3. Con Pablo

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—Nada, Pablo, es sólo que Silvia se ofreció a ser nuestra sirvienta, ¿verdad, Silvia? —dijo Claudia mientras movía su celular.

—Sí señorita Claudia —tuve que decir para evitar que cumpliera su amenaza.

—Okey, ya que llegó Pablo, sírvele de comer, tontita... no has comido, ¿verdad Pablo?

El adolescente, que no dejaba de mirarme, dijo que en efecto no había comido y se sentó. Mientras me dirigía nuevamente a la cocina escuché sus voces, aunque no entendí lo que decían. Mientras preparaba más del mismo guiso que le había servido a ella, pude pensar con calma la situación... debía seguir con esto para que no difundiera el video entre mis contactos, ya más tarde o mañana hablaríamos y todo habría acabado. Mientras, debía seguirle la corriente y hacer lo que me ordenara.

Aunque con Pablo ahí la situación podía ponerse mucho más rara. A él lo conocía desde hacía más de un año, nos hablábamos muy bien, era lindo y sin duda atractivo. Siempre sospeché que yo le gustaba mucho por la forma en que me miraba... era incluso natural que un joven de su edad me mirara y deseara, incluso yo disfrutaba pensando que yo tal vez estaría en sus fantasías sexuales y más de una vez me permití coquetearle o moverme de manera sexy frente a él para excitarlo más...

Cuando fui a poner su servicio, él al lado de ella en la escuadra de la mesa, noté que el celular de Claudia seguía en la mesa, cosa que me tranquilizó. Llevé los platos con la comida para Pablo, sus cubiertos y su bebida.

—Gracias, tontita —dijo él con una cara de sonrisa que apenas podía disimular.

—De nada...—dije casi como pregunta y pensé cómo debía decirle... ¿Pablo, "señorito"?... no, eso era ridículo, no tenía de otra y dije—: Señor Pablo.

—Muy bien, tontita —dijo Claudia— lamentablemente Pablo debe castigarte ahora...

—Pero señorita, ¿qué hice?

—¿Tu cofia? Es la parte más importante de tu uniforme, tontita

¡La había olvidado! Mientras cocinaba se había movido y me la quité para estar cómoda.

—Ve por ella, te la pones y regresas.

Uf, tuve que hacerlo y al regresar a su lado me ordenó que le ofreciera mi trasero a Pablo para que me castigara. Me le quedé viendo suplicante y llena de vergüenza para ver si recapacitaba. Pero no, en vez de eso dijo:

—Ni pongas esa cara de perrita abandonada. Es más, atora el borde trasero de tu falda en la cintura... ¡hazlo!— por supuesto yo había dudado, pero su orden fue contundente y lo hice, poniendo mis nalgas apenas cubiertas por mi diminuta panty cachetera al alcance de la mano de Pablo—. Muy bien, ahora inclínate y pon tus manos en tus rodillas, sin doblar las piernas.

Esta vez no dudé y seguí sus instrucciones. De esa manera ofrecía por completo mis nalgas a Pablo, como rogándole que hiciera lo que quisiera conmigo. No vi su rostro, pero pensé que debería estar muy confundido, excitado, y sin saber qué hacer... Entonces Claudia le preguntó que qué prefería ¿darme con la regla cuatro veces o con la palma de su mano seis veces? No lo pensó dos veces, dijo que con la mano, pero como no se atrevía, Claudia lo animó:

—No te preocupes, a la perrita le gusta, ¿verdad... perrita tonta?

—Sí señorita, me gusta... —dije suponiendo que no me quedaba otra más que aceptar el nuevo apelativo de "perrita" y las nalgadas. Mi consuelo era saber que al menos ya no me estaba grabando.

Y zaz, recibí la primera nalgada, que fue casi una caricia, pero ella le dijo que me gustaba más fuerte, que no se cohibiera, entonces la segunda fue bastante más fuerte, la tercera más, tanto que casi pierdo el balance y di un paso al frente.

—Sin moverte, tontita, ahora Pablo deberá comenzar otra vez.

—Perdón señorita Claudia.

Y otra vez Pablo comenzó desde cero, un poco acariciando... llegué a sentir o pensar que más que nalguearme lo que quería era acariciar mis nalgas lentamente, pero luego retomó los golpes fuertes, terminando con sonoras nalgadas que dejaron ardiendo mi culo.

Después de estar en esa posición por unos minutos Claudia me dijo "Debes estar cansada, ¿verdad, tontita...? y hambrienta como perra", añadió. Entonces me ordenó que me hincara al lado de Pablo, cosa que hice de inmediato, que aunque era muy vergonzoso estar arrodillada a su lado, era peor estar inclinada ofreciéndole mi culo. Y le dijo a su hermano que si quería alimentar a la "perrita" podía hacerlo, como suele hacerse con los perros, dándome sobras de su plato directamente en la boca o arrojándolos al suelo... ¡No podía ser! Lo que dijo me puso roja de la vergüenza, pero tenía tanta hambre que estaba dispuesta a comer de las sobras de Pablo... si me las diera directamente de su mano en mi boca...

Me convertí en su perraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora