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Me encuentro con Billy, justamente a las 10 de la mañana. Eddie dijo que no vendría que quería seguir con su hermoso sueño, yo también lo quería pero mi pasatiempo ahora es estar con un idiota, menos su perro.
—¿Y qué harás mañana?—preguntó Billy.
—¿Por qué preguntas?—pregunté curiosa.
—¿Acaso no puedo preguntar?—preguntó.
—Sí, pero las mayorías de las preguntas tienen un porqué y las respuestas también. O es que acaso ya caíste en mis encantos y quieres invitarme a salir—dije burlona.
—Yo...no, ¿qué dices?—negaba repetidas veces, tal vez ¿nerviosamente?.
—Bien, no te alteres. Mañana Eddie jugará béisbol, al mediodía—dije.
—Sabía que habría un partido, ¿puedo ir?—preguntó.
—¿Supongo?, no soy la dueña de ese lugar—dije.
—Dios que estúpido, es verdad. Iré si quiero—dijo serio.
—Uy, espero que no estés cerca mío. Las personas de aquí me aman, a ti no, y ¿sabes por qué?—pregunté.
—¿Por qué?—preguntó.
—Porque tú las golpeas—dije.
—¿Qué?, eso no es cierto—tomó un periódico y lo lanzó—No golpeo a nadie.
—¡Auch!, ¡Niño fíjate a donde tiras!—gritó un hombre.
—Ajam—dije adelantándome.
—¡Lo siento, señor!—gritó Billy.
Ya solo quedaba el otro vecindario, esto es bueno. No caminas, no haces esfuerzo, demoras poco y te pagan bien.
—Entonces, ¿vendrás mañana?—pregunté.
—¿Vendrás?, ahora quieres que vaya. Lo sé, me extrañas si no me ves los siete días de la semana—preguntó.
Bufé burlona—Por favor, que no se te suba el ego, Showalter. Solo pregunté porque hace rato dijiste que irías—dije.
—No lo sé, ¿quieres que vaya?—preguntó.
—Me da igual, es un lugar público—dije sin importancia.
¿Por qué me preguntaba? ¿acaso soy su madre?.
—Uy que palabras tan motivantes, como sea...—escuché un suspiro de su parte.
—A Eddie le caes bien, seguro le gustará saber que alguien más estará apoyándolo...así que ve, por mi esta bien—dije.
