome mi falda y ofreciéndole mi trasero a Pablo, me veía yo desnudándome frente a él, me veía llevando un collar de perro y poniéndomelo yo misma...

—Qué bonita se ve la perrita —dijo Claudia, y continuó—: creo que tu situación se agrava, tontita... me temo que ahora no sólo existe la posibilidad de que todos tus conocidos te vean siendo nalgueada... sino que tal vez este segundo video llegue a la policía..., ¿cómo crees que vean que una chica de 19 años, mayor de edad, haga lo que acabas de hacer frente a un joven que aún no llega a la mayoría de edad? No creo que lo vean con muy buenos ojos, perrita. Entonces, perrita, ¿nos vemos mañana en la escuela para continuar con tu entrenamiento?

Me convertí en su perraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora