Tormenta III

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Christopher Morgan

Londres, Inglaterra

Central

Los ojos me pesan después de haber estado todo el día frente al ordenador.

Tres semanas han pasado ya, desde la baja de soldados que tuvimos, y la bomba por fin exploto, ahora todos saben que hubo alguien de adentro que vendió información a la mafia.

La pregunta ahora es quién lo hizo y si estaba entre los que murieron el día del atentado. Poco es lo que se sabe hasta ahora, la persona o personas que lo hicieron supieron cubrir muy bien cualquier dato incriminatorio.

— Si estás cansada puedes irte a dormir ya — le digo a la mujer frente a mi.

— No es necesario — sus ojos ni siquiera se despegan de lo que sea que este haciendo, cuando contesta. 

Rachel James a estado trabajando conmigo a tiempo completo después de que el ministro nos dió vía libre para hacerlo. Nadie de la central lo sabe más que nosotros y Patrick, esto para evitar conflictos entre las familias, ya que se sabe de la relación que tenía Rachel con Bratt.

Y nadie tan cerca a los involucrados se les permite meter mano en esta investigación, a excepción de nosotros.

Poco es lo que hablamos, solo se mantiene a mi lado haciendo el trabajo que cree que le corresponde.

No soy idiota se el motivo por el que insistió tanto en que la dejara trabajar conmigo, en este caso, va más allá de querer demostrar la inculpabilidad de Bratt, es la culpa de lo que hicimos la que le está jugando una mala pasada.

— Es tarde, después seguimos con esto — llamo su atención cuando me levanto de mi asiento.

— ¿Mañana? — pregunta con impaciencia.

— No

— ¿No?, ¿Por qué no?

— Tengo que ir a la central de Rusia, no regreso dentro de dos días

— Puedo avanzar...

La callo antes de que pueda decir más, es necesario que nos empecemos a centrar en otros asuntos. A ella la están empezando a requerir para más misiones y este caso no nos puede quitar más tiempo del necesario.

— Seguimos después dije, tengo y tienes más cosas que hacer

Asiente de acuerdo conmigo por mucho que eso le moleste.

Se levanta del asiento recogiendo todo lo que trajo de su oficina, y es cuando me permito detallarla detenidamente. Mi cuerpo no a dejado de querer mantenerla cerca, y se demuestra con la erección que surge cada que la veo.

A bajado de peso estos últimos días, pero no es impedimento para seguir viéndose impresionante. Poco es lo que duerme dado las ojeras marcadas que tiene últimamente.

Se que sigue investigando por su cuenta cada que la mando a dormir o a comer, por ello es que empecé a pedir comida para los dos aquí a mi oficina y la he sometido a más horas de entrenamiento.

Necesito que empiece a superar lo que sea que este sintiendo porque la está consumiendo lentamente.

— Permiso para retirarme coronel

— No concedido

Se sorprende cuando me acerco a ella hasta quedar a centímetros de su cuerpo. Mis dedos liberan el labio que está reteniendo entre sus dientes.

— Acompañame a cenar

— Tengo que ir a dormir

— ¿Lo harás? — sigo con las caricias suaves en sus labios.

PP. Gustos CulpososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora