"Hey, repartidor"
Lunes, el día más odiado por mí, Rory Grimes. Y más porque lunes significa "vuelta a clases", eran exactamente las 7.30 a.m y debía levantarme para vestirme y bla bla bla...pero tal vez pueda faltar, ¿qué haría de mal no ir el primer día?.
Cuando volví a cerrar nuevamente mis ojos, la puerta se abrió fuertemente y rápidamente. Alguien saltó sobre mí y comenzó a sacudirme de un lado a otro, ya saben de quien se trataba.
—¡Día de clases! despierta ya—músico Eddie.
—Eddie, ¿que opinas de faltar el primer día de clases?. Tal vez no haremos nada y...—dije.
—No, quiero ir. Le prometí a Gwen que me sentaría con ella en ciencias y si no voy hoy, tal vez se enfade o otra persona se siente con ella—dijo Eddie.
—Con que Gwen, eh—dije.
—Rory...—dijo entre dientes.
—Esta bien, ya me levanto—dije.
Hermosa cama, te veré luego de clases lo prometo.
Mientras me preparo les cuanto algo, este pueblo se puso bastante raro y loco. Me gustaría encontrar al psicópata que secuestra a los niños, por lo que oí solo son "niños", y eso me pone como loca, me preocupan Eddie y...Billy.
—Vamos Rory, se hace tarde—dijo Eddie.
—Ya voy, Eddie—dije.
Antes de cerrar las cortinas, vi a un lindo chico, digo, vi al idiota de Billy. Una sonrisa se escapó de mis labios, no sé cómo o el por qué, pero eso no importa ahora.
Rápidamente abrí la ventana y grité.
—¡Hey, repartidor!—grité llamando su atención.
Billy por mirarme se cayó de su bicicleta, oh santa madre, ¿lo maté?.
—Ay mierda—dije.
Cerré la ventana rápidamente y bajé las escaleras como flash.
—¿Qué pasó?—preguntó Eddie con la boca llena.
Salí de la puerta y ahí estaba, tirado y llorando como un bebé.
—Showalter, ¿te encuentras bien?—pregunté.
Le ofrecí mi mano para ayudarlo a levantarse y con gusto aceptó.
—Oh sí claro, esto de recién, no es nada. Lo hago todas las mañanas—dijo.
—Que rutina que te cargas—dije.
—¿Iban a la escuela?—preguntó.
A mi no me engañanan, él sabía que íbamos para allá, tal vez pasó de ¿casualidad? o pasó porque realmente quería.
—Sí, ¿y tú?—pregunté.
— Sí, mhum, si quieren los acompaño —dijo mirando hacia todos lados.
— Claro, ¡Eddie! vamonos —grité.
Eddie salió corriendo de la casa con su mochila y la mía, que amor.
— Hola Billy, vi tu caída de hace un rato. No vine ayudarte porque creí que ya estabas muerto, discúlpame —dijo Eddie.
—Tranquilo, es mi rutina—dijo Billy.
