Adolescentes

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Rachel James

El viento roza mi rostro a medida que acelera aún más, el vientre se me contrae y chillo cuando hace un movimiento brusco que nos impulsa hacia adelanté. Tenemos el cinturón de seguridad así que no impactamos con lo que tenemos enfrente.

El carro que tenemos atrás se acerca con velocidad pero no sé compara con la que el maneja, así que por más que el conductor lo intente no logra rebasarnos siquiera un poco.  

Falta poco para llegar a la meta y todos los que tenemos detrás lo saben así que se esfuerzan por llegar primero. Saben lo que perderán en caso de no lograrlo y me imagino que de perderlo sería un golpe a su ego y orgullo.

Christopher pasa primero la línea de meta seguido de tres autos más. El fue el primero por mucho así que se coloca como ganador.

Me lanza una mirada orgullosa cuando se detiene y me río. El idiota sabía que iba a ganar. Se bajó del auto y lo sigo segundos después, es hora del gran premio.

Tres preciosos autos que derrochan lujos por dónde los mires, los dueños no se ven nada contentos con dicho final, sin embargo, es lo que apostaron y saben que con Christopher no se juega.

Dos de ellos le entregan las llaves a las malas y el ordena que lleven sus nuevos juguetes a una de las bodegas que tiene a las afueras de la ciudad, me he cansado de preguntar el porque sigue apostando lo mismo si ni siquiera los usa pero que más da, entre más mejor.

No sé me pasa desapercibido que aún falta las llaves de un competidor, que se hace idiota buscando no se que en el interior del auto.

- No me gusta que me hagan perder mi tiempo dame las malditas llaves y lárgate de una vez - le grita Christopher cuando se tarda más de lo debido.

El hombre respira hondo y termina por acercarse con gesto de fastidio.

No le va a querer dar por la buenas el auto. Me siento sobre el capo a sabiendas de lo que ocurrirá a continuación.

- No te daré una mierda- dice y mi acompañante lanza una risa burlona.

- ¿Me vas a impedir que me lleve lo que me gane? - se acerca y se la pone enfrente.

Esto ha sucedido ya tantas veces que ni siquiera me molestó en bajarme del auto. Christopher gana, uno o dos idiotas se niega a darle el auto, pero para el hijo del ministro no es más que divertido hacerles cumplir su castigo y quedarse con lo que él quiere.

Pocas son las personas que se han atrevido a ponerle frente creyendo que solo es un hijo de papi ( que realmente si lo es, solo que se niega a confirmar) y un malcriado ( que también lo es). No hace falta decir que esas personas terminaron sin auto, humillados y con la dignidad por los suelos o en el peor de los casos muerto.

Christopher es un maldito hijo de puta que le encanta demostrar que están equivocados. Por qué todo lo que a logrado es gracias a él y a su sed de tener todo el poder para si solo. 

Me cuesta dejar de verlo y me siento estúpida cuando nota mi mirada puesta en el y sonríe con descaro. El sabe que estoy enamorada de él y como diablos no estarlo.

Es un Adonis de 1.94 con ojos grises que deslumbran a cualquiera que los miré. Creo que lo sabe o al menos se lo imagina nunca hemos hablado de eso, no es que mi manera de mirarlo sea de la más discreta. Me brotan los malditos corazones de la cara cada que lo veo así que no es tan difícil sumar dos más dos.

- Lo dejaste hecho mierda - digo cuando termina con el sujeto que deja tirado en el suelo.

- ¿Lo dudabas?- se posa entre mis piernas y me aparta un mechón de cabello.

PP. Gustos CulpososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora